“Soy ORLAN, entre otras cosas y en la manera en que sea posible, mi nombre se escribe con mayúsculas porque no quiero entrar en la línea ni sujetarme a las normas que impone la sociedad”. Es lo primero que dice ORLAN (con mayúsculas entonces), una de los artistas más importantes del mundo del arte actual,magnífica referente y pionera de la performance con cirugías estéticas en su propio cuerpo. Vino a Buenos Aires para dar una charla con Nicola Costantino en la Bienal de Performance, y a inaugurar su muestra Autorretratos híbridos, en la Alianza Francesa. 

Es vertiginosa la agenda de esta artista que vive entre aeropuertos y que sólo en 2016 tuvo 230 muestras por el mundo. Ahora expone en la Bienal de Venecia (para la apertura hizo una performance con decenas de figurantes con máscaras con fotos de su sexo). Apenas parta de Argentina, viajará a Sofía para dar un concierto con el grupo de música pop Chicks on Speed, donde escribe canciones y canta. Luego, la lista sigue con muestras en la Maison Européenne de la Photographie, en la Maison Rouge, en la galería que la representa en París y en Berlín. 

Aquí, entre incontables compromisos, tuvo entrevistas públicas, un encuentro privado en el Malba, y además se hizo tiempo para dar una conferencia vía skype en el prestigioso Festival de Historia del Arte del Instituto Nacional de Estudios en Arte, de Fontainebleau. Entre sus amigos figura Marina Abramovic, dos artistas que revolucionaron el arte del siglo XX. “La respeto muchísimo, pero mi trabajo rechaza el carácter masoquista que tiene su obra”, apunta ORLAN.

Escrito en el cuerpo

Entre 1990 y 1993 ORLAN se sometió a una serie de operaciones con distintos cirujanos. Algunos diarios llegaron a consignar que fueron más de un centenar de operaciones. ORLAN sonríe, no quiere revelar cuántas fueron: piensa que es un dato anecdótico. Más allá de la cantidad de cirugías, transformó su rostro en uno totalmente diferente formado con partes de la cara tomadas de pinturas y esculturas de mujeres representativas de la belleza en el arte: la barbilla de la Venus de Boticcelli; la frente de la Gioconda de Da Vinci; la boca de El rapto de Europa de Boucher; los ojos de la Psique de Gérôme y la nariz de una escultura de Diana. También se implantó unas protuberancias redondeadas en las sienes que maquilla cuidadosamente con brillos plateados. 

Su rostro, modificado para siempre, no es algo que le interese demasiado. La clave de su obra es la experiencia performática al interior del quirófano (y los registros fotográficos y videos de las performances): “Lo importante no era el resultado de la operación, sino qué pasaba en ese momento: mi cuerpo se volvía un tema de debate”, señala. Creadora del arte carnal, la artista se opone al determinismo social, religioso, político y a la supremacía masculina.  

Aguda y generosa con su tiempo, ORLAN se interesa por la opinión del otro. La entrevista se extiende: compartimos el almuerzo antes de que vaya a un programa de radio por la tarde. Hay mucho para conversar con esta artista hiper prolífica, brillante, capaz de reinventarse una y otra vez. Pedirá unas copas de champagne y habrá brindis: es su cumpleaños. ORLAN recuerda que muchos amigos suyos ya no están. Es un dolor que pesa. Más tarde, cuando avance el reportaje, dirá que “es necesario firmar una petición contra la muerte”. Una especie de conjura general para suspender ese sino inevitable. “¡Nunca nadie nos consultó al respecto!”, bromea. 

¿Cómo lograste hacer un camino independiente, sin estar pendiente de los juegos de la seducción?

