Los libros del “ejecutante prodigioso”, uno de los escritores argentinos más destacados del siglo XX, ganador del Premio Cervantes de Literatura en 1990, vuelven a circular. “La obra sale de toda relación con los movimientos que la hicieron. Tal vez la magia dependa de esto: había que aplicarse a las partes, a la dificultad de plantar cada flor y alinearla con la precedente”. La inolvidable voz del fugitivo, un expresidiario que se esconde en una isla del Caribe y comienza a escribir un diario cuando ve que llega un grupo de turistas, reformula el comienzo como escritor de Adolfo Bioy Casares (1914-1999) en La invención de Morel, novela publicada por primera vez en 1940, cuya trama Jorge Luis Borges calificó como “perfecta”. Antes hubo seis títulos editados y luego expurgados para siempre por considerarlos “horribles”. Bajo la consigna “Todo Bioy, de nuevo en librerías”, la editorial Alfaguara publica la Biblioteca Adolfo Bioy Casares en 15 volúmenes con nuevas ediciones revisadas por Daniel Martino y tapas diseñadas con imágenes de grandes fotógrafos argentinos (Aldo Sessa, Horacio Coppola, Sofía López Mañán, Pedro Raota, Oscar Pinto). La nueva edición será presentada este martes a las 19 en la sala Augusto Raúl Cortázar de la Biblioteca Nacional por Esther Cross, Carlos Gamerro y Gonzalo Garcés.

Tímido y audaz

La Biblioteca Adolfo Bioy Casares incluye sus novelas y volúmenes de cuentos más conocidos (La invención de Morel, Diario de la guerra del cerdo, El sueño de los héroes, Dormir al sol, La trama celeste, El lado de la sombra), así como títulos menos frecuentados (Guirnalda con amores, El gran Serafín), y agrupa en dos volúmenes sus últimos cuentos (Historias desaforadas, Una muñeca rusa y Una magia modesta) y sus últimas novelas (La aventura de un fotógrafo en La Plata, Un campeón desparejo, De un mundo a otro). También incluye sus Memorias, ilustrada con fotos; y un volumen de ensayos (La otra aventura y otros escritos). “Como todos los escritores que se convirtieron en clásicos, Bioy tuvo, tiene y tendrá numerosas y sucesivas ediciones. Por suerte, el público lector siempre se renueva y las reediciones apuntan a esos nuevos lectores”, dice Julieta Obedman, directora literaria de Alfaguara y agrega que la propuesta es publicar “todos sus libros en volúmenes independientes, salvo algunos que agrupan, en un caso todas sus últimas novelas, en otro sus últimos cuentos, y en otro más varios textos de diferentes géneros ensayísticos”. Obedman revela que el equipo de la editorial hizo “un trabajo muy dedicado de revisión de los textos, del armado de los paratextos” (las contratapas, las reseñas, los blurbs) y que en la parte gráfica, para las tapas, utilizaron fotos de grandes fotógrafos argentinos para tratar de seguir “una línea estética que respetara la época en que fueron escritos los libros y, al mismo tiempo, que resultaran atractivas para el lector de hoy”.

La idea central, explica la Directora Literaria de Alfaguara, es volver a ofrecer a los lectores los libros de ABC como fueron publicados originalmente, después de muchos años durante los que la última edición fue la de su Obra completa en tres importantes tomos que reunían toda su producción. La actual reedición parte de esos tres tomos ya revisados y establecidos. “Ernesto Montequin y Daniel Martino volvieron a revisar todos los textos no para modificar nada, sino porque al pasar de un formato de tres tomos a uno de 15 tomos, necesariamente hay que volver a leer y revisar cada página. En esta nueva lectura se aprovechó para corregir detalles y cosas mínimas que siempre se cuelan (estamos hablando de casi ¡3.000 páginas!), como es natural en una edición de toda la obra de un autor. Podemos decir que la edición de Todo Bioy Casares en Alfaguara es la Edición definitiva de la obra de ABC”, plantea Obedman a Página/12. La directora literaria de Alfaguara subraya que Bioy es “uno de los escritores más importantes de la literatura argentina del siglo XX” y que muchos de sus libros funcionan como referencias para escritores, guionistas, directores de cine y autores de series de las nuevas plataformas. “Su pericia, su inteligencia, su tono entre tímido y audaz, su manera de hablar del amor, de los sueños y de la muerte lo convirtieron en un autor que merece ésta y futuras reediciones”.

El niño que se interesó por la literatura cuando descubrió la biblioteca familiar donde abundaban libros de autores argentinos y extranjeros había nacido en Buenos Aires el 15 de septiembre de 1914 en el seno de una familia de grandes estancieros bonaerenses. “Para mí la literatura está dentro de la vida, es una parte de la vida”, precisó Bioy en una entrevista para destacar que la vida y la literatura no eran experiencias escindidas para él. En sus Memorias –incluidas en la Biblioteca Adolfo Bioy Casares que está lanzando la editorial Alfaguara-- reconocía que fue su padre quien le hizo las primeras correcciones de lo que escribía y que fue también quien lo ayudó a publicar su primer libro titulado Prólogo (1929), cuando tenía 15 años. Luego seguirían 17 disparos sobre el porvenir, Caos, La nueva tormenta o la vida múltiple de Juan Ruteno, La estatua casera y Luis Greve, muerto. Estos seis títulos, por decisión del escritor, no se reeditaron. Su amistad con Borges comenzó en 1932, cuando lo conoció en la casa de San Isidro de Victoria Ocampo. En 1940, Bioy, Borges y Silvina Ocampo publicaron la Antología de la literatura fantástica, puntapié de la difusión del género en el espacio literario de Buenos Aires. La madurez literaria quedó refrendada con La invención de Morel, a la que le siguieron otras novelas como Plan de Evasión (1945), El sueño de los héroes (1954), Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1973) y La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985), así como numerosos libros de cuentos, entre los que se destacan La trama celeste (1948), Historia prodigiosa (1956), El lado de la sombra (1962), El héroe de las mujeres (1978) e Historias desaforadas (1986).

