El martes, finalizando el día en mi consultorio, recibí un whatsapp de una paciente diciéndome que convenía que le pasara la sesión al día siguiente porque seguramente cuando saliera de la misma no iba a haber nadie en la calle, y menos un taxi. Se trata de una mujer no interesada por el fútbol, pero que recibió esa advertencia de una tercera persona. Aclaro que tomé con agrado ese mensaje porque así podía ir más rápidamente yo también a ver el partido de Argentina con Ecuador, respecto del cual mucha gente se mostró escéptica y poco confiada, entre los que creo me contaba, de un modo no muy confesado.

Efectivamente, cuando iba para mi casa todavía faltaba un rato para que comenzara el partido pero se veía a la gente y a los autos andar aceleradamente para llegar a destino de sofá o de bar, según el caso.

Indudablemente, fue uno de los partidos que yo recuerde que concitó el interés casi unánime de los argentinos. La movilización que produjo fue fenomenal y casi absolutamente masiva. Una movilización comentada entre amigos y conocidos, mujeres y hombres, pero que más allá de las palabras tenía una base emotiva difícilmente descriptible. Sin embargo, es lo que más me llama la atención y es lo que motiva que quiera escribir algo. Un esbozo de explicación. Que ese fenómeno signifique, además, la casi unión de todos los argentinos y/o coterráneos es también llamativo.

Un solo cuerpo. Como cuando uno ve esos innumerables peces que se mueven en cardúmenes infinitos, que dibujan figuras imposibles y que justamente parecen una sombra que se mueve al unísono. También se aprecia en las aves cuando juegan al atardecer reuniéndose por miles y también formando como una seda, un género ondulado que se pliega y repliega.

Esta comparación valdrá lo que valdrá pero muestra un punto inefable, libidinal, real, de goce coincidente e inconsciente. ¿Es el fútbol lo que provoca esa movilización libidinal? ¿O es otra cosa?

*Psicoanalista. Coordinador Psicología Rosario12.