En los años en los que se impuso el slogan “sonría, lo estamos filmando”, también se estaba sembrando el “jajaja” vacío de la sonrisa virtual actual. La tecnología es una formula binaria, llena de "ceros" y "unos", opuesta a la lucha por los derechos igualitarios. Es la programación de vivir entre la contradicción del goce que nos conquista y la rabia por los desniveles que eso provoca. Si bien las realidades de la sonrisa asoman lentamente en las búsquedas de igualdad, los principios del siglo se ven colmados de capilaridad conceptual y lento resultado transformador. Entonces la impaciencia de lo diario se nos mete donde el final debe ser instantáneo.

Seguramente en un futuro podría pasar que esa búsqueda nos lleve a reírnos de otra forma. La sonrisa esperanzadora no es lo que se dice hoy sino lo que se transmite para mañana. Desde esa premisa se podría pensar que el verdadero lenguaje de la risa es aquello que peleamos.

Se oscurece el gesto y se nota la sonrisa ficticia del que cena solo. “Hoy se come de prepo y se duerme apurado”, dice el tango, porque se ríe en un circuito integrado de pantallas. Pareciera que la demanda por reír es como un commodity milenario para gobernar y manipular. Va desde aquella frase de Julio César, "Has a tus soldados millonarios y después ríe con ganas", hasta el necesario “jajaja” de los chats tecnológicos para cerrar una conversación violenta y que no escale a otra cosa peor.

La sonrisa se pierde cuando uno pretende controlar todo. Entonces, esa expresión en el mensaje de WhatsApp, es la salvación para dejar que las diferencias se fundan. Intentamos cultivar el tesoro de reír con ruido porque hablar es insoportable y la única forma de llevarnos bien con la mayoría, es ignorarnos.

La gran frase de la esquina, donde se fabrica el chisme, recuerdo que surgió de la genialidad de un comentario. "Me haces reír las medias", dicho que puede ser la respuesta a cualquier cosa amenazante o graciosa, y que puede lograr con su ingenio, el pensamiento absurdo.

Llegamos a una conclusión, después de hacer reír el algodón de las polainas. Lo que nos hace sonreír con fuerza natural es lo que podemos compartir con emociones propias y ajenas.

Hay una reflexión que me dijo el Tiki de Palomar en la calle Marconi: La individualidad es dominante y sería como el veneno moderno para las sonrisas naturales.

Algo así como el hongo venenoso, que se expande en el campo hace un par de décadas en las siembras modernas, mientras las huertas se ríen tipo jajajaj.

El nervio morado que administra los enojos asoma cuando hay intereses ocultos en la risa del oscuro comerciante. Esos nervios, extranjeros a la poesía, se enferman de furia y finalmente se desploman. Logran girar la llave del suministro de entusiasmo hacia la pizza con champagne, es algo así como la resignación de la felicidad opuesta a la de las clases populares. La verdadera alegría del corazón.

La sonrisa genuina se ve en las corridas al tren, de los albañiles que salen de la obra y regresan a sus casas, en los barrios del conurbano y el sur de la ciudad. Esa sonrisa da cátedra con la imagen de una aorta dilatada en la cara.

El trabajo, el oficio y la paga de los viernes, ordenan la felicidad trabajadora. Tan simple y verdadero que nada tiene de semejanza con la explicación teórica de los economistas estrella.

El siglo XXI marca el descubrimiento de la sonrisa de la mujer. Y nos viene a mostrar cuanto nos embruteció pensar que la misma era una virtud solo del hombre.

La postal de la sonrisa argentina, en su pronombre masculina, podría presentar tres manifestaciones. Le vale el mote de “la sonrisa del pueblo” porque no se instalaron con teorías sino con la representación popular, sin coucheo previo ni cálculos tecnológicos. Influencer de un encanto nacional y popular que nada tiene que ver con el embrutecimiento.

La sonrisa gardeliana creció florida en celeste y blanco con identidad nacional. Luego emergió otra que tuvo un hilo de continuidad invisible, en la mitad del siglo XX, con la del General Juan Domingo Perón. Será que cuando hay proyecto de Nación nace la sonrisa popular y marca cada época desde la concepción colectiva y construcción de ciudadanía. Una lucha de transformación social que, hasta el día de hoy, aún con sus errores, es el único proyecto de soberanía y desarrollo que se discute, para gobernar nuestra excéntrica idiosincrasia.

Los procesos tienen las caricaturas de la sonrisa y dejan huellas en los años, de la falta de valorización y defensa de la identidad nacional.

Lleva, una vez más, con el espíritu de Nación que une, la alegría natural del pueblo, con la planta potabilizadora de entusiasmo maradoniana que le pone a la celeste y blanca una sonrisa inquebrantable.

Las épocas marcan la amplitud de la sonrisa verdadera. Me llamó la atención un comentario anónimo, que sobrevoló cuando pasé caminando por una parada del colectivo 39 frente a la estación Federico Lacroze:

-Ayer vino a la fábrica un candidato que quiere ser presidente y nos habló una hora con una sonrisa que aparecía, cada tanto, como la alarma del despertador. Sonaba cada 10 minutos, mientras no había nada para reír. Los discursos están llenos de la palabra “amor” con gestos de odio y posturas violentas, y la sonrisa aparece para cerrar la idea de que los votemos-.

-El amigo le respondió: “Eso es la sobredosis de coucheo, nos tratan de estúpidos y creen que porque ganamos una miseria somos payasos como Gaby, Fofó y Miliki”-. Al final me di vuelta y se reían a carcajadas.

La de ellos es esa sonrisa que no embrutece, pensé mientras casi me llevo por delante un cesto de basura mal puesto en la vereda.

En el chat imposible de Gardel y Perón, se pincharon estos fragmentos y alguien se los olvidó en una oficina del centro:

Una risa de mas, la que verduguea al que no se puede defender, es la que después vuelve a nosotros para recordarnos lo chiquitos que somos. En cambio, la sonrisa fresca, es el comienzo espontaneo de una amistad.