La creciente desigualdad en la distribución del ingreso en Alemania, una potencial escasez de mano de obra por el envejecimiento de la población, el sistema previsional y la llegada masiva de refugiados se instalaron como las principales preocupaciones económicas durante la campaña electoral de la principal potencia de la Unión Europea. Alemania registra desde hace siete años un crecimiento anual sostenido. En el 2014 el Producto Bruto Interno (PBI) aumentó 1,9 por ciento, en el 2015 creció un 1,7 por ciento y, el año pasado, volvió a escalar hasta un 1,9 por ciento. Además, el Banco Central de Alemania (Bundesbank) prevé que, al cierre de este año, el PBI registrará un aumento superior a 1,9 puntos porcentuales. Sin embargo, esta descripción de una economía en expansión tiene como contracara un incremento significativo de la brecha entre ricos y pobres, y una falta de flexibilidad del mercado laboral para absorber a nuevos trabajadores, una necesidad en un país con una población cada vez más vieja y que recibió sólo en el 2015 alrededor de un millón de refugiados de Siria, Irak y Afganistan. Según una reciente investigación del Instituto Alemán de Investigación Económica, el coeficiente de Gini, el indicador que mide la concentración del ingreso entre los habitantes (cero significa que todos los individuos tienen el mismo nivel de ingreso y uno, que la riqueza está distribuida en muy pocas manos), creció significativamente en los últimos años en la máxima potencia europea. Pese a que la distribución de la riqueza siguió siendo muy dispar, en términos absolutos, la situación económica de los alemanes mejoró.