"¿Qué puede hacer un hombre que no sabe que es portador de una vida que tendrá que devolver?" se preguntaba el poeta y periodista Hugo Diz en uno de sus Aforismos procaces, editados en 2017 con la poesía reunida que le fue publicando Ciudad Gótica a lo largo de lo que va de este siglo. En el anterior, fue el poeta épico del Rosariazo. Los fílmicos versos de su poema "Secuencias de mayo", publicado como parte de su libro Manual de utilidades (Rosario, Ediciones La Ventana, 1976), le ganaron ese sitial. Ayer, le llegó la hora de devolver la vida que portaba desde 1942. Murió en la ciudad que lo vio nacer: Rosario. Allí lució en años maduros su ubicua figura de estampa inconfundible: la quijotesca barba completamente blanca y la vestimenta anticuada pero de una pulcritud ejemplar, una condensación entre hidalgo y dandy. Fue suya la voz que se alzaba para denunciar las injusticias patronales en su rol de primer secretario general del Sindicato de Prensa Rosario con el retorno de la democracia, y también era suya la voz que al final de la noche bohemia de poetas (mientras hubo noche, mientras existió bohemia) se alzaba para cantar unos tangos entonados con fervor, en una afinación inverosímil que resistía toda ingesta de elixires. Fue tan querido por sus colegas como aborrecido por las enemistades que supo ganarse. No lo rozaron ni el escándalo ni las quejas: un aura de amor incondicional rodeaba su trayectoria y la singularidad de su presencia. Era el vate, que podía permitirse todo. Era nuestro bardo homérico (y lo fue en más de un sentido de ambos términos). Fue el poeta épico del Rosariazo; llevaba esa credencial.

Ya devolvió aquella vida que portaba, como un saco almidonado más o un pañuelo de seda de taita cantor de tangos que retorna al placard. Con esa misma elegancia de otro siglo la habrá dejado colgada en una percha. En realidad no hay forma de saber qué vio, o qué pensó, o quién habrá venido a buscarlo desde el arrabal que lo esperaba más allá de las vías de lo visible. Se fue, se piantó, se piró, se las tomó, se rajó con lo puesto, con la sola luz de su música. Queda su obra: El amor dejado en las esquinas (Buenos Aires, Falbo Librero Editor, 1969), Poemas insurrectos (Rosario, Ed. Rosario Poesía, 1971); Algunas críticas y otros homenajes (Rosario, El Lagrimal Trifurca, 1972); Historias, veras historias (Buenos Aires, Schapire Editor, 1974); el ya mencionado Manual de utilidades (1976); Canciones del jardín de Robinson (Rosario, Ediciones La Ventana,1984); Las alas y las ráfagas (Rosario, Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario, 1985); A través de los ríos y los mares (1986/87, publicado en Rosario, Ed. Los Lanzallamas, 2000); Baladas para Marie (Rosario, Ediciones Krass, 1988); Ventanal (Rosario, LETT Ediciones,1990), y La lírica y el exabrupto (Rosario, Héctor Dinsmann Editor, 1997).

Aquellos libros hoy incunables, publicados muchos de ellos en sellos independientes, patriadas de amigos de la poesía o de poetas amigos, fueron reeditados en Palabras a mano, los tomos que fueron saliendo con su poesía reunida por Ciudad Gótica a partir de 2003. El primero vio la luz en agosto de ese año, bajo el título Poemas escogidos (1969-1983). Le siguió, en febrero de 2004, el Tomo II, Poemas y aforismos escogidos (1985-1997). Hubo en marzo de 2011 un Tomo III de Poemas y aforismos inéditos (1998-2002) al que siguieron, en sendos tomos, más aforismos inéditos y misceláneas; y, en 2017, un sexto tomo con más de 400 epigramas: Aforismos procaces (2012/2016). Como letrista de tangos, escribió "Tristeza en los andenes", una de las canciones que forman parte de un disco grabado con música de Litto Nebbia. Incursionó en las artes visuales, con collages y fotografías.

Integró, con Elvio Gandolfo, Eduardo D'Anna y otros colegas, la redacción de la revista de poesía El lagrimal trifurca, editada en Rosario entre 1968 y 1976 por la imprenta de Francisco Gandolfo e hijos. Forma parte de la antología 200 años de poesía argentina (2010). Fue corrector y periodista en varios medios locales (y es posible que una leyenda urbana basada en él y en sus compañeros haya inspirado a Manuel López de Tejada su novela La culpa del corrector). Fue un sindicalista combativo. Coordinó el Festival de Poesía de Rosario y leyó en el Festival de Poesía Latinoamericana en Viena, Austria. Poemas suyos fueron traducidos al ruso, al francés, al húngaro, al italiano y al alemán.

Sobre “Secuencias de mayo”, opina el editor Norman Petrich que "es uno de los mayores poemas políticos de la historia literaria de Santa Fe... una reconstrucción literaria de las protestas que coparon el mismísimo centro de Rosario a partir del 16 de mayo (de 1969). No utiliza nombres, pero no son necesarios para identificar los graves hechos desencadenados por la represión y reconocer en el texto el asesinato de Adolfo Bello y el de Luis Blanco".

El poema está completo en Internet. El ritmo de los versos tiene el beat implacable de la música de su tiempo, que aún sigue siendo actual. El lenguaje se vale de la anacrónica colocación del pronombre ("Míranse, háblanse, dícense cosas/ sin conocerse... míranse buscándose") para reforzar el ritmo y producir un efecto de extrañamiento. El relato es, según testigos que han leído el poema, fiel a los detalles del acontecimiento. El punto de vista, para ese mismo lenguaje enrarecido y vanguardista, se sitúa como una cámara en una atalaya privilegiada y panorámica ("Mírese desde el piso duodécimo la ciudad"). A la manera de una crónica, un diario o una serie de noticias -o a modo de estribillo, sugiere Petrich- el poeta va intercalando las fechas: "Era, súpose, un día de mayo, el 17". Aquel "súpose" traduce a la lengua poética un "se supo" cuyo "se" impersonal lo universaliza.

Las voces entrecomilladas (“¡Han muerto un Compañero!”) y las precisas imágenes del acontecimiento (Algo/ se mueve entre la multitud/ se mueve como tortugas filmadas/ a 8 cuadros por segundo, algo se mueve, / una marea de brazos...") configuran el vértigo de un documental literario que produce, como efecto de lectura, una re-experiencia de los hechos en tiempo real. Es este de Diz un poema épico de la segunda mitad del siglo XX, enriquecido por el cine. Es un texto central para una tradición regional, objetivista pero antes exteriorista, que elude al yo y lo sustituye por una voz entre periodística y colectiva; y aquel compromiso de la poesía con la Historia en presente simple surgía del contexto latinoamericano. Hugo Diz estuvo ahí, vio todo, lo contó. 

Y ya se fue, pero nos quedan las palabras: https://www.agenciapacourondo.com.ar/fractura/secuencias-de-mayo-el-rosariazo-como-poema-politico, y aquel tango (https://youtu.be/Mcc17s3oY4g) y su voz: https://www.lacanciondelpais.com.ar/notas/literatura/poetas-del-pais/lectura-de-hugo-diz.html