Tuvo tantos regresos como retiros, hasta que decidió el adiós definitivo. Ese día, en Río Gallegos, Hernán Montenegro, que ya tenía 44 años, se sacó las zapatillas y se las regaló a un compañero. El resto de la indumentaria quedó por ahí. El Loco no tiene ningún recuerdo material de su larga carrera como basquetbolista. Nada. Regaló medallas y tiró trofeos a la basura. “Soy una persona que vive, no un museo viviente”, suelta. 

La charla con Enganche es en una luminosa oficina con vista al río, en la que sí hay camisetas. Cuelgan encuadradas de las paredes. Pero son de equipos de fútbol. Es que el presente lo encuentra vinculado a la disciplina en la que reina Lionel Messi a partir de su actividad comercial junto al representante Sergio Levinton. El marketing y la asesoría deportiva marcan la agenda de un tipo que rompió el molde y parece haber vivido varias vidas. 

-¿Estás alejado del básquetbol por tu decisión o porque te cerraron las puertas?

-Fue una elección mía. Hubo un momento en el que sentí la necesidad de cambiar de ambiente, y no porque el del básquet fuese malo o no me gustase, sino que por mi personalidad inquieta, después de tantos años ahí, decidí correrme hacia otro lugar. 

-¿Qué significó para vos haber sido deportista profesional?

-A mí el deporte me dio todo, aprendí un montón de cosas. Tanto a nivel amateur como profesional, el deporte fue mi escuela de la vida y me formó como persona. Conocí 72 países y viví en 17; todas esas experiencias fueron gracias al deporte.

-¿Cómo te llevás con eso de que se recuerde mucho más al personaje histriónico y quilombero que al basquetbolista?

-Cuando se tiene una personalidad como la mía, muy extrovertida, y problemática también, es lógico que pase eso. Para mí el deporte siempre fue un divertimento, aunque fuese por plata; porque yo cuando me hice profesional entendí que lo primero que tenía que hacer era divertir al que miraba. Claro que si ganaba mucho mejor, pero lo primero era dejar algo en los demás.   

-¿Cómo te calificarías en tu carrera?

-Yo fui un gran jugador. Tuve mucho talento, algo con lo que se nace. Era una etapa intermedia del básquetbol. En un tiempo en el que la Liga Nacional era en blanco y negro, y yo le puse color. Hoy con un tipo como yo, hacés dulce de leche.  

-¿Cuál fue tu mejor momento?

-El de la NBA, obviamente, y también mis años en Italia y en el regreso a la Argentina. Creo que tuve varias etapas buenas en tantos años en el básquetbol; pasa que me tendría que poner a rememorar todo, y eso es algo que no hago. 

Cuando Montenegro se refiere a su historia en la NBA, se remonta a 1988, cuando en la tercera ronda del draft Philadelphia Sixers lo eligió en la posición 57. Después del campamento de verano en el que compartió habitación con Charles Barkley, rechazó la propuesta de un contrato mínimo y sin garantía por un año. El año anterior, como jugador universitario de Louisiana State, también había estado cerca de Portland Trail Blazers y ya en Italia fue Dallas Mavericks la franquicia que se interesó en él. Pero los aros de Estados Unidos nunca llegaron a ser su destino. Era la época en la que la liga más poderosa del planeta comenzaba a abrirse incipientemente a los extranjeros. “En ese momento, era más fácil ir a la Luna sin nave que a la NBA”, figura mientras mueve sus gigantescas manos. 

Carlos Sarraf

 

-¿Cómo ves el futuro del básquetbol argentino?

-Bien en la medida en que tengamos paciencia. Entramos en un proceso de reestructuración en el que yo creo que se está siguiendo la misma línea, lo cual es muy importante. Hay jugadores jóvenes que han tenido una gran evolución y tenemos que dejar que hagan su propia historia.

-¿La Generación Dorada?

-Es el mejor ejemplo de la historia del deporte argentino. No solo por lo que hicieron, sino por lo que dejan. Cómo piensan, cómo viven. Es el mejor grupo humano que tuvo nuestro deporte. Dejaron todos los egos de lado y nunca les importaron sus cuentas bancarias con tal de priorizar  la camiseta argentina. 

-¿Qué se dio para llegar a ese equipo?

-Al margen del talento y la capacidad de cada uno de ellos, el contexto de un proceso. La Liga Nacional les dio la posibilidad de disfrutar del básquetbol de una manera más profesional, y eso fue un gran cambio. La apertura con la Ley Bosman les permitió ir a Europa, que es donde se terminaron de formar y tomaron buenos hábitos profesionales. Y finalmente a varios de ellos les llegó el paso a la NBA.  

Invitado por TEDx Río de la Plata, Montenegro comenzó a dar charlas para hablar, desde la experiencia personal, de lo que sucede en el detrás de escena de los deportistas profesionales y lo que ocurre al momento del retiro. Esa iniciativa motorizó un disparador, el de “El deporte como factor humano”, el concepto que expone en su recorrida por distintas ciudades.

-¿A qué llamás “el deporte como factor humano”?

-Todo el recorrido que hay en la vida desde que un chico empieza a practicar deporte hasta que llega o no a ser profesional. Más que nunca el deporte tiene una importancia enorme como factor humano por los valores, por el juego como enseñanza. Las problemáticas de drogas y alcoholismo que aumentan en la sociedad se combaten con el deporte como factor humano.

-¿Es posible crear ese camino?

-Hay un problema central que es que están desapareciendo los clubes de barrio, que es donde nosotros hacíamos nuestros amigos y pasábamos las tardes. Hay también que hacerle entender a los padres que no tienen que buscar salvarse económicamente con un hijo. Está bien que empujen a los chicos a hacer deporte, pero si lo hacen para que sea Messi, Ginóbili o Del Potro, entonces estamos jodidos.  

-¿Hay buenos formadores?

-Sí. Donde menos encuentro es en el fútbol. Y la prueba está en cómo evolucionaron y se instalaron a nivel mundial el básquetbol, el rugby, el hockey y el voleibol. Eso se dio porque hubo un montón de entrenadores, de base y mayores, que se prepararon para tener cada vez más herramientas para moldear y aprovechar los talentos que abundan en nuestro país. 

-Tuviste una historia pesada con las drogas y es un tema que mencionaste públicamente con mucha crudeza.

-Es una enfermedad que no te va a dejar nunca, porque se trata de una cuestión que se vive día a día. Quien lo vive está con sus propios demonios y en su propio infierno. Es un tema que hay que hablarlo sin esconderse, porque ocultarse de los demás es ocultarse de uno mismo.