En la última década del siglo XX, una pareja de amantes estadounidenses -él, un empresario de cosmética y él, un profesor de ballet- encontró una foto vieja en un paquete de una tienda de antigüedades de Dallas. La imagen databa de 1920 y mostraba a dos muchachos abrazados delante de una casa que se contemplaban con una evidente mirada de complicidad amorosa.

Un año después, en una subasta digital, la misma pareja halló un retrato diminuto de dos soldados de los años cuarenta posando mejilla contra mejilla. La foto estaba enmarcada en art decó con la frase “Tuyo siempre” grabada en el cristal.

A partir de entonces y durante veinte años, Hugh Nini y Neal Treadwell, nombres de pila de la pareja, se dedicaron a bucear paquetes de fotos en mercados de ocasión, anticuarios, viejas cajas de zapato, subastas virtuales y tiendas de antigüedades. También navegaron por internet en busca de vendedores especializados o que tengan en su poder álbumes de hombres que se miraban entre sí con sentimientos apasionados.

Con el paso del tiempo llegaron a acumular una colección de más de 2800 fotos antiguas de jóvenes enamorados: obreros, militares, soldados, marineros, burgueses, estudiantes, empresarios, entre otros- en un arco temporal que se extiende a lo largo de poco más de un siglo entre 1850 y 1960.

En algún momento, percibieron que habían atesorado un verdadero documento histórico que podía ayudar a otros gays. Así surgió “Loving. Una historia fotográfica”: la decisión de publicar y transformar en libro la colección. De esa manera, impartían verdadera justicia poética: salían a la luz los amantes anónimos que probablemente hayan tenido que vivir su vida ocultando sus emociones. Amores prohibidos y rostros destinados a ser enterrados, perecer o caer en el olvido encontraba una de las eternidades posibles de los humanos. Hugh y Neal se convirtieron en guardianes de la memoria amorosa gay.

Las erotopías de Hugh y Neal

En principio, la colección de fotografías sirvió para que Hugh y Neal no se sintieran solos. El ver reflejados desde tiempos inmemoriales sentimientos y pasiones similares a los suyos tenía un efecto catártico. Frente a discursos moralizantes o condenatorios que impedían que pudieran casarse o mostrar su afecto en público esas imágenes románticas hacían pensar que no había nada de malo en el amor entre varones, sino que, por el contrario, podía ser alegre, ennoblecedor y orgulloso.

Los lugares del mundo representados por las fotografías recopiladas en “Loving” son Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, Italia, Alemania, Bulgaria, Croacia Serbia, Hungría, Australia, Japón, Singapur, China, Checoslovaquia, Estonia, Rusia, Portugal, Austria, Dinamarca y varias naciones de América del Sur…

Pero la geografía expresa el lenguaje universal de las parejas amorosas: la proa de una embarcación, las ramas de un árbol, en bicicleta, en la playa, en un bosque, apoyados en un automóvil, acostados en el pasto o en las cumbres de una montaña o sentados o reposando sobre un lecho. Más allá de eso, no era el lugar lo que les interesaba a Hugh y Neal ni lo que los decidía a que la fotografía formara parte de la colección sino la mirada entre los varones. Tenía que ser una mirada evidente de varones enamorados, una expresión del amor que solo podía leerse en términos eróticos. Tal como lo expresan en el prólogo “la mirada que tienen las personas cuando están enamoradas es inconfundible. No se puede fingir. Quien alberga ese sentimiento no puede ocultarlo”.

A sabiendas o no, Hugh y Neal evocaban a Foucault cuando expresaba: “La gente puede tolerar a dos homosexuales a los que ve irse juntos a darse un revolcón sexual luego de levantarse en la calle. Pero sí al día siguiente están sonrientes, cogidos de la mano y abrazándose tiernamente, entonces no tienen perdón. No es la salida por placer la que es intolerable, sino la ternura del día siguiente, el despertarse felices”. Son esos momentos de plenitud tranquila que preceden al sexo lo que reflejan estas imágenes. Ahí radica su subversión política. Y su belleza.


