Las colas y las tetas pueden pasearse por las revistas, las publicidades, las playas, las tandas publicitarias, las pasarelas y los negocios. Pero los coños hay que guardarlos, mucho más si son insumisos. Al menos ese es el mensaje de la justicia española que criminaliza a un grupo de tres activistas feministas por hacer una parodia de una procesión del coño insumiso, el 1 de mayo del 2014, en Sevilla, en protesta por la falta de derechos laborales igualitarios para las trabajadoras. “Bajo la libertad de expresión no se puede dar cobijo a conductas de ofensa, burla, menosprecio, amenazas e insultos contra personas o grupos o miembros de una confesión religiosa”, consideró la Audiencia de Sevilla que dio lugar a un reclamo de la Asociación de Abogados Cristianos de Valladolid como si una marcha feminista fuera a impedir ir a misa o que el Vaticano siga funcionando. La marcha llevaba en andas a una vulva rosa, adornada por una guirnalda violeta, cargada por manifestantes con carteles que decían “Trabajamos el doble y cobramos la mitad” o “La lucha está en la calle”. La insolencia ahora es acusada de incurrir en la violación del artículo 525 del Código Penal por ofender sentimientos de la comunidad religiosa. El feminismo per se podría volverse una ofensa judicializable si el criterio se haría extensivo a otras manifestantes globales.

No se trata de una persecución aislada. La criminalización del feminismo, en España, empezó con la conquista de la legalización del aborto pleno que le costó la carrera al ex ministro de Justicia del Partido Popular (PP) Alberto Ruiz Gallardón. En España funcionaba un sistema de aborto por causales (similar al que rige actualmente en Argentina) hasta que, en 2010, fue aprobado el acceso al aborto legal hasta las 14 semanas. Ruiz Gallardón era un representante conservador del PP y quería hacer retroceder ese derecho. No logró que su anteproyecto de reforma (que volvía a permitir el aborto solo en casos de violación o riesgo para la vida o la salud) avanzara y tuvo que salirse del gobierno, en septiembre del 2014, solo cuatro meses después de la marcha del coño insumiso. 

La persecución al feminismo organizado no sucede solo en España (en Argentina hay un proceso abierto contra activistas lesbianas y feministas por convocar al paro internacional de mujeres del 8 de marzo) sino que es una mordaza a todas las feministas y una forma de disciplinamiento contra las mujeres y otras identidades sexuales que toman las calles en todo el mundo. Las tres activistas imputadas tienen que presentarse ante el juzgado el 11 de septiembre y contar con una fianza de 3600 euros cada una (más de 225.000 pesos argentinos entre las tres), con los que no cuentan y que no es algo habitual en un caso sin ningún riesgo de peligrosidad, pero sí implica unamendrentamiento para otras activistas. 

“Buscan disciplinar y castigar a las feministas. El proceso judicial forma parte del imaginario que las mujeres tenemos que estar calladitas en la casa y criando hijos. Pero yo voy a seguir saliendo”, se rebela Antonia Ávalos Torres, una de las tres imputadas en el proceso judicial. Antonia tiene 55 años y llego a Sevilla escapando del maltrato de su ex pareja que quiso matarla junto a su hija. Antonia sostiene un comedor para víctimas, jóvenes y ancianas y lidera un grupo de Mujeres Supervivientes de violencia de género. Vino a Argentina para capacitarse como emprendedoras para sostener el trabajo y la comida de quienes logran salir de la violencia machista. 

–¿Qué representó el coño insumiso?

Fue una manifestación con un coño gigante que lo llevaban unas chicas y las manifestantes nos poníamos minifaldas, shorts, peinetas, flores: todo lo que estaba a nuestro alcance, con una estética súper kitsch. Era algo satírico y carnavalesco contra la violencia machista, el acoso y la precarización laboral. Se nos acusa que estábamos burlándonos de la muerte de Cristo. ¿Qué tiene que ver Cristo? Estábamos en un evento terrenal y teatral. Era una forma de simbolizar el duelo por la muerte de mujeres. Jamás quisimos ofender sentimientos religiosos. La irreverencia estaba en cuestionar el sistema patriarcal.