Angustias del hombre contemporáneo

“¿No debe llamarse vida lo que puede estar latente en un disco, lo que se revela si funciona la máquina del fonógrafo, si yo muevo la llave? ¿Insistiré en que todas las vidas, como los mandarines chinos, dependen de botones que seres desconocidos pueden apretar? Y ustedes mismos, cuántas veces habrán interrogado el destino de los hombres, habrán movido las viejas preguntas: ¿Adónde vamos? ¿En dónde yacemos, como en un disco músicas inauditas, hasta que Dios nos manda nacer? ¿No perciben un paralelismo entre el destino de los hombres y de las imágenes?”. En La invención de Morel, Bioy prefiguró la realidad virtual con esa máquina que puede reproducir instantáneas que parecen reales y que llevan al fugitivo narrador a la confusión porque no puede distinguir entre las imágenes verdaderas y las falsas. En el prólogo que escribió para los relatos de Historias fantásticas, Bioy fundamentaba su inclinación por un género que ocupa un lugar central en sus cuentos y es más esporádico en sus novelas. “Escribo historias fantásticas porque mi mente me las suministra, porque soy feliz escribiéndolas y porque desde muy temprano sentí como una incongruencia el hecho de que esta vida que tenemos pueda bruscamente cesar. De chico me resultaba incomprensible que gente que había muerto estuviera ahí, en una fotografía, sonriendo”. En Bioy lo fantástico se despliega en la negación de lo real, en la especulación intelectual; por eso una parte importante de su obra está atravesada por las angustias del hombre contemporáneo, por el problema de la identidad, por el sueño y la ciencia, por la invención de máquinas fantásticas.

En Plan de evasión, novela de Bioy que dialoga con La invención de Morel, el teniente Enrique Nevers, enviado a trabajar en un complejo carcelario de máxima seguridad en la Guayana Francesa, deviene testigo del comportamiento inusual de los presos en sus celdas abiertas y llenas de espejos. No tuvo una buena recepción esta segunda novela, con la excepción de la crítica publicada en Sur en noviembre de 1945, firmada por Ernesto Sabato: “Pretendo hacer un vaticinio: Bioy Casares es sentimental y romántico aunque lucha por ocultarlo (y está muy bien que luche por ocultarlo); sus novelas se acercarán cada vez más a la condición humana, sus invenciones se mezclarán cada vez más con las miserias y las esperanzas de estos pobres seres que viven y sufren en un mundo terrible”. Roberto Bolaño, muchos años después, afirmaría que ABC escribió “la primera novela fantástica y la mejor de Latinoamérica, aunque todos los escritores latinoamericanos se apresuren a negarlo”.

Gran proyecto literario

Esther Cross señala que Bioy escribía “con soltura”. “Sus lemas y focos de interés sonaban simples. Decía, por ejemplo: ‘Si uno habla como un argentino, debe escribir como un argentino’. Escribía pensando en un lector deslumbrado por los libros, que esperaba mucho de ellos, como él. Lo decía con humildad, silbando bajo. Pero la soltura es un arte que domina. El ‘argentino’ de sus cuentos y novelas también. Ni hablar de sus historias. Esa soltura, además, es la clave de su vigencia literaria. El tiempo no pasa para sus libros”, pondera la autora de Kavanagh y La mujer que escribió Frankenstein. “La simplicidad de Bioy Casares (que sería más bien una nitidez perfecta y rara, porque no excluye el misterio), es la mensajera de un gran proyecto literario. Creo que encaraba la escritura como algo más que una cuestión estética. Una vez dijo: ‘Yo me he pasado la vida buscando modos de prolongar la temporada en este mundo. A lo mejor busco modos literarios con la secreta esperanza de encontrar uno verdadero’. Lo que más me interesa de su escritura es su manera de buscar esos modos, la mezcla inversamente proporcional de gran imaginación y timidez que tienen sus libros, su manera de contar la amistad, la calle y el pulso de las relaciones”.

¿La obra de Bioy quedó eclipsada por la de Borges? “Lo del eclipse de uno por otro se piensa con frecuencia pero no me intriga mucho. Lo mismo pasa con otros escritores, y no aporta nada sobre ellos –responde Cross--. En cambio, sí querría conocer algo de esa relación única. Por suerte, mientras ya se decía que la figura de Borges lo tapaba, Bioy escribía justamente el Borges que es, entre varias cosas, el testimonio de una amistad navegando el tiempo. Al lado de eso, el eclipse pasa a otro plano. Alguna vez Bioy dijo: ‘Para mí encontrar a Borges fue encontrar la literatura viva’”.