En 2010, la investigadora Mariana Eva Perez se encontró con una convocatoria para un puesto de doctorado en un proyecto que exploraba la relación entre el fantástico y la desaparición en Argentina, una tierra que ha producido piezas literarias memorables dentro de ese género y que –al mismo tiempo– aloja un fenómeno como la desaparición de personas durante la última dictadura. De ese proyecto dirigido por la académica Kirsten Mahlke surgió Fantasmas en escena. Teatro y desaparición (Paidós), la tesis de doctorado que Perez defendió en 2019 en la Universidad de Konstanz (Alemania).

La autora no sabía hablar alemán pero estaba convencida de que tenía que formar parte de ese equipo. Su propia percepción en torno a la desaparición estaba muy cerca de esos planteos y, aunque aún no dispusiera de un marco teórico para ponerla en palabras, algo de esa búsqueda le resultaba afín. Fantasmas en escena indaga la representación de la desaparición de personas en el teatro del período 2001-2015 a partir del análisis de cuatro piezas: Un mismo árbol verde (Claudia Piñeiro), Los murmullos (Luis Cano), La Chira (Ana Longoni) y Luisa se estrella contra su casa (Ariel Farace).

Hay varios elementos novedosos y disruptivos en este libro. En primer lugar, Perez no sólo es sujeto sino que también forma parte del objeto de investigación y lo deja claro en las primeras páginas: nació en 1977, es hija de dos militantes montoneros, fue secuestrada a los 15 meses junto a su familia por un grupo de tareas de la Fuerza Aérea y luego enviada a la casa de unos parientes. Su madre estaba embarazada y dio a luz en la ESMA, el hermano de Mariana fue robado y ella criada por sus abuelos paternos. “La búsqueda de mi hermano concluyó en 2000. Mi búsqueda de un lenguaje propio que dé cuenta de la desaparición continúa todavía”, escribe en la introducción.

Fantasmas en escena forma parte de esa búsqueda. La autora investigó estos temas desde diversas perspectivas: se licenció en Ciencia Política, trabajó en el Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo, participó del ciclo TeatroxlaIdentidad y militó activamente en los movimientos de derechos humanos. Esa trayectoria le permite valorar todas esas luchas, pero también reflexionar sobre aquellas narrativas que fueron consolidándose en el período histórico que enmarca su investigación. Entre el 2001 y el inicio del docenio kirchnerista, Perez registra un cambio en los modos de pensar la desaparición e identifica la narrativa militante-humanitaria como hegemónica. Las obras elegidas dialogan con esa matriz desde distintos ángulos y proponen nuevos puntos de vista, nuevos sentidos, nuevas estrategias de representación.

Un mismo árbol verde se inscribe dentro de esa narrativa pero expande algunos de sus límites, instala nuevas figuras familiares, presenta una madre “no modélica” en los términos más usuales y asocia la dictadura argentina al genocidio armenio. Los murmullos impugna por adelantado la monumentalización de lxs desaparecidxs, participa del proceso de desacralización a partir de una poética de lo abyecto (se trata de una hija que desciende al infierno para enfrentar a su padre desaparecido) y compara al país con una fosa común llena de espectros.

La Chira introduce un tema no muy abordado: la subjetividad de las víctimas infantiles más allá de sus lazos filiales y la violencia que supone el exilio (está protagonizada por un grupo de hermanos adolescentes exiliados en Perú y hay un claro gesto de rebeldía contra los padres). Al igual que la obra de Cano, La Chira exige un gran compromiso de los espectadores para completar el sentido. El último capítulo –uno de los más interesantes– analiza Luisa se estrella contra su casa y dialoga con el primero porque se inscribe en las dramaturgias fantásticas que se oponen a la tradición realista (imperante durante décadas en el teatro argentino), donde se ubica la obra de Piñeiro. Se trata de una comedia fantástica sobre el duelo y Perez se enfoca en la función dentro del ECuNHi para ver de qué manera la obra proyectó sentidos sobre el lugar y viceversa.

El fantasma es una figura muy difundida en la cultura popular y aloja en sí mismo la incertidumbre, la dualidad: lo que está y no está, una ausencia que también es presencia. Para Perez lo espectral “reconoce la paradojal presencia/ausencia del fantasma y lo reintegra a nuestra vida social, nuestras prácticas políticas y epistemológicas”. El teatro constituye un terreno fértil a la hora de reflexionar sobre esa figura; basta con que un personaje declare sobre el escenario “estoy muerto” para invocar al espectro.

La percepción del fantasma suele ser un tema incómodo y, por lo general, minimizado. En la presentación del libro, Perez explicó: “Yo no lo pienso desde un lugar esotérico, sino como momentos de toma de conciencia de lo espectral formando parte de nuestra vida. Hay algo de lo espectral que nos asalta. Muchos autores coinciden en que el reconocimiento del fantasma es del orden de lo fenomenológico: no se puede estudiar, te tiene que pasar”.

Hay un marco teórico sólido que respalda la investigación (la desaparición entendida como biopolítica de producción de espectros, la dimensión fantástico-espectral del fenómeno, aportes interdisciplinarios desde el teatro, la literatura o los estudios de la espectralidad), pero lo que más sorprende en la lectura es esa invitación a repensarlo todo, no para desechar conceptos o perspectivas sino para desprenderse del lenguaje fosilizado que suele utilizarse de manera maquinal y sin demasiados cuestionamientos. Reflexionar sobre el fenómeno de la desaparición junto a otros actores sociales –en este caso dramaturgxs, directorxs e intérpretes– es parte de ese movimiento.

“Es un esfuerzo consciente que tiene que ver con mi historia, el hecho de haberme criado en el seno del movimiento de los DD.HH. y haber tenido la necesidad de romper el molde de ese discurso tan fuerte dentro del cual crecí para encontrar otra forma de pensar estas cuestiones”, explicó Perez en la charla con Ana Wajszczuk. Es preciso mencionar también Diario de una princesa montonera (Planeta), porque Fantasmas en escena funciona como complemento teórico de aquellos textos que nacieron en formato blog y que exploraban ese “temita” –ser hija de desaparecidos– desde la ironía y el humor, bajo la protección de la fantasía y una capa fucsia.

El español Juan Mayorga escribió: “Ningún medio realiza la puesta en presente del pasado con la intensidad con que lo hace el teatro”. Desde la academia, la autora regresa a ese campo para dialogar con lxs artistas que en su momento le devolvieron algo que para ella era novedoso, un modo alternativo de pensar el fenómeno de la desaparición en Argentina. El gesto es notable y puede sintetizarse en esta frase dicha por Perez: “El terrorismo de Estado fue contra toda la sociedad argentina, entonces la recomposición también es entre todos”.