La selección de los textos fue azarosa como todo lo que suele montar en teatro, dice el director Rubén Pires para explicar las razones por las cuales eligió seis piezas breves de Samuel Beckett para el espectáculo Hacela corta, Beckett que presenta en El Tinglado. Lo llamativo es que esas piezas en principio no le llamaban la atención, aunque su interés por el minimalismo expresivo de Beckett lo había llevado a montar Esperando a Godot y a escribir Beckett y el mundo de las abejas. Casi como un desa- fío personal, Pires decidió realizar las puestas de La mecedora (Rockaby) Monólogo, Va y viene, Ohio Impromptu, Pisadas y Play. El trabajo de adaptación pertenece a Hugo Halbrich y al propio director, con asesoría del especialista en la obra de Beckett, Lucas Margarit. 

“Los actores que hagan obras de este autor deben tener intensidad, buena dicción y disponibilidad física”, enumera el director a PáginaI12. El elenco está integrado por Jessica Schultz, Marina Tamar, Celeste García Satur, Gerardo Baamonde, Eduardo Lamoglia y Carlo Argento, algunos de ellos –como Baamonde y Lamoglia– con experiencia en textos de Beckett. Con la idea de integrar las piezas bajo un denominador común, el director recurrió a una música de aires circenses interpretada en vivo (“A Beckett le gustaba el circo y el humor de Buster Keaton y Chaplin”, aclara) además de ciertos elementos –pelucas y un maquillaje expresionista– que usan todos los personajes. “Busqué crear un clima de ironía festiva para darle un marco a ese humor ácido que tiene Beckett”, precisa Pires, quien aclara que el espectáculo arranca con las dos piezas de mayor intensidad, para luego abrir el juego hacia otras resonancias.

Luego del soliloquio de la mujer enlutada de La mecedora y de las reflexiones del anciano insomne de Monólogo, llega Va y viene, que reúne a tres personajes femeninos, “como si fueran ex compañeras de algún colegio religioso que se reúnen para hablar de lo que vivieron, aunque en verdad hablan de los sueños de adolescencia no cumplidos”, precisa el director. Junto a Play, la estética de esta pieza remite a los años ‘60, a encuentros sociales banales en los que se habla de lo que pudo haber sido y ya no es. Con el Impromptu de Ohio el espectáculo vuelve a ponerse oscuro, críptico. “Los personajes parecen dos sabios orientales sentados a una mesa, frente a un gran libro”, describe Pires. “Me hace pensar en un cuento de Borges porque en forma laberíntica los dos terminan siendo uno. El tema de discutir acerca de lo que es real y lo que es ficción es algo que a Beckett le viene de Pirandello: el arte termina siendo más verdadero que la vida misma y cada uno construye su propia obra de teatro, que es su propia vida”, interpreta Pires.

–¿Por qué antes no le llamaban la atención estas piezas cortas?

–Tal vez por haberlas visto interpretadas desde una enunciación literaria y vacía, a partir de una especie de doxa sobre lo que se supone debe ser la interpretación de Beckett. De manera que resolví provocarme a mí mismo y encontrarles otra mirada. 

–En Pisadas, una hija dialoga con su madre anciana, presente solo desde su voz. 

–Beckett trabaja allí la relación entre el amo y el esclavo, el fuerte y el débil, un tema que está en muchas de sus obras. En realidad, creo que los personajes de todas ellas arman un universo mitológico donde se los puede relacionar unos con otros.

–¿Respetó las indicaciones de escena de Beckett?

–Trabajamos los textos como si fueran partituras y el movimiento desde lo mínimo, como quería el autor. La de Beckett es una dramaturgia que le exige al actor una gimnasia emocional, intelectual y sensible muy grande. Como en Pisadas, donde el autor plantea una pieza musical de cámara, como si los actores tuviesen que ser como un trío de instrumentos en diferentes registros vocales. 

–¿Qué comunica el espectáculo al espectador?

–Beckett es un gran interlocutor para expresar preguntas sobre la vida. Y hablar sobre la muerte, un tema muy negado en Occidente, donde se la esconde como si no fuese posible tener un desprendimiento liviano de la existencia. Creo que la vida es un juego perverso, irónico, en el que todos creemos tener más incidencia de lo que en realidad tenemos. Percibo que somos inmigrantes en este mundo, que cuando nos damos cuenta de esto ya tenemos que partir.

* Hacela corta, Beckett. El Tinglado (Mario Bravo 948), martes a las 20.45.