–¿Cómo surge la performance?

En México participé del teatro del oprimido y creo en la sensibilización a través del arte. Por eso participe de muchas performances. En la marcha era todo risa. El coño es un elemento de nuestra femineidad. No es nada raro: antiguamente se veneraba a la vagina que está asociada a la fertilidad y a las diosas. Eso no era herejía, era algo bonito. Ahora nos dicen que es un delito, pero es la recuperación de nuestro órgano. El patriarcado nos ha apropiado para violarlo, para prostituirlo, para ofendernos, para meterle clavos y nosotras lo veneramos.

–¿La manifestación con un coño es una recuperación simbólica del derecho al placer?

Las mujeres, cuando vivimos violencia de género, tardamos mucho tiempo en volver a sentir placer porque hemos sido muy lastimadas. Por eso, el coño insumiso es una conquista.Es una definición de libertad, de apropiación de nuestro cuerpo, de placer. El coño insumiso es un posicionamiento político feminista.

–¿En qué se basa la acusación judicial?

En noviembre del 2014 una jueza manda a la policía a hacer averiguaciones. Hay archivos ideológicos y, en mi caso, me imputan por ser mujer, feminista y migrante.

–¿Quiénes promueven la demanda?

La Asociación de Abogados Cristianos de Valladolid que es otra ciudad, en el norte del país, nada más porque vieron el video de la marcha. Y buscan demonizar para crear odio. Tenemos que presentarnos el 11 de septiembre y nos piden una fianza de más de tres mil euros para esperar el juicio oral. Y tengo que ver como juntar los tres mil euros. Es una venganza la fianza por atrevernos a exigir que queremos vivir con dignidad y salarios justos porque saben que no tenemos ese dinero. A los acusados de malversación de fondos de millones no le piden un euro de fianza y a tres pobretonas les piden una fianza. El rico no paga fianza y no pasa nada y nosotras sí. 

–¿Por qué hay mujeres dentro de la Justicia que las criminalizan?

Son mujeres que no entienden la génesis de la historia. La sociedad machista y patriarcal nos atraviesa a todas. No tenemos garantizado ni el empleo, ni la propia vida. Somos asesinadas impunemente. Pero esto no es comprendido en el marco de la causa. Las mujeres asesinadas no denuncian porque no creen en el sistema de justicia. No es casual. Porque el sistema de justicia no cree en las mujeres. 

–¿Crees que es parte de una embestida neofascista contra el feminismo y el movimiento LGTTB?

Sí, hay una ley mordaza que es para callar a todas las voces disidentes. Si ofendes a un político o a los sentimientos religiosos tienes cárcel. No puedes desafiar al Estado porque te aplican la ley mordaza. Es una ley de represión y una embestida fascista. 

 

Mujeres Supervivientes

Antonia es una mujer superviviente. No una mujer superada. Y los dardos de la violencia y la persecución le regurgitan el miedo del que se escapó. Ella nació en Guanajuato, en México, hace 55 años. Su mamá era Joaquina Torres, una mujer luchadora que apoyaba a las mujeres que estaban por parir. Su papá, Guillermo, era ingeniero. Se crio con el modelo de un padre que trabajaba afuera y una madre que criaba ocho hijos sola y tenía tiempo para ser solidaria con otras mujeres. Ella creció con el espíritu de una femineidad guerrera. Y se convirtió en Profesora de historia y antropología de la Universidad Autónoma de Aguas Calientes. Tenía estudios de género, pero saber no es poder. Tuvo a su hija Amanda (una compañera que la redobla en valentía y cariño compartido por un feminismo que les salva la vida pero también que las incita a disfrutar además de sobrevivir) y el padre de su hija se convirtió en la peor amenaza. “Era un maltratador y, como es el ciclo de la violencia, lo perdonas y vuelve. Nunca se compone. Pero yo tenía una relación de dependencia y estaba paralizada por el miedo. No podía dejarlo por el miedo. Hasta que en una situación de crisis (en donde corría riesgo su vida) pudimos dejarlo e irnos a un refugio. Pero la amenaza estaba todo el tiempo porque él espiaba la casa de mi madre y la de mis amigas. El acoso y la amenaza me llevaron a solicitar la posibilidad de realizar un doctorado de estudios de género en la Universidad de Sevilla. Me dijeron que sí, hace diez años, y me fui con mi hija que, en ese entonces, tenía diez años”, relata. 

