"De día, visto desde adentro, es un vitral; de noche, visto desde afuera, es una lámpara". Así define el artista plástico Luis Rodríguez las transformaciones experimentadas por el Espacio Multicultural de la Fundación San Cristóbal (Italia 646, Rosario) a partir de la red calada que él creó como intervención monumental, de 6 metros de altura, en el vidrio curvo que mientras dure la muestra ya no integrará visualmente el interior y el exterior de la arquitectura del edificio, sino que permitirá apenas espiar de un lado al otro, como a través de unos visillos, cuya estructura de trama poligonal evoca el estilo morisco (en versión caótica y contemporánea). Una vez en el interior de la sala, es posible recorrer una muestra donde la bidimensión se complejiza a través de reflejos. Un tubo luminoso azul y otro rojo, cada cual en su caja, se reflejan sobre metal, produciendo la ilusión de una repetición de sí mismos que no solo los multiplica sino que agranda el espacio, a partir de una lámina cóncava, como en los espejos deformantes de los antiguos parques de diversiones. Además de estas dos obras que retoman conceptos y procedimientos que el artista había explorado en otra muestra rosarina, La forma fantasma (2016), y de la intervención en la arquitectura, lo que predomina son mosaicos de espejos como los que mostró (también en Rosario) en Imagen regresiva (2022, con Hernán Camoletto). Al contemplarlos, se disuelven como objeto coherente visible y devuelven al espectador su propio reflejo fracturado e irreconocible, como así también el del entorno. Un universo fractal se abre ante la mirada, traducción visual de la relatividad entre sujeto y objeto, o de un mundo concebido como sin límites firmes y precisos respecto del yo (o viceversa).

La exposición actual se titula Viajes de la luz. Se inauguró el jueves pasado y está hasta fines de junio. Nacido en Rosario en 1983, Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Nacional de Rosario, Luis Rodríguez estudió además con Luis Felipe Noé, y sigue su tesis de la pintura sin pintura ("El arte llamado pintura es el arte de la imagen, más allá del procedimiento que se utilice para lograrla"). Entre 2004 y 2008, Rodríguez codirigió con María Luque y Franco Vico el espacio Cordón Plateado. Vivió unos años en Buenos Aires, donde formó parte del Estudio Splash in Vitro con Manuel Ameztoy y Ernesto Arellano. Es autor de un mural en la técnica mosaico de espejos sobre la fachada del Museo de la Ciudad, en el Parque Independencia de Rosario, que fue vandalizado y debió restaurar. En su obra se conjugan el brillo conceptual, la experimentación con efectos ópticos y el trabajo fino con oficios olvidados, como el mosaico, la taracea o el dorado de cristales. Sus piezas son elegantes, de factura impecable. Crean el paradójico efecto de fascinar y pasar desapercibidas, debido al estallido de su superficie plana en los juegos de ilusión óptica a los que invitan. Mutan según desde dónde se las mire. Se recomienda ver Viajes de la luz  a distintas horas: de día y de noche, y también: desde afuera y desde adentro. 

"En esta muestra los espejos estallan", escriben Luis Rodríguez y Luciana Martínez en el texto de catálogo. "Pero en esa fragmentación se encuentran otras potencialidades. Observamos a través de esos episodios lumínicos las versiones del espacio amplificarse, desplegarse un abanico de modulaciones de un yo próximo y, a la vez, desconocido". Y agregan: "El diseño en vinilo para la ochava del edificio constituye una arquitectura-epidermis. Vista desde el interior, con luz natural, la pieza funciona como vitral o reja y en la noche, revertida su función, la luz artificial de la sala vuelve a la pieza una lámpara, al edificio un faro".