–Fue por observación. No podía soportar esas maneras, esos gestos (se toca el cabello una y otra vez en forma compulsiva como si lo estuviera emprolijando y mira hacia los costados expectante) que pueden tener algunas mujeres. Son automatismos de seducción ridículos, absurdos. No son creativos. No estoy contra el cuerpo desnudo y la seducción, sino contra esos gestos artificiales. Cada uno tendría que inventar sus modelos de seducción y desarrollarlos. Eso es lo que intenté hacer con mis cirugías: no eran obras contra la cirugía, sino que quería denunciar a qué apuntan esas operaciones y las normas que se imponen sobre el cuerpo de la mujer.

ORLAN sufrió una metamorfosis que modificó en forma definitiva su rostro sin buscar belleza apolínea. No es para cualquiera ver los videos que registran cómo el bisturí traspasa su piel hasta convertirla en extraña superficie elástica. Brota la sangre. No cambió su apariencia para volverse más linda según los parámetros estéticos dominantes sino para demostrarnos la tiranía de esos cánones. Con sus cirugías, denunció la sumisión -y esclavitud- a un ideal de belleza. “La belleza -dice la artista- es sólo la presión de la ideología dominante que determina qué imagen debemos tener, sobre todo las mujeres, para ser atractivas para los hombres”. 

“Hubo cirujanos que se negaron, pero considero que no fue por buenas razones. En Nueva York encontré una cirujana feminista que entendió que yo no lo hacía por razones estéticas”, recuerda ORLAN. Y agrega: “De hecho si alguien me describe con mis protuberancias sobre los ojos podría pensar que soy un monstruo indeseable, pero luego cuando me conocés y me mirás, podés pensar que no es así”. Durante las operaciones, ORLAN pidió que sólo le aplicaran anestesia local. Leía textos alusivos, y hasta hacía bromas y conversaba en directo con el público, mientras que, por dar un ejemplo, el bisturí escarba debajo de su oreja hasta deformar su fisonomía. Con sello grotesco, las operaciones incluían música en el quirófano adornado con crucifijos, flores y frutas de plástico: cada operación tenía su estilo. La artista y el equipo médico vestían ropa de diseñadores como Issey Miyake y Paco Rabanne. 

Las operaciones fueron registradas en video y fotografiadas. Su séptima cirugía en 1993 fue retransmitida en directo en la galería Sandra Gering (Nueva York), y vía satélite en el Centro McLuhan (Toronto) y en el Centro de Multimedia (Banff), entre otros sitios. Su obra se mostró en el Centro George Pompidou de París, el MoMa PS1 de Nueva York, el MOCA de Los Ángeles y el Macba de Barcelona, entre cientos de espacios de arte del mundo.

Las mujeres sean unidas

“Me llamó mucho la atención ver en el último Festival de Cannes a las actrices pasar la alfombra roja en una especie de competición para mostrar sus cuerpos”, dice la artista. “Esas mujeres son reconocidas por su gran talento profesional en el cine, sin embargo, están jugando el juego de la seducción y de desnudarse. Los hombres no juegan ese juego: suben las escaleras vestidos. En este sentido, las mujeres somos culpables: deberíamos aprender a tener más sororité (nota: significa hermandad entre mujeres; no hay en español una palabra equivalente; la artista apunta que es un concepto importante en el feminismo). Ser solidarias sería un arma para nosotras: no aceptar lo que nos impone la sociedad. No jugar sólo el juego de la seducción que tarde o temprano se vuelve contra la mujer: con el tiempo estarás expulsada por otra mujer más joven. Si jugás sólo a ese juego, al final perdés”.

Acerca  de la situación de las mujeres en Argentina y la apabullante cifra de femicidios del último mes, ORLAN considera que la posibilidad de revertirlos está vinculada a la educación en la escuela y al rol de las madres en los hogares. “Habría que enseñarle al niño-hombre a respetar a las mujeres y a involucrarse en los asuntos de la casa”, dice. Además, analiza la construcción del tipo de masculinidad y añade: “A través del fútbol se enseña a los hombres a soltarse, a gritar, a ser violentos contra el otro equipo y su hinchada. También a ser más nacionalistas y no dejar lugar para un discurso sutil, articulado, argumentado. De esos gritos se llega al uso de las manos y a la violencia física. El alcohol que acompaña esos ámbitos da vida a una sociedad violenta en la que está permitido pegarse unos a otros. Creo que la esfera privada es política: es necesario saber construir desde la propia intimidad una sociedad más inteligente, más rica intelectualmente, mejor que la sociedad que nos está propuesta”.

