En los espacios de formación periodística muchas veces escuchamos la idea de difundir “las dos campanas”. Es decir, la meta de mostrar los dos puntos de vista de un hecho. Hace varios años, en una conferencia en Neuquén, el periodista de Página 12 Horacio Cecchi problematizaba esta idea. Porque en los grandes medios existe una campana que hegemoniza la comunicación, que aturde y otra invisibilizada.

Pensar la comunicación desde la perspectiva de “las dos campanas” nos invita a pensar que todos los grupos sociales presentan la misma capacidad de visibilizar sus puntos de vista. Lo cual no es real.

Mientras unos hablan otros y otras son hablados y habladas. Unos se muestran, otros son señalados. Están quienes saturan con sus imágenes las cámaras, mientras muchos y muchas son invisibles.

En las agendas periodísticas tienden a reproducirse las mismas inequidades, injusticias y jerarquizaciones que están presentes en nuestra sociedad racista, clasista y machista.

A modo de ejemplo, la mayoría de quienes hablan son varones. Los pueblos originarios no forman parte de nuestra agenda mediática y cuando cobran visibilidad se los asocia a la violencia. Los jóvenes en situación de pobreza tienden a ser criminalizados y estigmatizados.

El monitoreo de noticieros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de la Defensoría del Público sobre los contenidos del año 2020 da cuenta de “la irrelevancia de algunos tópicos en la conformación de las agendas noticiosas que, al mismo tiempo, advierte sobre la escasa visibilización de ciertos grupos sociales como pueblos indígenas y migrantes y de ciertos temas como educación y discapacidad”. Poniéndole números: las personas migrantes ocuparon apenas el 0,10 % del tiempo de las noticias, los pueblos indígenas el 0,01 % y el tópico Derechos Humanos 0,2 %.

En temas como economía, política, internacionales los columnistas que prevalecieron los columnistas varones. Solo en espectáculos hubo más columnistas mujeres. El informe de la Defensoría también señala que “se destacó nuevamente la ausencia de otras identidades de género en el tratamiento de las noticias”.

Asimismo, el periodismo de los grandes medios navega en la superficialidad: el 44,8% de las noticias emitidas fueron construidas sin fuentes identificables. De las noticias que contaron con fuentes solo el 6,1% contó con un experto/a, profesional independiente o especialista.

También cabe preguntarse, ¿quiénes hablan y quiénes son señalados? En nuestro país, cerca del 40 % de la población está en situación de pobreza. El poeta y cineasta Cesar González sostiene en su libro El fetichismo de la marginalidad que, en la actualidad, el mito del villero violento está lejos de ser derribado. “No solo en forma salvaje a través de los noticieros, sino también a través de series y películas en las que sus creadores no admitirán jamás que disfrazan su racismo y que contribuyen a la construcción del villero como monstruo”. En ese marco concluye González, que “el villero se convence de que es como la representación que otros hacen de él. El villero está para justificar todo tipo de represalia estatal, todo aumento indiscriminado del control social”.

Este complejo escenario, se retroalimenta con la lógica de las empresas digitales que llamamos “redes sociales”. En esas lógicas, lo emotivo, superficial y pasional es lo que tiende a dominar la escena. Un lenguaje de impacto y pocos caracteres. Donde lo importante no es que sea verdad, sino que sea creíble. Para ilustrarlo: tengo la certeza que en esas plataformas esta nota circulará menos que un meme o una noticia falsa que apele a algún discurso de odio.

Cabe aclarar que describimos un contexto que es ideal y funcional para las operaciones político-mediáticas de los grandes grupos de poder.

Rodolfo Walsh sostuvo que “han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

En el marco de discursos basados en hechos aislados, sin profundidad, ni análisis debemos ejercer el periodismo. Nuestro rol, más que nunca, es poner en tensión, contextualizar y problematizar las jerarquías, inequidades e injusticias que predominan.

Volviendo al comienzo. ¿Qué campana queremos mostrar? ¿Al servicio de quienes vamos a poner nuestro trabajo?

* Profesor de la Universidad Nacional de Río Negro. Licenciado en comunicación Social UNLZ. Especialista en Comunicación y Culturas UNCO.