Pantalla partida al medio, vertical, a la izquierda se ven los arreglos escandalosamente corruptos entre la FIFA y el reinado de Qatar en 2018 para otorgar la siguiente sede del Mundial. Y a la derecha se ve el partido inaugural Qatar-Ecuador, en 2022, con los simpatizantes cataríes abandonando el fastuoso estadio mundialista en el primer tiempo. Los espantó la bochornosa actuación de su Seleccionado. La monarquía catarí y la FIFA quedaron expuestos. Nunca la apertura de un Mundial había dejado semejante imagen sórdida. Desidia, impericia y desinterés por el deporte por parte de les anfitriones e irresponsabilidad rayana en el cinismo por parte de la FIFA.

Una pantalla como la propuesta se puede armar con videos de archivo periodístico y judicial sobre la corrupción entre los popes del fútbol y ciertos espónsores y países, por un lado; y videos contemporáneos del bochorno que protagonizó Qatar en su primer encuentro (con Ecuador) del Mundial 2022, por otro lado. Pero curiosamente estas evidencias no manchan la pelota que, para felicidad de multitudes, sigue rodando.

Y dale alegría, alegría a mi corazón. Es lo único que te pido al menos hoy y dale alegría, alegría a mi corazón. Afuera se irán las penas y el dolor”, entona Fito Páez en su canción dedicada a Fabiana Cantilo, sin imaginar que se iba a convertir en un himno popular cantado por amantes del fútbol local e internacional. Además, pasó a ser el estribillo más utilizado para alentar a Maradona y, de paso, pedirle un regalo: que done alegría.

En los rituales paganos la hecatombe consistía en sacrificar numerosas víctimas en el altar de los dioses; actualmente se le dice hecatombe a un suceso destructivo que abruptamente destruye vidas, como las de miles de trabajadores golondrinas de Qatar muriendo en el altar del capitalismo. Estadios faraónicos construidos contra reloj y sin seguridad laboral, explotación de seres humanos. Hay instituciones que se sostienen sobre historias mafiosas y discriminadoras, como la FIFA, no obstante, sus entretelones corruptos no interfieren en la alegría de las hinchadas ni en el deseo colectivo del regalo: ganar la Copa.

Ahora bien, ¿por qué regalo?, ¿acaso quién gana no es por mérito propio? Sí y no. Sí, porque un equipo que no se esfuerza no llega a la instancia final. No, porque también interviene el azar. Muchos imponderables entran en juego, por eso la alegría es un regalo.

Aunque un regalo es una aporía, un acto cuyo significado está plagado de contradicciones. A tal punto que Jacques Derrida, en Dar (el) tiempo, se pregunta si el don (la donación, el regalo) es realmente posible. Si bien se parece al intercambio, no es lo mismo. En el intercambio cada una de las partes da y recibe retribución. Por el contrario, el regalo propiamente dicho se tributa sin esperar recompensa, rompe con las prácticas económicas, se brinda gratuitamente. Aunque, ¿eso es posible? Quien regala espera compensación, aunque sea simbólica: un agradecimiento, un refuerzo de la autoestima. 

Pero muchos son los llamados y pocos los elegidos (precepto bíblico-futbolístico). Treinta y dos seleccionados, solo una Copa. Sin embargo, les perdedores también obtienen su regalo -aunque es un presente griego- una Yegua de Troya pariendo desengaño (hubo deportistas a los que una mala jugada mundialista les estropeó o les costó la vida).

Dejando de lado el dispositivo corrupto y económico dantesco que pulula en este evento, ¿qué busca la afición?, ¿sentido de pertenencia?, ¿ese que quizá no se logra a nivel político-social o personal y que ningún evento deportivo podrá otorgar? En los mundiales se manipulan emociones, símbolos patrios, himnos, merchandising alusivo, proclamas épicas, fuerzas incomprensibles que mueven a multitudes a suspender sus tareas, detener el mundo e hipotecarse por el fútbol. 

Algunos sistemas laborales cambian sus programaciones a partir del calendario del torneo, existen distritos que otorgan asueto el día que juega su Selección y alientan a les jugadores como a héroes. Las hinchadas, ¿qué esperan? Jugadas virtuosas, estímulos diferentes, camaraderías, emociones y, sobre todas las cosas, obtener el regalo final: ganar, alcanzar el primer puesto.

¿Se tratará de un “regalo” de oscuras argucias de millonarios?, ¿o de la vida? ¿O el regalo será, como piensa Derrida, una imposibilidad, una paradoja irresoluble? Tal vez en sentido fuerte sí; pero en sentido amplio no. Pues nos sentimos especiales bajo el influjo mágico del regalo, esperamos el don y cuando llega, festejamos.

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Hitler victoreando los Juego Olímpicos en Alemania 1936 o Videla gritando orgiásticamente en el Mundial 1978, en fin, jefes de Estado con manchas de sangre en las manos coimeando para ser elegidos. Ser sede de un evento mundial coloca en una vidriera cósmica. FIFA Uncovered es un documental de Daniel Gordón que muestra al desnudo los orígenes de la federación futbolística y su transformación corrupta. Pero desde una mirada extramoral, el Mundial es una gran fiesta y es del orden de la alegría. Sin embargo, sabemos que está atravesado por turbios intereses, que en el actual país anfitrión rigen penas extremas contra las sexualidades no binarias, que están prohibidos los partidos políticos y que se aplica un sometimiento a la mujer de tal magnitud que si es violada se la juzga como adúltera y se le puede aplicar pena de muerte. La violencia de género no es delito y la mujer debe ser tutelada por un hombre. Un Mundial no va a cambiar la opresión, pero está cambiando la imagen de ese país machista y discriminador, les está otorgando visibilidad a las víctimas de un sistema misógino y homo-trans-xenofóbico. Por otra parte, la violación de los derechos y la discriminación no son nuevas en sedes de la celebración mundialista, pero en Qatar está siendo un boomerang para el país anfitrión y para la FIFA, un regalo griego, el Caballo de Troya en Qatar además de mostrar las opulencias hiperbólicas del pequeño país, dejó al descubierto la fangosa eticidad de su monarquía absoluta. Crecen las denuncias, las renuncias, los repudios, el desprestigio. Pero el himno futbolístico no deja de sonar. “¡Dale alegría, alegría a mi corazón! ¡Afuera se irán las penas y el dolor”! (Así tarareamos nosotres post Argentina-México).