La teoría del derrame fue un intento de legitimar la desigual distribución del ingreso que provocan las políticas liberales. Según esta teoría, la concentración del ingreso en los más ricos, permitiría financiar inversiones que luego derramarían en empleos y salarios sobre el pueblo. En Argentina se utilizó para legitimar el régimen de convertibilidad cuya crisis sólo derramó miseria. Luego, el kirchnerismo aplicó la teoría del derrame inducido, donde las políticas públicas (paritarias, moratoria jubilatoria y suba de la mínima, AUH) se encargaron de derramar sobre la mayoría de la población las riquezas que el mercado le negaba. 

 Un reciente editorial de La Nación critica el derrame inducido por el kirchnerismo ya que genera “un gasto público monumental para atender sueldos, subsidios, jubilaciones y pensiones”. “Esa carga configura el costo argentino que quita competitividad, demora las inversiones, alarga el desempleo y empuja a la pobreza”, sostiene. Por eso aclara que “el capitalismo en serio no funciona como una mesa de ricos que derraman migajas al suelo de los pobres... En el capitalismo verdadero cualquiera puede sentarse a la mesa y no son migas las que caen, sino excluidos que ascienden hasta ella. Esa inocultable realidad impulsa a miles de familias a buscar un futuro en Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania. No cruzan alambrados ni se embarcan en chalupas para esperar el derrame, sino en pos de una vida mejor”.

 El ejemplo de la masa de migrantes que “cruzan alambrados” y “se embarcan en chalupas” desde la periferia global hacia los países ricos es una buena ilustración de las escasas chances de ascenso social que brinda el capitalismo actual. Las masas no emigran del socialismo hacia el capitalismo, sino del capitalismo periférico hacia el capitalismo central. Es decir, esa marea migratoria es una muestra del carácter excluyente del capitalismo liberal, que concentra la riqueza social y territorialmente en un sector minoritario de la población y del mundo. La falta de instituciones globales democráticas con poder real impiden hacer derrame inducido a nivel internacional. De esa manera, las desigualdades entre países superan ampliamente las sociales al interior de cada país y muestra el capitalismo liberal en toda su crudeza: millones de pobres del mundo arriesgando su vida para acercarse a los territorios donde se concentra la riqueza.

 Tal vez esa sea la forma de ascenso social que piensan los editorialistas que proponen bajar el “costo argentino”, o sea, el “ingreso de los argentinos” si se lo mira del otro lado del mostrador. La baja de “sueldos, subsidios, jubilaciones y pensiones” empujará a la pobreza a millones, deprimiendo el consumo interno, las ventas empresariales, la producción y el empleo.

@AndresAsiain