Cien años de amor, fotografía y homosexualidad

1850-1960, lapso que cubren estas fotografías no casualmente coinciden con el siglo largo de la homosexualidad como delito y enfermedad. En efecto, la palabra homosexual es acuñada por primera vez en una carta del 6 de mayo de 1868 por el militante austríaco Karl María Bertbeny, pero más pronto que tarde, es apropiada como categoría por la psiquiatría, la vigilancia policíaca, el castigo jurídico y la perversión médica. Entonces las miradas de amor recopiladas por Nini y Treadwell son, entre otras cosas, imágenes de resistencia a un siglo de persecución, medicalización y crímenes de odio contra los gays.

Pero esos cien años representan también los años de la fotografía. Ese instrumento mágico que hizo que gente que murió hace tiempo perduraba viva y feliz, congelada en un instante.

Gracias a Nini y Treadwell, las parejas de enamorados viven felices y para siempre como en los cuentos de hadas o en las ficciones románticas. Muchas de esas fotografías respiran el ansia palpable de sus protagonistas de dejar huella: de, al menos, dejar grabados en la luz los sentimientos entre varones que experimentaron en su paso por el mundo.

“Loving” devino un libro clásico de la fotografía homoerótica al nivel de los efebos retratados en Taormina por el Baron Von Gloeden, de los chongos dotados de Bruce Weber o las celebridades y santidades de Pierre et Gilles, entre otros. Pero la particularidad de la colección Hugh Nini y Neal Treadwell es que inspiran más alegría y ternura que sexualidad (aunque algunas no están exentas de concupiscencia) y que se trata de seres anónimos de los cuales probablemente no lleguemos a saber nada y que en el misterio de sus historias amorosas radica su encanto.

De paraguas, “bodas” y soldados

Las fotografías guardan perlitas y misterios que constituyen verdaderas pistas de la historia cultural homoerótica. ¿Qué complicidades establecían los modelos con las y los fotógrafos? Sin arquetipos cinematográficos o visuales de amor homosexual ¿Imitaban las poses de las familias y los amores heterosexuales o creaban las propias? ¿Era riesgoso hacer o conservar las fotos en algunos contextos? ¿Qué buscaban los varones al dejar plasmado en el celuloide amores prohibidos?

Entre 1850 y hasta aproximadamente 1930, hay recurrencia de parejas que posan juntos bajo una sombrilla o un paraguas, lo cual era un guiño de amor gay. Hay una serie de fotografías de soldados que hubieran fascinado a Dumezil y a Foucault. Escenas de amor, de camaradería masculina, de cierta inocencia amorosa, de fervor mutuo mientras la muerte rondaba, la pasión en el albur de la vida y la muerte. Constituyen respuestas a lo que no sabemos: los afectos encendidos, las revoluciones amorosas entre varones que pueden desencadenarse en guerras sin sentido, en matanzas tremendas y ridículas. Parafraseando a Foucault: “Una tupida red de afectos entre amigos y amantes que les permitía seguir combatiendo, viviendo juntos, unos sobre todos, atascarse entre el lodo, el estiércol, morir de hambre y despertar ebrios por la mañana”.


Son todas fotografías de fugaces momentos felices en tiempos oscuros. Parejas bailando, mirándose a los ojos, riendo a carcajadas, acostadas, besándose, durmiendo uno encima del otro, algunas de grupos de varones con amigos y enamorados respirando comunidad. Una de las fotos que devino más célebre es la de dos jóvenes sosteniendo un cartel que reza "Not married, but willing to be" (Aun no estamos casados, pero nos gustaría). En esa misma línea son llamativas algunas “fotos de casamientos” obviamente simuladas en épocas en las cuales los derechos civiles eran una utopía casi inimaginable. Entonces, las fotografías cumplían el rol mágico de hacer realidad los sueños o ingresar en un mundo de fantasía donde de veras era cierto el amor y era posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tenían por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la Tierra.