Sábanas manchadas

Tras las cirugías, ORLAN se reinventó con potencia: creó obras en las que incluyó su nuevo rostro. Hoy trabaja con nuevas tecnologías y con biotecnologías. Hizo obras con su flora bucal, intestinal y vaginal y hasta cultivó sus propias células. Entre otras instituciones, su estudio trabaja con el Instituto Pasteur y el Centro de Investigación Científica, ambos franceses. “Toda mi vida hice retratos que podían ser vistos. Ahora trabajo sobre retratos que mis propios ojos no pueden ver”, comenta. También usó scanners para hacer una escultura muy realista de su cráneo. La realidad virtual y 3D son fundamentales en sus últimos trabajos: creó un videogame que es una especie de instalación interactiva donde la heroína ORLAN debe reconstruir el mundo y sus obras de arte dañadas. 

De su cambio dan cuenta las obras que se exhiben en la Alianza Francesa (en 2016 se mostraron en el Macba). Si con las cirugías ORLAN buscó modificar de un plumazo y para siempre lo innato, ahora se hibrida con medios digitales con mujeres de otras culturas. Crea obras que mezclan sus rasgos con los de mujeres de tribus de países como Sierra Leona y Zimbabwe. “Cuando era joven viajé mucho por África. Me pareció muy interesante trabajar con estas representaciones que no son moda en Occidente: como las mujeres jirafas o aquellas que agrandan las mandíbulas y los lóbulos de sus orejas con distintos elementos”, dice. En otras series trabajó cruzando su imagen con las de mujeres de culturas precolombinas y con máscaras de la opera de Pekín. 

El concepto de hibridación, ¿qué relación tiene con la condición humana? 

–En las hibridaciones trabajo con la idea de hospitalidad y aceptación hacia el otro tal cómo es. Yo misma soy el resultado de la hibridación con un buey por varias razones. Hice una exposición que se llamó El buey sobre la lengua, que es una referencia a Bruno Latour, que escribió mucho sobre hibridación. Cuando en un seminario había silencio absoluto, él decía: “Tenemos un buey sobre la lengua”. Esa frase me marcó. Justo en esa época, necesitaba hacerme unos implantes de dientes: un amigo coleccionista y dentista me dijo que era conveniente agregar hueso para hacerlos. Si yo quería, podía ser de buey, acepté. Hoy mi dentadura está muy bien, tengo los huesos del buey en mi boca.

¿Sufriste algún tipo de discriminación?

–Miles. Soy de la generación que tuvo que luchar para tener acceso a la anticoncepción y para poder abortar. En esa época, estaba enojadísima por no poder seguir el ritmo de los artistas hombres que después de pintar se iban a tomar algo a las dos de la mañana. Una mujer no podía hacerlo. Recuerdo que mi madre me regaló unas sábanas y me dijo que las bordara para preparar mi dote. Decidí no hacerle caso. Le pedí a mis amantes que eyacularan sobre las sábanas.Luego, hice una performance en la que marqué con tinta las manchas de semen y bordé sobre ellas, en algunos casos con los ojos cerrados.

Más allá de la dote, ¿te casaste? 

–Siempre estuve contra el matrimonio, pero hace veinte años acepté casarme porque viví una historia totalmente diferente a todas las demás.

Autorretratos híbridos se exhibe en la galería de la Alianza Francesa de Buenos Aires, Av. Córdoba 946. De lunes a viernes de 9 a 20; sábados de 9 a 13. Hasta el 8 de julio.