Desde Roma

Ante el avance de los bombardeos en Ucrania que han dejado ya cientos de muertos y la llegada a los países limítrofes de más de un millón y medio de refugiados, el papa Francisco insiste en que las guerras no son la solución para los problemas del mundo, que es necesario construir caminos de pacificación y que el Vaticano está dispuesto a hacer todo por la paz, incluso a nivel diplomático, según declaró el secretario de estado vaticano cardenal Pietro Parolin.

"Corren ríos de sangre y de lágrimas"

La última referencia a este tema la hizo Francisco este domingo, luego del Angelus que reza desde la ventana del palacio apostólico que da hacia la Plaza de San Pedro. “En Ucrania corren ríos de sangre y de lágrimas. No se trata sólo de una operación militar sino de una guerra que siembra muerte, destrucción y miseria. Las víctimas son cada vez más numerosas así como las personas que escapan, especialmente madres y niños”, dijo el Papa haciendo un llamado especial para que se aseguren los “corredores humanitarios” que permiten que la gente reciba ayudas y sea acogida en otros países. “Agradezco a todos los que están recibiendo a los prófugos. Pero sobre todo imploro que se detengan los ataques armados y prevalezcan las negociaciones y el buen sentido. ¡Y que se vuelva a respetar al derecho internacional!”, subrayó.

Durante estos días de guerra, que comenzó cuando Rusia empezó a invadir el territorio ucraniano el 24 de febrero (aunque el país tenía conflictos internos desde 2014), el Papa ha insistido repetidamente sobre los males de la guerra y llamando a la paz. El Vaticano ha aclarado que la Santa Sede está dispuesta a hacer de todo por la paz. Con este objetivo el Pontífice envió dos cardenales a Ucrania, el polaco Konrad Krajeswki que llevó ayudas a los necesitados, y el canadiense Michael Czerny, que ayudará a los migrantes africanos y asiáticos para que no sufran discriminación y tratará de comprender qué más puede hacer el Vaticano.

El 27 de febrero, en el Angelus en Plaza de San Pedro, Francisco fue más lejos todavía: “Quien hace la guerra se olvida de la humanidad. No parte de la gente, no mira la vida concreta de las personas, sino que pone ante todo los intereses de sectores y del poder, se confía en la lógica perversa y violenta de las armas y se aleja de la gente común que quiere la paz”, dijo recordando a Ucrania pero también a otros países en guerra hoy como Yemen, Siria, Etiopía.

Ya en la audiencia general del 23 de febrero en el Vaticano, momento en que semanalmente el Papa encuentra a los fieles, Francisco había hecho referencia a la guerra, que todavía no se había desencadenado pero que ya la preveían algunos analistas. “Siento un gran dolor en mi corazón por el empeoramiento de la situación en Ucrania -dijo-. Pese a los esfuerzos diplomáticos de las últimas semanas, se están abriendo escenarios cada vez más alarmantes(...) Ruego a todas las partes que se abstengan de acciones que provoquen más sufrimientos a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional”.

Pero Francisco no se detuvo allí. En la mañana del 25 de febrero fue personalmente a la embajada de la Federación Rusa ante la Santa Sede para expresarle al embajador Alexander Avdeev su preocupación por lo que estaba sucediendo en Ucrania. Una medida insólita, según la tradición diplomática del Vaticano que en casos como éste suele convocar al embajador al Vaticano y no al contrario. De hecho la visita del Papa al embajador tuvo una repercusión mundial mucho mayor, aunque no trascendieron los detalles del encuentro.

El compromiso del papa Francisco por la paz en el mundo se hizo evidente desde el principio de su pontificado del cual, el próximo 13 de marzo, se cumplirán nueve años. Ya en setiembre de 2013, se hizo sentir tratando de impedir una intervención militar de las potencias occidentales en Siria contra el gobierno de Assad, que estaba en ese momento apoyado por Rusia. En 2015, desde la capilla de Santa Marta, donde él celebra misa cada día, se preguntó: “¿Qué queda después de una guerra?”. Sólo “ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes” y “tanto dinero en los bolsillos de los traficantes de armas”. Y recordó que el mundo está viviendo una “guerra mundial en pedazos. Aquí, allá, por todos lados. Y esto no tiene justificación”.

En 2017, en su mensaje por la 50a Jornada Mundial de la Paz, el Papa insistió, como lo ha hecho ahora, que hay que afrontar la guerra con “el método de la no violencia”. No se trata de sufrir pasivamente sino de actuar activamente “para sustituir el enfrentamiento armado con el diálogo”.

En 2021, en plena pandemia el papa Francisco habló de la necesidad de “fraternidad y acercamiento” entre la gente porque “ninguno se salva solo”. Y teniendo presente que el mundo se ha empobrecido en ese período, insistió en su mensaje para la jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2022, que “perseguir un real proceso de desarme internacional puede traer grandes beneficios al desarrollo de los pueblos y las naciones, liberando recursos financieros que se podrían emplear en salud, educación, infraestructuras y cuidado del territorio”.

Pedidos de los Papas

Pero no sólo Francisco se ha declarado insistentemente contra las guerras. Se puede recordar entre otros al papa Benedicto XV que denunció la “inútil tragedia” de la Primera Guerra Mundial, Juan XXIII, que cuando se temía una guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética por los misiles atómicos rusos en Cuba, se movió con los embajadores de ambos países. Paulo VI por su parte ante las Naciones Unidas dijo con fuerza “Nunca más guerra! ¡Nunca más guerra! y Juan Pablo II lo reiteró varias veces, por ejemplo, ante el conflicto en Irak.

Muchos se preguntan cuánto han servido las intervenciones de los Papas contra las guerras. Es difícil saberlo porque muchas negociaciones, si es que el Vaticano interviene, se hacen con discreción. El conflicto entre Chile y Argentina por el Canal de Beagle fue una excepción ya que que concluyó en 1984 con un acuerdo, gracias a la abierta mediación del Vaticano.