Hace un buen tiempo, la académica Courtney Thorsson -profesora de literatura especializada en cultura afro- encontró una fotografía que le intrigó sobremanera, sin saber entonces que sería el puntapié de una investigación de varios años. En la imagen, puede verse a un grupo de amigas reunidas en el living de un apartamento, con sonrisas tan francas como contagiosas. Varios de esos rostros eran familiares para esta docente de la Universidad de Oregon, estudiosa de la obra de muchas de ellas: la novelista Toni Morrison (Beloved, Ojos azules, La canción de Salomón, entre sus títulos más reconocidos), la escritora Alice Walker (El color púrpura), la poeta y dramaturga Ntozake Shange (Para nenas negras que han considerado el suicidio, cuando el arcoíris es suficiente), la escritora y antropóloga culinaria Vertamae Grosvenor, la ensayista June Jordan, entre otras autoras destacadas.

Indagando, Thorsson descubrió que la imagen había sido tomada una tarde de febrero de 1977 en el departamento de Jordan, en Brooklyn, donde estas descollantes artistas se habían autoconvocado para comer gumbo -un guiso criollo muy típico, delicioso-, beber champán y hablar sobre sus respectivos trabajos. No fue una ocasión excepcional sino la primera de muchas: The Sisterhood (“La hermandad”), como ellas mismas bautizaron a su grupo, se congregó una vez al mes durante los dos años que siguieron, creando un espacio vital para debatir sobre literatura y política, pensar maneras de difundir sus piezas, ayudarse mutualmente con sus trabajos.

De esta red poco conocida que, a decir de Thorsson, ejerció una influencia duradera en la literatura femenina negra en las décadas venideras, se trata The Sisterhood: How a Network of Black Women Writers Changed American Culture, de reciente edición en Estados Unidos, donde la mentada docente relata con pelos y señales cómo funcionó esta pequeña comunidad -de la que también formaron parte cerca de 30 mujeres, incluidas Audre Lorde, Paule Marshall, Margo Jefferson-, ligándola a la trayectoria de cada una de sus integrantes, que transformaron y elevaron las letras norteamericanas en las décadas por venir.

“The Sisterhood fue un colectivo de escritoras negras que se encontraban mensualmente en las casas de sus miembros en la ciudad de Nueva York para colaborar y conversar. Como tal, creció rápida y orgánicamente, reuniendo a mujeres de distintas edades y clases sociales”, recapitula el diario Los Angeles Times, añadiendo que, si bien se ofrecían apoyo emocional, el grupo devino un proyecto profesional ambicioso, con las participantes recaudando dinero para ayudar a que todas publicaran sus textos y exhibieran su obra, a la par que pensaban modos organizados de darse más visibilidad en de revistas culturales y en departamentos académicos en un contexto sexista, racista, homofóbico.

Courtney Thorsson

“Incluso contemplaron la posibilidad de establecerse como empresa editorial y sacar una publicación periódica. Sin embargo, el fugaz colectivo fue un esfuerzo de corta duración: este vibrante dream team de escritoras afrodescendientes duró solo dos años”, señala el citado diario sobre The Sisterhood, donde las más experimentadas respaldaban a las principiantes; con generosidad y amabilidad, les daban herramientas -y alas- para que persiguieran su sueño de aparecer en escaparates de librerías. A veces, lo consiguieron; otras, fracasaron; pero algo es evidente de este capítulo poco difundido de la cultura estadounidense: se profesaban estima y respeto mutuamente

En el libro, se puntualizan algunas de las intenciones del grupo, que no llegaron a concretarse: “reeditar obras agotadas” de la comunidad afro, “fundar una revista”, “organizar una editorial”. Sus objetivos eran literarios, entendiendo que la recuperación y publicación de sus voces también era una manera de hacer política, de abogar por la liberación de las mujeres negras. En palabras de la autora Toni Cade Bambara, miembro de The Sisterhood, todas estuvieron de acuerdo en que escribir era “una forma perfectamente legítima de participar en la lucha” por los derechos civiles.

En la década siguiente, los años 80, muchas de estas mujeres pasaron a estar en el centro de la atención literaria en su país: Jordan por Passion, Audre Lorde por Sister Outsider, y siguen las firmas. Aún más: Alice Walker recibió el premio Pulitzer por El color púrpura, que en el ’85 sería llevada al cine por Steven Spielberg. En el ’88, Morrison recibió esa misma alta distinción por Beloved, y más tarde, en el ’93, se convirtió en la primera mujer negra en ganar el Nobel de Literatura. En The Sisterhood, Courtney Thorsson se pregunta si tanta grandeza y talento hubiera florecido sin el estímulo, los recursos compartidos, el apoyo emocional entre colegas, dados los obstáculos que debieron sortear. Por su puesto, la autora reconoce logros personales extraordinarios, pero su libro es un testimonio del poder y la fuerza de los colectivos.

Primera edición de Beloved, de Toni Morrison