Apague esa leña que mi vista daña le dice el tango "Trago Amargo" a la madre; los ojos me lloran sigue diciendo, yo no se porqué. En líneas generales, se trata de un tango triste que le habla a la madre en tono imperativo unas veces, de súplica otras, pero siempre pidiendo para que la madre, en este trago amargo que anuncia el título, mitigue, alivie, acaricie y calme el dolor que el mal de amores deja. Pero si esto resulta cierto y reconfortante para muchos varones aún con el dolor del trago amargo, no es la misma cuestión con madre e hija. Confieso, destapo y declaro haber leído bastante sobre esto. Mujercitas, por ejemplo, de Louise May Alcott, un clásico con una madre y cuatro hijas, la pobre, justo cuando el padre ha partido a la guerra, a cuidar de la madre patria, una historia de celos y acechanzas puesta en caja por la virtuosa madre que distribuye equitativamente nobles retos y enseñanzas para sus hijas. Quizás porque la ficción lo exige, casi siempre madre e hijas se relacionan en medio de algún desastre que quita al padre del centro de la escena, aunque no puedo dejar de recordar El Baile, de Irene Nemirovsky entre las narraciones de madre/hija-hija/madre, siendo que en esta última la madre, recién llegada al París de la belle epoque organiza una recepción para doscientas personas pero la hija termina tirando las doscientas invitaciones al río Sena y aún así, el libro sigue narrando desventuras de madre e hija.

La nouvelle que nos ocupa, puestos a oscilar entre los dos extremos que hemos presentado, está más cerca de El Baile que de Mujercitas: una madre a quien la narración nombra como "Lalo", por "la loca", de quien la narración presentará muy poca o ninguna virtud pero sí muchas debilidades. Se trata de Honrarás a tu madre de Ingrid Proietto, editado por Ediciones del Dock en el presente año. Proietto, nacida en 1970, ha publicado dos obras, además de participar en una antología de narradoras argentinas publicada por la prestigiosa editorial Norma.

Más cerca de Niní Marshall que de Sylvia Plath, según explica la contratapa del libro que nos ocupa, trata sobre las desventuras de una madre que intenta, por ejemplo, suicidarse con una medibacha. Sin embargo, lejos de ceñirse a la narración de una simple colección de sucesos de este estilo, el texto presenta, en su registro muy próximo a lo coloquial, cierta criba por donde fluyen recuerdos de infancia, costumbres del país, descripciones de algunos lugares, y cierto material sensible sobre el cual el oído fino de algunos lectores podrá leer el registro de ciertas claves que atesora la pequeña burguesía porteña, y en no pocas ocasiones, en tono de humor. Se podría decir que en las cientouna páginas que componen la pieza, todo un universo caleidoscópico cae y se renueva tras las deprimentes depresiones de Lalo, una madre a quien, según reza el mismo título aunque no lo aclare ni lo ejercite, había, en un futuro, que honrar.