Enzo Jeremías Fernández tiene tan solo 22 años y ya deslumbró al planeta con su fútbol. Elegante y activo dentro del campo de juego, el pibe bonaerense que surgió de River Plate fue galardonado con el premio al mejor jugador joven de la Copa del Mundo y automáticamente los gigantes de Europa se interesaron en él. En la tarde de ayer, se confirmó su traspaso al Chelsea por 121 millones de euros y el jugador viajó a Londres, donde ya superó la revisión médica y se aguarda por la foto oficial con la firma.

Nacido en Villa Lynch, partido de San Martín, abrió su propio camino a la gloria cuando ingresó frente a México en Qatar y sentenció el partido con un golazo típico de su pegada. Fue fundamental para la obtención de la tercera estrella y los gigantes de Europa pujaron por él. Real Madrid, Liverpool y Manchester United mostraron interés por el sanmartiniano, pero fue Chelsea quien finalmente se quedó con él. El contrato se extenderá hasta junio de 2031, un plazo de tiempo considerables, que se corresponde con la inversión. El de Enzo es el sexto pase más caro de toda la historia del fútbol.

El club La Recova de Villa Lynch fue la cuna futbolística del joven talentoso que ayudó a su ídolo -un tal Lionel Messi- a alcanzar la gloria. Nacido el 17 de enero del 2001, el menor de cinco hermanos ya demostraba todo su potencial cuando era subido de categoría en el baby fútbol y se gambeteaba todo lo que se le cruzara. River puso sus ojos en él cuando tenía tan solo cinco años y no le erró. Dueño de un posicionamiento exacto y una pegada formidable, Fernández cuenta con el equilibro perfecto entre quite y juego que necesita un mediocampista moderno para estar en la elite.

En Qatar, el mediocampista cumplió dos funciones similares pero distintas al fin. La posición de interno –por delante de un mediocampista central, ya sea a la derecha o a la izquierda- es la favorita para desarrollar su fútbol. El hecho de tener un compañero de marca en sus espaldas no le quita de manera completa su responsabilidad defensiva, pero en un equipo que prioriza un estilo de tenencia como la selección Argentina, se libera y sale sumamente favorecido. Pese a ello, Lionel Scaloni optó por utilizarlo también como mediocampista central… y Enzo no falló.

Hoy todo es color de rosa. O dorado, mejor dicho. Pero lo cierto es que la realidad de Enzo no siempre lo fue. Cuando su crianza descansaba en las veredas de uno de los barrios fabriles más importantes del conurbano, Fernández se desdoblaba en esfuerzos por mantenerse en las inferiores del “millonario”. La falta de continuidad en las categorías juveniles y los problemas económicos de su familia lo llevaron a pensar más de una vez en abandonar todo. Su amor por River y la insistencia de sus hermanos hicieron que aprovechase las pocas oportunidades que se le presentaron en inferiores.

Cuando alcanzó su sueño máximo de debutar en primera división y con el club del cual es hincha, la vida le demostró una vez más que nada era fácil. Gallardo lo sentó un día a su lado y le dijo, palabras más palabras menos, que su juego le gustaba pero que en River no tenía lugar. Fue ahí donde apareció Defensa y Justicia, un club acostumbrado en los últimos años a agasajar jóvenes talentos de clubes grandes que no son tenidos en cuenta. En Florencio Varela, Enzo destapó la olla de magia y condujo al Halcón a la obtención de la Copa Sudamericana y la Recopa, en donde venció al avasallador Palmeiras. Apadrinado por el DT de ese entonces, Hernán Crespo, Enzo pulió de manera más detenida una de sus mayores virtudes: la pegada.

“Tenés una bomba en el pie, pero tenés que ser más inteligente”, le rogaba Crespo en las prácticas. La docencia que caracteriza al histórico delantero argentino permitió que Enzo perfeccionase al máximo todas sus cualidades. El joven sanmartiniano empezó a levantar la cabeza antes de soltar el bombazo y se dio cuenta de que en algunas ocasiones es mejor habilitar a un compañero. De allí devino otra virtud: mentir con el cuerpo. Fingir intenciones para ocultar ejecuciones. Si hay una característica suya a resaltar es la de mentir con el torso. Vista y movimiento hacia un lado, pelota y pie hacia el otro. Cuando uno quiere diferenciar a los buenos jugadores, sobre todo en Europa, debe detenerse en esas situaciones. El prestarle atención a qué hace un jugador antes de ejecutar, permite conocer la magia de los que marcan la diferencia. En ese grupo selecto está Enzo.

Su potenciación en Varela hizo que Gallardo pidiera interrumpir el préstamo. Volvió a Núñez para ser titular y campeón. Tras ello, vino el salto a Europa que lo posicionó en el Benfica de Portugal, en donde el primer mes lo tuvo como mejor jugador de la liga portuguesa. Sus actuaciones maravillosas en Champions League alteraron a la prensa europea, que comenzó a hablar de un nuevo talento argentino. Con la hinchada de Benfica, generó un vínculo tan lindo como fugaz, el cual se vio opacado por las acusaciones de la prensa lusa en medio de las negociaciones con Chelsea.

“Los blues”, tras varios intentos, acordaron con Rui Costa, presidente de Benfica, club donde se desempeñaba Enzo hasta ayer, el traspaso por 121 millones de euros. El monto, que transforma a Fernández en el jugador argentino más caro de la historia, se abonará en seis cuotas. La primera es inmediata junto a la firma, una cifra cercana a los 45 millones de euros, mientras que las cuotas restantes se pagarán de manera dividida. River contaba con el 25% del pase del jugador, motivo por el cual cobrará 30 millones de euros sumado a los 4 millones que percibirá por mecanismo de solidaridad.

Esta historia, la que terminó con la medalla dorada en el pecho de Enzo, el premio a mejor jugador joven en la mano derecha, la Copa del Mundo en la izquierda y la transferencia más cara de un argentino en toda la historia, tiene origen bonaerense. Villa Lynch dio vida a un talentoso futbolista que, pese a todo lo que se pueda imaginar, aun no tiene techo. Gracias a sus cualidades, fue el artífice directo que le permitió a Messi liberarse, divertirse, gambetear y bailar. Aquel pibe de San Martín que sufría por ver a su ídolo pasarla mal, fue testigo y partícipe del cierre de un círculo dorado que lo ubica a Messi como el mejor de la historia y a él como el jugador más prometedor.