Mientras los grandes tradicionales del fútbol argentino lamen sus heridas, los equipos chicos que en algunos casos ya no lo son tanto, se preparan para vivir su semana de gloria. Este miércoles, Estudiantes y Defensa y Justicia definirán la Copa Argentina en la cancha de Lanús y el sábado en Santiago del Estero, Rosario Central-Platense irán por la Copa de la Liga. En ambos casos, además de los títulos estarán en juego las dos últimas plazas nacionales para la Copa Libertadores de 2024. 

Es un dato que River, Boca, Racing, Independiente y San Lorenzo no hayan podido llegar a disputar dos de los últimos campeonatos locales del año. En todo caso, revela lo malo que ha sido para ellos el segundo semestre. River y Racing se quedaron prematuramente afuera de la Copa Argentina y no pudieron ganar sus grupos en la de la Liga y Boca, Independiente y San Lorenzo, incluso, no alcanzaron los cuatro primeros puestos de las zonas de la Copa de la Liga. Al menos les queda el consuelo de las copas continentales. River y San Lorenzo jugarán la Libertadores y Boca y Racing, la Sudamericana. Independiente ni siquiera eso: otra vez se quedó afuera de todo.

En este contexto, los otros equipos vieron luz y entraron. Y de paso ratificaron una de las excepcionalidades del fútbol argentino: cualquiera puede salir campeón. A diferencia de otras grandes ligas en las que los títulos son cuestión de tres o cuatro (o a veces de uno solo como Bayern Munich que en Alemania logró las últimas once Bundesligas de manera consecutiva) en la Argentina casi todos los clubes creen que es posible llegar primeros. Y esa creencia le otorga a nuestros campeonatos una competitividad e intensidad que no es tan común de verse en otras ligas más poderosas.

En el caso de la Copa Argentina y la Copa de la Liga, sus formatos breves con cruces directos y definiciones con tiros desde el punto penal reducen la ventaja que los equipos más robustos desde lo económico suelen ejercer en los torneos largos de dos ruedas. Además, rompen la lógica de la regularidad. En el largo plazo, es muy posible que termine ganando el equipo con los mayores recursos o el rendimiento más parejo. En el corto, una buena racha, una química grupal impensada o un imponderable de los tantos que surgen en el futbol pueden propulsar un club modesto rumbo a las mayores alturas.

Tal vez sea Platense el mejor ejemplo. El equipo de Saavedra y Vicente López. con el segundo presupuesto mas bajo de Primera, se armó sólo para conservar la categoría. Lo logró. Y a partir de una buena racha de una sola derrota en los últimos once partidos y de la intuición y las manos de su arquero Ramiro Macagno (que detuvo cinco tiros desde el punto penal en las últimas dos definiciones ante Huracán y Godoy Cruz) ahora puede salir campeón si le gana la final del sábado a Rosario Central y jugar la Libertadores del año próximo. Un sueño que sólo en el particular fútbol argentino puede hacerse realidad.