Desde el Irízar


Alfredo Núñez hizo el servicio militar obligatorio y su destino fue el crucero General Belgrano, en plena guerra de Malvinas. El 2 de mayo de 1982, una terrible explosión lo sacudió de su camarote. El crucero empezaba a hundirse llevándose la vida de 323 tripulantes. Bonaerense y nacido en 1962, Núñez recaló en el grupo de artillería y logró sobrevivir a una de las peores tragedias que dejó el conflicto con la potencia británica. Como el Ave Fénix, considera que resurgió de las cenizas para aferrarse a la vida y a su familia, a la que eligió mentirle y le dijo que todo marchaba bien “para no tirarles mala onda”. “Vi al lado mío un montón de muertos por los bombardeos, por eso celebro que se me dio esta oportunidad de seguir viviendo”, asegura el veterano de guerra en diálogo con Página/12.

-- ¿Cómo recuerda su paso por el Belgrano?

-- Tengo un muy buen recuerdo porque tuve la enseñanza y el buen ejemplo de toda la dotación, que me enseñó todo lo que tenía que hacer. Justamente eso nos ayudó mucho, porque la preparación que tuvimos hizo que pudiéramos estar capacitados en caso de abandono. Nosotros éramos jóvenes y pensábamos: ¿Para qué tanto? ¿Tantas alarmas, tanto zafarrancho? Pensando que nunca iba a pasar nada y sin embargo pasó lo que pasó y gracias a esa preparación se salvó la mayor parte de la tripulación, porque eran 1.093 tripulantes y de ellos murieron solamente 323, que para ese tipo de tragedia no es mucho. El impacto fue muy fuerte y muy rápido. El primer torpedo erró y después tiraron dos torpedos más que impactaron. En pocos minutos el crucero se hundió.

-- ¿Qué estaba haciendo al momento del primer impacto?

-- Yo estaba en la hora de descanso en los camarotes de los cadetes. Con ese impacto me caí de la cama. Con el impacto se cortó toda la parte eléctrica, entonces no andaban los micrófonos. Yo igualmente más o menos me di cuenta de que era un ataque, porque si no, ¿qué otra cosa podía estar pasando? Al poco tiempo con parlantes manuales avisaban que hagamos el abandono. Hicimos todo lo que nos enseñaron.

-- ¿Cómo fue la evacuación?

-- Cuando salimos a la cubierta vimos que había muchos soldados heridos, que no podían valerse por sí mismos, y los ayudamos a bajar a las balsas. Yo la verdad estaba muy bien físicamente, sin heridas, entonces podía ayudar a otros. Después de un tiempo de ayudar a los demás, un oficial me dio la orden de que abandone el barco y vaya a una balsa porque ya iba a ser demasiado tarde. Cuando fui a la balsa asignada, subí y al poco tiempo se averió. Como estaba rota tuve que pasar a una segunda balsa para sobrevivir. Esa segunda balsa ya estaba sobrecargada.

-- ¿A cuántas personas soportaba cada balsa?

-- La capacidad era para 20 personas, y esa segunda balsa ya tenía un poquito más de 20. Por otro lado eso nos ayudó: al ser más, la cantidad de cuerpos, cada cuerpo emana calor y nos permitió no sufrir tanto las bajísimas temperaturas.

-- ¿Cuánto tiempo pasaron naufragando?

-- Estuvimos casi dos días, fue lo más terrible estar a la deriva sin saber lo que podía pasar. Era todo nuevo para nosotros. Se sentía cada vez más el frío. Los cuerpos estaban casi congelados, apenas podíamos hacer muy pocas maniobras, como por ejemplo sacar el agua que entraba a la balsa con un recipiente. Hacíamos un pasamanos para que haya cada vez menos agua ahí.

-- ¿Y cómo se dio el rescate?

-- De noche escuchamos ruido de motores, tiramos las luces de bengala para que nos detecten los aviones y después nos enteramos que esos aviones eran de rescate. Uno de ellos era el Neptuno. Después esos aviones avisaban a los barcos de rescate la posición, las coordenadas. Así estuvimos hasta que nos rescató el aviso remolcador ARA Gurruchaga. Recién ahí supimos que íbamos a sobrevivir.

-- ¿Qué sintió en ese momento?

-- Una emoción que no te puedo explicar. La verdad ya estábamos entregados, yo estaba un poco resignado después de tantas horas. Para colmo, las corrientes marítimas cada vez más al polo, cada vez más y más frio. Pero bueno, por suerte nos rescataron y nos llevaron a Ushuaia, ahí nos atendieron bien, hicieron todos los primeros auxilios y logramos sobrevivir.

-- ¿Cómo fue el reencuentro con su familia?

-- Cuando estaba embarcado, mucho no quería contar para no tirarles mala onda. Yo les decía siempre que estaba bien, para que se queden tranquilos. Escribí una carta para ellos. Después de que nos rescataron pasaron varios días hasta que pude aparecer. Estaba muy preocupada mi familia, sobre todo mi padre. Cuando llego allá no lo podían creer porque no estaban tan seguros de que estuviera con vida. No era tan fácil la comunicación en ese momento. La imagen que recuerdo cuando llegué a casa es la de verlos a todos alrededor de la mesa, leyendo mi carta. Después de eso, sinceramente nací de vuelta. Estaba muy contento, le di mucho más valor a la vida. Y me fue bien, trabajé, estudié, tomé la tragedia como algo positivo. Murieron tantos al lado mío, vi un montón de muertos por los bombardeos, por eso celebro que se me dio esta oportunidad de seguir viviendo. Después de la guerra luché para hacer las cosas bien y estar bien. Y acá estoy, hablando con vos.