Antonia visitó, en julio, Argentina en el marco de unproyecto, de la Unión Europea, de emprendimientos sociales. Con las Mujeres Supervivientes tienen una marca de vinos –Le VinViolette– que comercializan en convenio con las Bodegas Robles, para no depender de nadie y salir adelante por sus propios medios. De esa forma financian un comedor social (para víctimas de violencia machista, jóvenes desempleadas y mujeres del barrio) que se encuentra en un centro okupa (Casa Piumareja) y que empezó con un puñado de arroz y lentejas y ahora financian con los vinos. En el comedor se juntan mujeres musulmanas, chicas con pearcing, señoras católicas que se persignan y todas comen, conviven y se apoyan unas a las otras.

En Argentina Antonia participó de charlas con mujeres en los barrios. Ella quisiera traer al país y a Bolivia la estrategia para luchar contra la violencia y que las mujeres sobrevivientes de violencia sean interlocutoras para que otras víctimas salgan adelante y luchar contra los femicidios. “Hay que salir adelante, dar vuelta la página y gozar. Pero si no hay un trabajo constante y comprometido las mujeres no salen de eso. Vuelven a otra relación de pareja y repiten el modelo o se quedan instaladas en un odio y rencor que, igualmente, las daña”, señala.

Antonia tiene ojos negros y enormes, remarcados todavía más por el borde negro y la sombra azul que la vuelve una heroína latina, imposible de invisibilizar, con su pelo color rojo fuego, los collares y aros, enmarcando en furia coqueta su modo suave y sus convicciones aguerridas. Nada en ella se desprende impostado. No muestra ni lágrimas, ni valentía de ficción, sino un trabajo artesanal sobre su propia mirada y su propia vida. “No me hago la heroína, tengo miedo, pero yo soy superviviente. Cada vez que una mujer muere ella no puede hablar y yo sí. Por eso no me puedo callar”, resalta. 

–¿Por qué, aún mujeres con conciencia de género, pueden ser víctimas de violencia de género?

Se nos enseña a amar a un hombre más allá de nosotras mismas. Una idea de príncipe azul con el que construir una familia idílica que no existe. Hay mujeres criadas en un sistema machista donde establecemos relaciones de desigualdad. Y si las mujeres no ponemos límites al primer episodio de violencia y pensamos que él va a cambiar y fue solo un mal día eso va a ir en aumento. La única manera de que el ciclo de la violencia termine es que esa mujer salga de esa relación o sea asesinada. Hay que hacer un trabajo terapéutico profundo que le permita entender, desde el cuerpo, como fue que permitió ese maltrato que llega a deshumanizar. Es una situación de indefensión aprendida de aguantar y resistir sin moverse para no ser asesinada.

–¿Cómo es la estrategia que aplicás con mujeres supervivientes?

La norteamericana Leonore Walker establece el ciclo de la violencia: explosión de la violencia, luna de miel, acumulación de tensión y el síndrome de la mujer maltratada. El trabajo terapéutico hace que las mujeres puedan rehacer su vida y perdonarse y entender el contexto de una sociedad machista y patriarcal que hace que las mujeres esperen una pareja que las ame y las salve. Si la primera vez que le gritan pones límites puedes instaurar una relación en donde aprender a negociar o a dejarlo. Yo no tuve esa claridad con el límite.

–¿Cuál es el efecto del perdón en las propias mujeres?

El perdón tiene un efecto de catarsis y terapéutico, pero ya como sujetos, no como una víctima de indefensión aprendida, sino cuando has recuperado la humanidad. Los maltratadores destruyen vidas y también destruyen a sus hijos y a ellos mismos. Muchos se suicidan en la medida que si no tienen a quien dominar pierden ese podercito. Es un terrorismo machista porque hay un ejercicio de poder: te espían, te vigilan, hasta acabar contigo. Pero hay otras formas de ser mujeres y de ser hombres.