“No sé si te enteraste, pero hace un par de años nos encerraron a todos en nuestras casas con nuestras parejas. Y con Angie dijimos ‘pongamos en juego esta relación y trabajemos juntos en algo’”. Ricardo Siri, o mejor dicho, Liniers, se ríe con franqueza en un bar de Almagro. No hay filas de gente pidiéndole la firma en cualquier recopilatorio de su tira Macanudo ni acuarelas a la mano que lo distraigan de la entrevista. Vive en Vermont, Estados Unidos, desde hace varios años pero aprovechó la Feria del Libro de Buenos Aires para presentar su novela gráfica para niñes El fantasma del faro, que hizo junto a su pareja, Angélica del Campo. En el encuentro con Página/12 habla sobre ese libro, anticipa lo poquito que puede contar sobre la adaptación audiovisual que Viacom encargó sobre Flores salvajes y reflexiona sobre la cultura digital.

“Angie escribió varias novelas y tiene un conocimiento enciclopédico de la literatura infantil y juvenil, ¡tuvimos hijos para no parecer raros por tener tantos libros para chicos!”. Ambos fantaseaban con hacer “una de fantasmas”. La pandemia los puso a trabajar juntos. “Yo tengo mis puntos flacos. Estoy tan acostumbrado a trabajar en la tira, la cosa corta, que me cuesta hacer un arco argumental, desarrollar la historia, hacer la cocción lenta de una novela. Y a Angie le cuestan los dibujos. El color lo hizo Christian Argiz”, explica. Argiz es el diagramador de Editorial Común, el otro proyecto compartido por Liniers y su esposa, en que él oficia de director artístico y ella de gerenta todo terreno.

El ritmo narrativo de El fantasma del faro, efectivamente, se aparta de otros relatos infantojuveniles de Liniers como Flores salvajes o Escrito y dibujado por Enriqueta. “Ella tiene la cosa literaria metida”, la celebra. Y además, anticipa que ya están trabajando en una secuela y confían en que finalmente conformarán una trilogía. “Lo lindo del libro es que sólo hice la parte que disfruto más, que es dibujar, dibujar y dibujar, pensar dónde poner la cámara, porque Angie me da el diálogo y la escena pero no es una guionista de las que te dictan planos”. Liniers cuenta que querían “una historia de gente que llega a una casita y un cuento de fantasmas medio clásico, pero trastocarlo para llevar el terror y la aventura a otro lado: ahí Angie encontró estos tipos que robaban barcos rompiendo los faros y se quedaban lo que naufragaba”.

En este volumen (autoconclusivo), dos chicas que se mudan con su padre a un faro de la costa se encuentran con el fantasma de una farera y empiezan a desentrañar un misterio de más de 100 años que incluye piratas, joyas reales, cargamentos de vainilla y muchos bosques.

Los bosques son centrales en el trabajo actual de Liniers. Incluso bromea con que está en su “período verde”. En Vermont vive en una casa que linda con un bosquecillo y el ambiente se adivina bucólico cuando comparte alguna foto en las redes sociales. “Me cambió el pase de esto –señala el asfalto porteño- al bosque. De repente mis árboles parecen árboles y no son los de jardín de infantes que hacía en Macanudo 1”. Por otro lado, reconoce la fortuna de que la aparición del coronavirus lo encontrara ahí con su familia. “Tenía a mis amigos encerrados en las ciudades y quizá ni podían mirar por la ventana, así que trataba de sacar a la gente al bosque a través de mi historieta. ¿Querés bosque? ¡Tomá bosque!”.

La naturaleza también tiene un rol importante en la historia de Flores salvajes, en que dos niñas sobreviven a un accidente de avión y se internan en la selva. Un relato que busca adaptar Viacom. “Es un libro al que le tengo mucho cariño. Fue de recordar cómo jugábamos cuando éramos chicos, que era mucho más serio que como jugamos ahora”, señala. “Ahora estamos en el proceso de ver qué pasa, porque el proyecto de cualquier película de animación para América latina es un andamiaje que puede caerse en cualquier momento”. El guión que ya está escrito, cuenta, lo entusiasma.

