Ayer encuentro con Alberto Laiseca. Un raro tipo, versión sajona de la cara de David Viñas, pero construyendo una obra mitológica, ciencia ficción y delirio, quiere irse a vivir a Estados Unidos, escribir en inglés, ser como Pynchon o como Philip Dick o Vonnegut. Pero es muy pobre, tan pobre que cuenta los fósforos y ya no los cigarrillos, desde luego que no sabe una palabra de inglés y sus lecturas son variopintas (como diría él, que usa siempre esa clase de expresiones), lo que escribe es muy bueno, tiene un estilo arisco muy fluido, por momentos casi un idiolecto. Vive siempre amenazado (como muchos de nosotros en esta época) pero por otros motivos, esotéricos e íntimos. No puede ganarse la vida, en eso también se parece a muchos de nosotros, pero en él es una imposibilidad casi majestuosa.


Anoche soñé con Perón, él estaba vivo, yo lo visitaba y trataba de convencerlo de que empujara a Balbín hacia una oposición más clara. En el sueño yo pensaba: ¿cómo no se dan cuenta de la importancia que tiene el hecho de que Perón esté vivo para enfrentar a la dictadura? Ésos son mis sueños políticos; los muertos aparecen vivos, de vez en cuando me encuentro con Elías, con Rubén, o con Rodolfo W.


Termino un borrador de la respuesta sobre Sur para la encuesta en La Opinión. Hago una lectura muy crítica del sentido común actual, que atribuye a Victoria Ocampo y a su grupo “la modernización” de la  literatura argentina. La traducción se socializó por sí misma, y también los sistemas de legitimidad cultural. Lo que me indigna es la obsecuencia de todos los intelectuales, que no tienen en cuenta el uso que la dictadura está haciendo de Victoria Ocampo como modelo de la intelectual argentina.


Discurso de Martínez de Hoz que se puede analizar.

1.    Manejo cambiario. Dólar muy bajo, 50 % menos de su valor.

2.    Tasa de crecimiento, la más baja desde 1950.

3.    Alta inflación. Minorista 5,2 en junio. Mayorista 71.3 %.

4.    Déficit del Tesoro, en cinco meses de 1980 cayó un 50 % más que en 1979. Se intenta contener la pérdida de reservas que sufre el Banco Central por dólar muy bajo y posible devaluación.

5.    Duplicación de la deuda. Endeudamiento a cortísimo plazo. Se beneficia la banca internacional, que tiene una ligazón directa con el régimen.

6.    Profundizan la apertura económica y en especial el mercado de capitales, que queda ahora profundamente vinculado al mercado financiero internacional. 


La librería era un refugio, podía pasar horas ahí, conversando con los amigos que entraban y salían. “Una unidad básica”, la definía Emilio. Los peronistas se juntaban ahí y Emilio recordaba a los amigos de su padre, que siempre esperaban un milagro político, había algo de superstición en el peronismo, como si estar adentro diera seguridad a los desesperados, en una suerte de garantía irracional, un sentimiento que aseguraba la continuidad. La librería Premier estaba en el mejor lugar de la ciudad, en plena calle Corrientes, al lado del bar La Paz, al costado del cine Lorraine y frente al teatro San Martín. “El hoyo del queque” decía David, siempre hermético, con su lenguaje esotérico en el que se superponían capas geológicas de las palabras olvidadas de la ciudad. 


Percibo cierto racismo en Buenos Aires y también, en algunos, la defensa de Martínez de Hoz. Los cerebros invadidos por la televisión, ella señala de qué se debe hablar: la televisión color. Los trasplantes de corazón. El pase de Maradona. Nadie lee el diario pero todos se muestran muy informados. Los periodistas ocupan escena y son la actualidad intelectual del momento.


Aparece Altamirano. Discusión sobre la situación general. Él, muy crítico del peronismo y escéptico. Yo veo al peronismo como el polo más firme de oposición al gobierno militar. Interesado en un socialismo a la Juan B. Justo (es decir, opuesto a las masas peronistas y a su tradición) frente al cual yo levanto el horizonte de la utopía como crítica al presente. Recuerdo una iluminación inesperada y genial de Sartre, que, al hablar de Faulkner, dice que su mundo narrativo está hundido en el pasado porque habla de una sociedad donde no hay ninguna esperanza en la revolución.


Venía Renzi bajando las escaleras de la Facultad, rodeado de un enjambre de estudiantes que le hablaban, le hacían preguntas, lo consultaban, le proponían temas para el trabajo final o intentaban darle a leer cuentos, libros de poemas, capítulos de novelas, eran inteligentes, rápidos, simpáticos, eran atrevidos y combativos los estudiantes de Letras de la UBA que lo seguían a la salida de su clase entre carteles, banderas, consignas escritas en las paredes con distintas posiciones políticas de izquierda, postuladas por las agrupaciones y movimientos combativos. Le llamaba la atención el nombre de algunos grupos denominados La Walsh o La Mariátegui, que parecían reivindicar identidades de travestis, imaginó uno que se llamara La chica Che Guevara, pero cuando hizo el chiste ninguno de los activistas contestó nada y más bien lo miraron con cierto disgusto. La propaganda saturaba el lugar y Renzi con sus alumnos se internaba en una selva de palabras y de anuncios, un bosque decorado con pintadas y con fotos y con banderas, todas muy críticas y muy eufóricas, donde se anunciaban marchas, piquetes, actos, cortes de calle, paros y movilizaciones. También los escalones estaban intervenidos con frases escritas con aerosol negro. Como en una película se le superpusieron a Emilio las imágenes de la facultad en su época de estudiante, recordó las asambleas, las huelgas y las marchas y vio los carteles y las pintadas en su memoria, como fotos fijas de su juventud. Era lo mismo salvo cierta furia discursiva que convertía ahora las leyendas en órdenes, contraórdenes, imperativos categóricos destinados a despertar del sueño ideológico a la masa estudiantil. Recordó sus años de estudiante, que fueron en la memoria -y lo habían sido en la realidad- incandescentes, inolvidables, imbatibles y serenos, sobre todo, comparado con el activismo actual, marcado por el escepticismo y por el recuerdo del terror de la represión de la dictadura militar. El socialismo ahora era un fantasma, más muerto que nunca, y las reivindicaciones y luchas eran, sobre todo, críticas negativas y salvajes a la situación política.