Tras tus gafas de sol

En zonas montañosas remotas como el Himalaya y los Andes, hasta el 80 por ciento de la población sufre enfermedades oculares, ceguera o cáncer ocular. La gente que vive en estos lugares está expuesta a rayos ultravioleta durante todo el año y, a menudo, son víctimas de enfermedades oculares antes de los 30 años. Pero no siempre tienen acceso a una atención adecuada. Por eso desde 2009 una organización alemana se dedica a distribuir lentes de sol en regiones montañosas de difícil acceso. “Comenzamos en el distrito de Ladakh en India y hemos ampliado nuestro trabajo a Nepal, Perú, Bolivia, Pakistán y Chile”, indican en su página web mientras afirman que hasta ahora llevan casi 500 mil pares de lentes distribuidos. Shades of Love (tal el nombre un poquitín jipi de la organización civil) también realiza campamentos donde brinda atención oftalmológica. Además, establecen vínculos con fotógrafos para documentar el trabajo que realizan. En un número reciente de la edición francesa de la revista Le Monde, se pudo ver un portfolio de Cornelius Kaess, un alemán que viaja por el mundo y actualmente vive en París. Su obra muestra una región del Himalaya que se encuentra entre las más militarizadas del mundo ante la ocupación afgana y, por tanto, es poco conocida. Las fotografías fueron tomadas en el valle de Naltar, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, no lejos del corredor afgano que linda con la frontera china en su parte occidental. “Para mí es importante hacer un trabajo documental que tiene además impacto social y político”, comentó el fotorreportero en su cuenta de Instagram, donde mostró parte de su trabajo. En la web de Shades of Love se pueden ver fotos suyas y de otros autores que aún eligen mirar el mundo de manera más abierta, menos protegida por las bondades de pertenecer al primer mundo.

De armas tomar

No son épocas muy amables y los Pikachu lo saben así que se han alzado en armas. Palworld es un video juego recién lanzado al mercado por una pequeña empresa japonesa que ya ha vendido cinco millones de copias. Y que se describe a sí mismo como “Pokémon con armas de fuego”. Desarrollado por Pocketpair, con sede en Tokio, Palworld pertenece a un género conocido como aventuras de supervivencia, en el que los jugadores son arrojados a un entorno inhóspito de mundo y tienen que, sí, sobrevivir, encontrando comida y refugio, fabricando herramientas y, por supuesto, luchando contra enemigos, ya sean lobos hambientos o extraterrestres o lobos hambrientos, al estilo Minecraft. El juego ha sido extremadamente controversial, no sólo por sus similitudes con Pokémon, con algunos desarrolladores acusando al desarrollador de plagio con sus diseños de criaturas, sino también por su uso de convenciones de otros juegos de supervivencia exitosos, especialmente Ark and Rust. De todos modos, es bastante simple en su planteo y también por eso es un éxito. Los responsables de Pokémon (Nintendo, Creatures y The Pokémon Company) aún no se han pronunciado. Sólo Don McGowan, que dirigió el equipo legal de Pokémon Company durante una década, dijo recientemente al sitio de noticias Game File: “Esto parece la típica estafa que veía mil veces al año cuando era director jurídico de Pokémon. Me sorprende que haya llegado tan lejos”. La guerra de guerrillas es así, impredecible.

Superhéroe perfecto, perfecto

Aquellos y aquellas que adoran acumular revistas antiguas por la belleza que conservan las historias impresas, sepan que pueden tener un tesoro. Porque una copia rara del primer número de The Amazing Spider-Man se vendió por más de un millón de dólares. Específicamente, el cómic, publicado en marzo de 1963, alcanzó un récord de 1,38 millones de dólares (1,1 millones de libras esterlinas) en una subasta en Inglaterra. Es una de las dos únicas copias del primer número de The Amazing Spider-Man calificadas como “near mint/mint” (o sea,“casi perfectas/perfectas”) por el servicio de clasificación de cómics Certified Guaranty Company (CGC). “Era obvio que Spider-Man era una oportunidad que probablemente no se presentaría, y el precio final lo reflejaba”, dijo Barry Sandoval, vicepresidente de Heritage Auctions, la compañía que dirigió la subasta, según la revista Fine Books. La copia se vendió por casi tres veces más que una versión con calificación “near mint” vendida en julio del año pasado por 520.380 dólares (410.184 libras esterlinas). También estaba a la venta una copia rara del primer número de Superman, calificada como “fine/very fine” (o sea, “buena/muy buena”, que se vendió por 2,34 millones de dólares (1,8 millones de libras esterlinas). Publicado en 1939 por DC Comics, fue el primer número de una revista dedicada íntegramente a un superhéroe perfecto siempre perfecto, mint absoluto.

Estás maravillosa hoy

Un grupo de investigadores de la Universidad de Ohio calcularon que en el mundo cada día se toman 92 millones de selfies. Por eso hicieron un estudio con más de dos mil personas donde intentaron averiguar qué hay detrás de esta necesidad. Y llegaron a la conclusión de que la gente adora tener registro de sus momentos cotidianos pero más adora verse en ellos. No parecen ser esta las motivaciones de Augustin y Arthur, dos ratitas que acaban de ser objeto de un experimento fotográfico. Justamente, el fotógrafo parisino Auguste Lignier se viene preguntando hace años las razones que nos llevan a tomarnos selfies y publicarlas en redes. Siguiendo la línea del psicólogo conductista Burrhus Frederic Skinner, decidió meter dos ratas en una caja y estudiar su comportamiento. Lignier construyó su propia versión de una caja Skinner (una torre alta y transparente con una cámara) y soltó en su interior a Augustin, la rata blanca que resultó la más inteligente (“le puse así en mi propio honor”, dijo el fotógrafo), y a Arthur, la rata marrón y blanca, menos inteligente (“la bauticé así por mi hermano”), compradas en una tienda de animales. Cada vez que las ratas presionaban el botón dentro de la caja, recibían una pequeña dosis de azúcar y la cámara tomaba su foto. Las imágenes resultantes se mostraban al toque en una pantalla, donde las ratas podían verlas. “Pero, sinceramente, no creo que lo entendieran ni prestaran atención aunque resultaron ser ratas muy inteligentes”, aclaró Lignier. Y es que después, las recompensas se volvieron más impredecibles. Aunque las ratas todavía eran fotografiadas cada vez que presionaban el botón, el azúcar sólo aparecía de vez en cuando. Augustin y Arthur persistieron. A veces, ignoraban el azúcar cuando llegaba y de todos modos, seguían presionando el botón. Para Lignier, el paralelo es obvio. “Las redes sociales utilizan el mismo concepto para mantener la atención del espectador”, afirmó. De hecho, las redes han sido descritas como “una caja Skinner para el ser humano moderno”, que reparte recompensas periódicas e impredecibles (un me gusta, un seguimiento, un match romántico) y nos mantienen pegados a nuestros teléfonos. De manera que el problema no está en las selfies ratoniles sino en la realidad incómoda que el experimento muestra. De todos modos, Lignier compartó las selfies de las ratas en sus redes porque son sencillamente adorables. Ni Augustin ni Arthur se interesaron por la cantidad de likes recibidos.