El miedo, como la lluvia, moja a todos por igual. La historia empieza el día que ETA anuncia el cese definitivo de la actividad armada, el 20 de octubre de 2011. La amistad de dos familias, la de Bittori y Txato, y la de Miren y Joxian, se desgarra en el pasado cuando aparecen rumores y pintadas que acusan a Txato de “traidor” por un malentendido: no pagar a ETA la suma que le impone como impuesto revolucionario. Los lectores sabrán, desde el principio, que Txato fue asesinado y que su esposa Bittori y sus dos hijos tuvieron que marcharse del pueblo. Patria, novela de Fernando Aramburu que escarba en el estremecedor dogmatismo de la violencia terrorista que demandaba sumisión y sangre, ganó el Premio Nacional de Narrativa 2017, dotado de 20.000 euros. El jurado ha destacado la obra galardonada “por la profundidad psicológica de los personajes, la tensión narrativa y la integración de los puntos de vista, así como por la voluntad de escribir una novela global sobre unos años convulsos en el País Vasco”. El libro de casi 650 páginas ha vendido más de 500.000 ejemplares y va por su 21ª edición, según datos de Tusquets, la editorial que lo ha publicado. 

Desde que apareció Patria, en septiembre de 2016, la novela ha obtenido el Premio Francisco Umbral al Libro del Año además del Premio de la Crítica de Narrativa, y la cadena y plataforma digital HBO España la llevará próximamente a la televisión, adaptada por Aitor Gabilondo, y se convertirá así en la primera producción española de esa empresa audiovisual. “Yo estuve tan expuesto como otros jóvenes vascos de mi edad a la doctrina, a la presión grupal, pero por determinadas razones no caí. Pero otros chavales de mi barrio cayeron y entraron en aquella espiral de la que ya no se podía salir. De ETA no se podía salir vivo. Me pongo a pensar qué salvó al muchacho vasco inmaduro con las hormonas alteradas que yo era. ¿Por qué no fui de ETA? Tal vez por haberme criado en una ciudad donde el control sobre la gente es mucho menor que en un pueblo, donde te quedas sin amigos. Luego pienso también en la base cristiana de mi juventud, que reconozco desde mi ateísmo actual. La idea de que uno tiene que hacer el bien a los demás, la empatía con aquel que sufre. Y por supuesto viajar, conocer otros mundos, otras sensibilidades”, explicó Aramburu, que nació en San Sebastián, el mismo año que la banda armada se fundó: 1959, un dato que lo lleva “como una verruga negra y asquerosa”.

A comienzos de los 80, Aramburu fue uno de los creadores y promotores del grupo de literatura Cloc de Arte y Desarte en San Sebastián, que entre 1978 y 1981 editó una revista e intervino en la vida cultural del País Vasco, Navarra y Madrid con propuestas de índole surrealista y acciones de todo tipo caracterizadas por una mezcla particular de poesía, contracultura y sentido del humor. El autor de Fuegos con limón (1996), Los ojos vacíos (2000) y El trompetista de la Utopía (2003), entre otras novelas, vive en Alemania desde 1985. Patria quizá sea la ineludible decantación del impacto que ha generado la violencia de la ETA en la memoria del niño y adolescente que fue. El tema lo había explorado en novelas anteriores como Los peces de la amargura (2006) y Años lentos (2011), con la que obtuvo el Premio Tusquets. “Dicen algunos nacionalistas vascos que a la novela le falta contexto. Que no se habla de por qué se llegó a lo que se llegó, de las razones que llevaron a la lucha armada y al consiguiente desastre de convivencia en armonía no sólo en el País Vasco, sino en toda España donde, durante ciertos años, casi cualquier persona caminaba alerta por lo que pudiera suceder –advierte Violeta Serrano en la reseña sobre Patria que publicó en Radar Libros–. ETA nace con Franco aún vivo. Y no se termina al morir él. El Estado Español se instala como enemigo y perfecciona sus técnicas hasta llegar a episodios desagradabilísimos como los perpetrados por los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) en los primeros años del Gobierno de Felipe González. Y ETA sigue creciendo, pudriendo la convivencia en su propia tierra, reclutando a jóvenes embravecidos por un nacionalismo inventado en el siglo XIX, haciendo listas de objetivos, perdiendo la decencia en más de una ocasión. Y en el medio, ¿qué? Familias enteras que sufren, y que, muy probablemente, sigan haciéndolo hoy. De un lado, y del otro también. Los desastre de la guerra”.