Muy cerca de que se cumplan los 100 días que tiene de duración documenta, la muestra de arte contemporáneo más importante del mundo con sede en Kassel, todo indica que esta edición número 15 -en la que participaron los colectivos argentinos Serigrafistas Queer y La Intermundial Holobiente- es un punto de inflexión.

El aterrizaje del sur global en territorio europeo tuvo como respuesta una contundente acusación política, institucional y mediática de antisemitismo seguida de censura. ¿Qué sucedió en esta documenta 15 que expuso un racismo estructural en el contexto del arte político?

Entender lo que se puso en juego de manera inédita en esta documenta puede estar sostenido, en principio, por dos hilos conductores: el primero es que de manera subterránea pero con un eco revelador, en Kassel hay muchxs que afirman que este no fue el Documenta 15 sino más bien el Lumbung 1; el segundo es que a pocos días de la inauguración de la obra, la obra “Justicia Popular”, un mural de 20 metros de altura del colectivo de artistas indoensios Taring Padi, fue retirada de la plaza Fredicciano por ser denunciada como antisemita.

El primer hilo, el lumbung, es la propuesta curatorial del colectivo indonesio ruangrupa, elegido por un comité de artistas como el colectivo encargado de curar la bienal. La palabra, que hace referencia a un granero de arroz que representa el hacer comunitario, se metió en el corazón de Europa y más precisamente en las arterias de una Alemania que, frente a la estampida de los más de 60 colectivos artísticos convocados por ruangrupa, respondió con censura, estigmatización y vamos decirlo con todas las letras: pánico al sur global.

Como bombas de semillas en las 32 sedes de la bienal que tiene casi setenta años de existencia, las propuestas artísticas de los colectivos formaron una especie de campo de germinación experimental en donde el objetivo siempre estuvo claro: el lumbung tenía que proyectarse mucho más allá de los 100 días que durara Documenta y además, venía a discutirlo todo hasta el hueso.

El martes 21 de junio, dos días después de la inauguración de Documenta, artistas y activistas habían llegado a Kassel para ver como: primero se tapaba el mural “Justicia Popular” con una tela negra, y horas más tarde, entre andamios de varios metros de altura se bajaba definitivamente. La obra en cuestión, fue creada en 2002 para representar el militarismo y la violencia que vivió Indonesia durante los 32 años de dictadura de Suharto (1967-1998). Horas antes de la bajada del mural, muchos de los colectivos que forman parte de la bienal, habían convocado una asamblea espontánea para comunicar y discutir sobre lo que había sucedido: entre las decenas de caricaturas que estaban dibujadas en el mural, había un policía antidisturbios con rostro de cerdo, que lleva un pañuelo al cuello con una estrella de David y un casco con la inscripción "Mossad” y detrás de un payaso se puede reconocer la caricatura de un judío ortodoxo con un sombrero con las SS nazis. Esas imágenes fueron suficientes para acusar al colectivo Taring Padi de antisemita y desatar una ola de persecución que todavía continúa .

Con una excesiva espectacularización mediática como escenario, desde el Management de Documenta decidieron conformar un comité “científico” para revisar las obras y asegurarse de que ninguna tuviera contenidos antisemitas. Frente a la advertencia, muchos de los colectivos -incluido el mismo Ruangrupa- comenzaron un proceso de organización, un hacer comunitario de resistencia frente a la censura y estrechamente vinculado con la idea de lumbung: crear redes de solidaridad, compartir el conocimiento y hacer de la creatividad y el arte una herramienta de lucha, siempre como parte de una comunidad.

Aquel día de la censura, frente al mural se escuchó en inglés la palabra “vergüenza”, hoy casi 100 días después la vergüenza es una palabra que queda pequeña frente a la magnitud del hecho: cualquier visitante a la bienal puede tomar una foto de cualquier obra que interprete como antisemita y denunciarla, esto en territorio alemán no solo implica la posibilidad de la censura si no también un enorme problema con la justicia: una acusación de antisemitismo puede devenir en una causa federal encarcelable.

A partir de la bajada de la obra de Tading Padi,

criticas al Estado de Israel o expresiones a favor del Pueblo Palestino estuvieron en la mira de un panel asesor científico, designado por el Consejo de Supervisión de Documenta gGmbH. El pasado 11 de septiembre, el panel presentó un informe preliminar en donde se solicita la cancelación del proyecto cinematográfico “Tokyo Reels”, obra del colectivo palestino Subversive Film que reúne una serie de películas inéditas realizadas entre las décadas de 1960 y 1980 sobre las relaciones políticas y militantes entre Palestina y Japón. El comité sostiene que en las piezas cinematográficas “legitiman el odio a Israel y la glorificación del terrorismo” y que “los graves problemas de documenta quince consisten no sólo en la presentación de obras aisladas con imágenes y declaraciones antisemitas, sino también en un aspecto curatorial y organizativo que ha permitido un ambiente antisionista y antisemita”. Frente a la presentación de este informe los colectivos de artistas, equipos curatoriales y artistas individuales que siguen organizades junto a Ruangrupa emitieron un comunicado en donde la premisa fue muy clara: si en Alemania se va a hablar de antisemitismo, también hay que hablar de racismo, xenofobia, discriminación por género y sexualidad y colonialismo: “vemos que atacar a los artistas palestinos es el punto en el que se encuentran nuestras luchas anticoloniales y se ha convertido en un punto focal para el ataque. El racismo anti-musulmán, anti-palestino, anti-queer, transfobia, anti-romaní, abelismo, castismo, anti-negro, xenofobia y otras formas de racismo son racismos con los que la sociedad alemana debe lidiar además del antisemitismo”.

El próximo 25 de septiembre es el día de clausura de la bienal, todo parece más abierto que cerrado, sobre todo las heridas que desde el sur global se vienen lamiendo hace rato. Esta vez, la misma Documenta, dio la posibilidad que lo hicieran en comunidad, tal vez como nunca antes, colectivos de artistas que luchan contra injusticias sociales en geografías distintas y alejadas entre sí, pudieron encontrarse cuerpo a cuerpo en territorio europeo y dejar una huella que se llama lumbung y que recién está empezando a dar sus primeras zancadas.