Antes de que el país se sumiera en unos de los capítulos más oscuros de su historia, Los Látigos concibieron en 2001 todo un manifiesto de la cultura pop argentina. Pose, segundo disco de la banda de Quilmes, sigue demostrando su vigencia dos décadas más tarde. En una época en la que nuevamente se despertaron los fantasmas de la hiperinflación y de la tragedia que significó el estallido social, esas canciones que versan sobre el glam, el sufrimiento, la transgresión y el amor furtivo volvieron a recuperar su cualidad escapista. 

Cultivadas en un sonido narcótico, de sintetizadores burbujeantes y guitarras ensimismadas, que suda contemporaneidad. Es la redención del “tan Lelouch” de Virus y del “orbitando en torno a mí” de Los Encargados, envueltas en el terciopelo lascivo de Velvet Undergound. “Tenemos guiños con esos artistas, pero al final somos nosotros saliéndonos con la nuestra”, reconoce Gonzalo Campos, guitarrista del ahora dúo.

Luego de poner a circular a manera de advertencia el single “Nocturno”, en agosto pasado, Los Látigos harán su acto de regreso a los escenarios este sábado 7 de octubre, a las 20 en Teatro Vorterix (Av. Federico Lacroze 3455). “El antecedente de todo esto fue el intento por salir a celebrar los 20 años de Pose. Pero no le encontramos la vuelta”, explica Marcelo Zeoli (voz y programación). “Era un montón de trabajo, y temíamos que no salieran bien porque cada uno tiene sus proyectos solistas. En cambio ahora, que tenemos material nuevo, estamos retomando la situación donde la dejamos. Seguimos preparando música, y este show en vivo nos tiene muy contentos”. A lo que Campos agrega: “Marcelo me dio una mano con unas mezclas de unos temas que estaba haciendo. Eso decantó en que empezamos a trabajar en música juntos, y se fueron dando embriones de canciones. Ahí llegamos a la conclusión de que queríamos volver a hacer un disco”.

-Les estaba yendo bien, y de pronto no se supo más de ustedes. ¿Qué pasó?

Marcelo Zeoli: -No me acuerdo bien, pero no fue nada traumático. Veníamos tocando mucho, y en realidad estábamos agotados. Las cosas se dan como se dan. El lapso que nos tomamos es perfecto para el disco que estamos preparando. Tiene una continuidad absoluta.

Gonzalo Campos: -Los dos estuvimos desarrollando nuestros proyectos personales. Creo que eso nutre al disco nuevo.

-Tomando en cuenta el actual paradigma musical, ¿creen que Los Látigos podrían encajar en una nueva generación de público?

G. C.: -No sé cómo encajamos en una escena o en la actualidad, pero tenemos un buen disco para ofrecer. El grupo está en perfecto estado y forma.

M. Z.: -No le encontrábamos sentido a volver si no teníamos algo nuevo para decir. De todas formas, el material que sacamos antes es bastante contemporáneo. El paso del tiempo nos favoreció.

A comienzos de los 2000, mientras las canciones de Los Látigos eran amplificadas en Latinoamérica a través del canal de cable Nickelodeon, al igual que las de Miranda! (ambos compartían sello, Secsy Music), en la Argentina se convirtieron en la alternativa al pop de masas que encarnaban Mambrú o Bandana. “Es verdad que el pop eran Soda, Virus y Charly, y luego fue Bandana. No sé qué pasó en el medio”, reflexiona Zeoli. “Era la música que respirábamos, tras haber trabajado con Daniel Melero. Disco a disco, tratamos de cambiar la estética. Eso tiene que ver con la música que escuchamos en el momento. En la época de Pose, consumíamos a Los Encargados, Virus, Gary Numan, Velvet Underground y Love & Rockets”. Campos completa: “Hoy podemos entenderlo en retrospectiva. Esos detalles se nos escapan porque estábamos inmersos en nuestra música. Estábamos dándonos el lujo de hacer la música que nos gustaba hacer”.

-Ustedes llevaron su propuesta artística al límite, al punto de que crearon uno de los himnos de los 2000: “¿Cuál es tu rock?”. Sin embargo, ¿cómo se autoperciben en 2023?

G. C.: -El motor de Los Látigos es superarse. Estar parados firmes, sabiendo que tenés una historia quete avala.

M. Z.: -“¿Cuál es tu rock?” es una canción irónica en cuanto al arquetipo del rockero pelotudo. Somos una banda de rock, y le dimos todo a ese imaginario de lo que una banda de rock debe ser. Y aún lo seguimos haciendo. Me parece noble. Si nuestras canciones tienen que ver con el pop, es porque usamos la estructura de estrofa, puente y estribillo.

-¿A qué suena el disco que están por sacar?

M. Z.: -Estamos aún plena grabación. Ya tenemos el material, y el plan es ir sacando singles. En noviembre se viene uno nuevo, y el año que viene otro. En mayo o junio de 2023, ya verá la luz el material completo.

-¿En qué se enfoca el relato de sus nuevas canciones?

M. Z.: -Además de haber tenido un crecimiento personal, las cosas que digo y sobre las que compongo tienen menos ironía. Trato de ser más directo y contundente. A lo largo del tiempo, y sin querer, desarrollé un estilo. El nuevo material gira en torno a reducir expectativas, a ser estoico con el pensamiento, y a cambiar el mundo de los sueños por el de la realidad y de lo posible.

-¿Por dónde creen que pasa hoy el riesgo?

G. C.: -El riesgo está en la incorreción. Vuelve a estar divertido salir de la corrección y de lo que se debería hacer o no. Si no sos condescendiente, te miran raro o te califican. Está bueno incomodar.

M. Z.: -La novedad en el arte no tiene ese peso. Las palabras vuelven a ser peligrosas. Se abrió un poco el juego. Es más divertido. Aunque yo no podría hablarle a un adolescente, porque no sé cómo piensa. Le hablo al que quiera escuchar.

-¿Cómo se imaginan que será el público que los irá a ver en esta vuelta?

M. Z.: -Supongo que será un público de alrededor de 30 años y de nuestra edad. Cuando dejamos de tocar, tendríamos treinta y pico. Pero la gente que nos venía a ver tenía 19. Es una sorpresa lo que nos espera.

-En este momento, la novedad pasa por los artistas de zona norte del Conurbano. Pero cuando ustedes surgieron, a mediados de los noventa, en zona sur estaba el hervidero.

G. C.: -Fue casualidad. No era un movimiento, era activismo generacional. Había mucho aburrimiento, lo que motivaba la necesidad de expresar esas ganas de hacer algo con ese aburrimiento. En esa época salió toda una cantidad de gente haciendo música, y, a la vez, sabiendo que el otro existía. Cuando uno asomaba la cabeza, se enteraba de que había más gente como vos haciendo música. Había una pasión por lo se hacía.