Flores salvajes arranca con un avión chocado, y las chiquitas que sobreviven y tienen esta aventura. Todos los editores que tuve me decían ‘el avión mejor no’. Pero arranca así. ‘¿Qué pasó con la otra gente?’ Me preguntaban. Y las chicas están jugando, así que no importa. Cuando eras chico y empezaba un juego decías ‘se hundió el barco y estamos en una isla’. No te ponías a pensar qué le había pasado al resto de la gente del barco porque era un artefacto fantástico que usabas para imaginar. Capaz estas chiquitas vieron a su papá viendo Lost, y después fueron al jardín y arrancaron así”.

-Grant Morrison dice que los niños no preguntan quién arregla el Batimovil, sólo lo aceptan, que ese cuestionamiento es cosa de adultos.

-Es que toda obra de arte es la propuesta de un juego. Un actor sobre el escenario está jugando como las chiquitas esas. “Hagamos que estamos en una casa y que estas 600 personas no están”. El problema para mí está cuando vos como espectador empezás a cuestionar el juego. Si empezás a decir “esto no es real porque podría haber sido así”, empezás a salirte. Si vas a ver Jurassic Park y ves sólo efectos especiales, no estás entendiendo la película. Si ves dinosaurios, sí. Recuerdo cuando la vi por primera vez y me llené de lágrimas.

-En las redes sociales hay toda una corriente de no aceptar el juego. Hay mucho odiador.

-Es agotador. Está bien el “no me gusto la película”; está mal eso de “el hijo de puta del director hizo mal porque debería haberla hecho así”. Loco, hacé vos otro Star Wars. Inventate vos otro par de planetas y hacete una saga mejor. Cambiamos como espectadores. Antes ibas a ver E.T., Indiana Jones y todo era “WOW”. Después salía Hook y bueh, no pasa nada. No te enojabas con Spielberg. No decías “cómo le va a hacer esto a Peter Pan”. Ahora hay una generacion malcriada y creen que porque tenemos 200 seguidores somos importantes, o que todo lo que pensamos o sentimos es tan importante. No podemos ser 8.000 millones y que todos sean importantes. Alguno me tiene que chupar un huevo. ¿Te ofendió un chiste? Me chupa un huevo. A mí me ofenden otras cosas y no le jodo la vida a nadie.

-Está la frase “me arruinaron la infancia”...

-¡Pero qué infancia de mierda tuviste, entonces! Hay algo como de sacro en la infancia donde somos nosotros y todo el planeta es nuevo. Por eso es lindo escribir para pibes, porque ven todo con colores e ideas nuevas, es todo eléctrico y explosivo. Ahora que estamos grandes somos más apáticos. Somos muy rápidos en aburrirnos de cosas increíbles.

-Con los años te volcaste progresivamente más a la historieta infantil.

-Y con la editorial también hicimos eso. Tuve una vez una charla con Françoise Mouly, de Toon Books (fundadora de Raw Comics junto a su pareja, Art Spiegelman), que me tomó de sorpresa. En 2008 estábamos en la gesta de que la historieta es adulta, que se puede hacer cualquier cosa, habíamos sacado El arte y Ombligo sin fondo, dos bizarreadas, y ella me dice “¿viste que ya nadie hace historieta para chicos?” Y... era cierto. Lo que se aprendió del punto de vista editorial después de Maus, de hacerlo en formato que te agarra la librería, que si entonces un chiquito va a leer mil páginas de Harry Potter tambien puede leer mil de historieta. En esa época aparecieron otras editoriales, como Hotel de las Ideas o Tren en Movimiento, que están buenísimas, pero faltaban historietas para primeros lectores. Entonces empezamos.