Desde Lima

En una votación realizada al filo de la medianoche del lunes, el presidente Pedro Castillo se salvó de un segundo intento de la oposición parlamentaria para destituirlo acusándolo de “incapacidad moral”. Obtuvo este triunfo el día que su gobierno cumplía ocho meses. En diciembre pasado había salido airoso en un primer proceso de destitución por la misma razón. La ultraderecha volvió al ataque para derrocarlo y otra vez perdió. Se necesitaban 87 votos de los 130 miembros del Congreso unicameral para sacar al presidente. El golpismo quedó lejos de esa cifra, obtuvo solo 55 votos. Hubo 54 en contra y 19 abstenciones. Apenas anunciado el resultado de la votación, el oficialismo celebró este triunfo que salva el gobierno coreando en el hemiciclo el clásico “el pueblo unido jamás será vencido”. Sus voceros calificaron el fracaso del pedido de destitución del presidente como “una victoria de la democracia”. La ultraderecha golpista se retiró masticando amargamente su nueva derrota.

Menos votos

Los promotores del juicio político exprés con el que se pretendía sacar de la presidencial al profesor rural y sindicalista de izquierda que en 2021 derrotó a la derecha y la desplazó del poder sabían que conseguir los 87 votos era difícil, pero estaban convencidos que obtendrían más apoyo del que finalmente recibieron. Esperaban exhibir una alta votación como una demostración de fuerza. Fracasaron. Con los 43 votos de las tres bancadas de extrema derecha como base, hace dos semanas habían logrado sumar a otros legisladores y alcanzaron 76 votos para llevar a Castillo ante el Congreso como acusado. Esperaban subir esa cifra, pero ocurrió lo contrario. Buena parte de la centroderecha que había apoyado poner en marcha el proceso sumario de destitución decidió desmarcarse del golpismo. Los distintos grupos de centroderecha se dividieron en la votación, algunos legisladores siguieron apoyando al golpismo, pero la mayor parte marcó abstención y otros sumaron sus votos a los 44 que tiene el oficialismo. Haber tenido una votación significativamente menor a la que había obtenido dos semanas atrás ha significado una doble derrota para la ultraderecha.

“Saludo que haya primado la sensatez, la responsabilidad y la democracia. Reconozco a los parlamentarios que votaron en contra de la vacancia (destitución), y respeto la decisión de quienes sí lo hicieron (a favor). Llamo a todos a cerrar esta página y trabajar juntos por los grandes desafíos del país”, reaccionó Castillo al enterarse del resultado de la votación en el Congreso que lo mantiene en la presidencia. Lo hizo a través de un mensaje por Twitter enviado minutos después de terminada la sesión parlamentaria.

“El Congreso tiene que entender que por encima de la confrontación política está el país”, señaló Castillo el martes durante un viaje al interior del país. Pero no se mostró optimista que eso vaya a ocurrir. “Entiendo que este pequeño grupo, que no ha logrado su cometido, va a seguir su propia agenda”, advirtió el presidente en referencia a la ultraderecha que fracasó en su intento de sacarlo de la presidencia.

La agenda golpista

A pesar de esta nueva derrota, todo indica que la agenda excluyente de la ultraderecha seguirá siendo el derrocamiento de Castillo. Antes de la votación que rechazó la destitución del presidente, intuyendo su derrota, el congresista Jorge Montoya, un almirante en retiro del partido fascista Renovación Popular y uno de los rostros más visibles del golpismo parlamentario, lanzó una amenaza que no deja dudas: “Si no se consiguen los votos (para destituir a Castillo) ya veremos cuál es el camino alternativo”.

Preguntado por Página/12 sobre el efecto político de la derrota de este nuevo intento del Congreso para destituir a Castillo, el sociólogo y profesor universitario Sinesio López señala que “este resultado le da cierto respiro, cierta calma al gobierno”. “Ganan Castillo y la centroderecha -apunta- mientras la ultraderecha que ha perdido queda relativamente aislada pero junto con los medios oligopólicos van a seguir con el tema de la vacancia de Castillo. Para la ultraderecha el problema no es la ineficacia de Castillo, la falta de transparencia o la supuesta corrupción, para ellos el problema de fondo es que el presidente es una persona distinta a ellos y eso no lo toleran. La élite criolla peruana es de las peores de América Latina, solo aceptan la alternancia en el gobierno si es entre ellos. La centroderecha va a seguir estando en disputa entre el gobierno y la ultraderecha para ganarla para su lado”.

“Castillo -dice López- debe aprovechar este respiro que ha recibido para corregir errores, poner gente más capacitada, proponer algunas reformas fundamentales, como la tributaria, la agraria, la diversificación productiva, enfatizar en mejorar salud y educación, una reforma política que incluya elecciones primarias, cambiar el sistema de partidos. Es difícil que el gobierno retorne al plan original de cambios, creo que no tiene otra alternativa que reducirse a un programa mínimo de cambios porque tiene en contra la ofensiva diaria, sistemática, de la ultraderecha y la prensa monopólica y necesita el apoyo de la centroderecha, con la que debe conversar para hacer las reformas fundamentales. Si Castillo afianza un programa mínimo de cambios económicos y va a una reforma política puede darle cierta estabilidad a su gobierno”.

Fuente de inestabilidad

La práctica de la destitución sumaria del presidente por “incapacidad moral”, utilizada sin éxito contra Castillo, ha sido fuente de inestabilidad en los últimos años. Pedro Pablo Kuczynski renunció en marzo de 2018, menos de dos años después de haber asumido la presidencia, cuando era seguro que perdería en el Congreso un proceso de vacancia por “incapacidad moral”. Tres meses antes se había salvado de un primer intento de destituirlo. Su sucesor, Martín Vizcarra, fue destituido por esta razón en noviembre de 2020, dos meses después de haber zafado de un primer proceso por “incapacidad moral”. La destitución de Vizcarra gatilló masivas protestas y su reemplazante, el legislador de derecha Manuel Merino, tuvo que renunciar solo cinco días después de asumir la presidencia. En solo ocho meses del gobierno de Castillo el intento de destitución por “incapacidad moral” ya se ha usado dos veces.

Castillo ha obtenido un triunfo trascendente en el Congreso que ha salvado su continuidad en la presidencia, pero su gobierno, debilitado por la guerra sin pausa que le ha declarado la derecha política y mediática, y por sus propios errores, sigue expuesto a la inestabilidad. La ultraderecha ha sido nuevamente derrotada, pero no renunciará a su guerra contra el gobierno.