Hasta siempre Piedad

Seguiremos caminando sobre el fuego

En la noche del 20 de enero se nos fue la dirigenta política colombiana Piedad Córdoba. Dicen que su corazón ya no aguantó tanto golpe. Su corazón fuerte de mujer negra, guerrera de la paz, dijo su ¡Ya Basta!

Las feministas del continente conocimos a Piedad por su lucha por la paz, aunque no fue la única. Ella abrió caminos a la participación decidida y audaz de las mujeres negras en la política colombiana. Así lo dijo en su despedida la vicepresidenta colombiana, Francia Márquez, con palabras conmovidas y comovedoras. “Sentimos un dolor profundo en nuestro ser como pueblo negro, como mujeres negras, como colombianos y colombianas. Y sentimos este dolor, porque aunque muchos en nuestro país no reconocieron el liderazgo de Piedad Córdoba, el pueblo negro sí lo reconoce. El pueblo negro sabe que ella siguió el legado de los ancestros y las ancestras por romper las cadenas de la opresión, por romper las cadenas del silenciamiento, porque fue una mujer que jamás se calló, una mujer que jamás guardó silencio, y eso nos lo enseñó. Yo como vicepresidenta tengo que decir que Piedad Córdoba abrió las puertas de las mujeres negras en la política de este país. Yo no sería vicepresidenta sin el camino que ella hizo… Que ningún niño, que ninguna niña olvide que una mujer negra en este país, ayudó a profundizar la democracia, que una mujer negra en este país, se puso del lado de la gente más humilde, que una mujer negra en este país, luchó por la justicia social, que una mujer negra en este país luchó por la paz y por la dignidad de todos los colombianos y colombianas.”

En el año 2008 invitamos a Piedad Córdoba, desde la articulación de colectivas Feministas Inconvenientes, a viajar al 23° Encuentro Nacional de Mujeres. Queríamos fortalecer su llamado a la lucha por la paz, y al papel de las mujeres en la misma. Ella había tomado relevancia por su papel en la liberación de políticos que estaban como prisioneros de las FARC. Estas gestiones eran parte de las actividades que buscaban promover el acuerdo de paz entre el gobierno y el movimiento armado. En ese momento Piedad hizo gestiones ante el gobierno de Uribe, y los gobiernos de Venezuela, Cuba, las FARC, internándose en la selva para realizar los diálogos con los líderes guerrilleros. Esta actitud le valió el ataque sistemático desde los medios de comunicación de la derecha conservadora, que la acusaron de ser parte o de estar financiada por la guerrilla. Piedad recibió amenazas de todo tipo para ella y su familia, y fue destituida como senadora –cargo que ganó como lideresa del Partido Liberal, y que ejerció en varios mandatos sucesivos, desde 1994 hasta el 2010-. El uribismo la inhabilitó por 18 años para ejercer funciones públicas, en lo que constituyó un intento de feminicidio político, que luego se revirtió, y Piedad golpeada pero con entereza volvió a la lucha por la paz y la justicia en los estrados legislativos.

Era una mujer deslumbrante, con sus turbantes que se volvieron contraseña de identidad con su pueblo, sus zapatos de tacos altos, su risa franca. Cuando en Neuquén se estaba por iniciar la Marcha que todos los años se realiza en el Encuentro, le sugerí que hiciera esa larga caminata, que se iniciaba en los barrios por calles de tierra, en zapatillas. Ella me respondió con su amplia sonrisa que con esos mismos tacos altos caminó en la selva cuando fue al diálogo con las guerrillas.

Ser mujer negra le costó dolores. El guerrerismo, el patriarcado, el racismo, el colonialismo, la despreciaron durante su vida, y en horribles comentarios incluso en la hora de su partida. En un homenaje que le hicieron en el año 2012 en el Hotel Bauen varios movimientos populares de Argentina, dijo Piedad: “Si se pudiera hacer un tratado de la agresión a las mujeres desde su etnia, desde su condición de mujeres, desde su ser revolucionario, yo sería el ejemplo perfecto. Porque me han dicho lesbiana, histérica, loca, puta… Desafortunadamente, a pesar de muchas normas y leyes que hemos aprobado, las cosas siguen siendo iguales, en un país donde se ve tan claramente el retroceso de las mujeres, no en la conquista, sino en el ejercicio de los derechos… Pero las mujeres en la primera fila de la resistencia estamos jugando un papel muy importante”.

El coraje y el ejemplo

Pienso mucho en estos días de duelo por la ausencia de Piedad, en todo lo que nos ha legado a los feminismos, con su coraje y su dignidad. Hoy que varias voces nos invitan a bajar la voz, a esperar tiempos mejores, vuelan las imágenes de Piedad, que después de haber sido secuestrada por grupos paramilitares de su país, no se resignó, que después de haber sido excluida del Congreso, no se calló. Vuelvo a sentir su palabra abrazadora, en esas jornadas cuando el Bauen era de los trabajadores y trabajadoras: “No nos pueden matar a todos, ni nos pueden desaparecer a todos, ni nos pueden quitar el derecho a construir una sociedad diferente. No nos asustan con el cuento de que nos va a pasar lo mismo que a la Unión Patriótica. Es como cuando violan a una mujer, que no dicen que la irrespetaron, que la violaron en su derecho como mujer. Dicen que tenía la falda alta, los senos al aire, el escote grande, y por eso ella misma es responsable de que la hayan violado. Nos dicen incluso algunos intelectuales de la izquierda que nosotros somos responsables si nos matan. Pero hemos tomado una decisión: caminar por encima del fuego... La peor amenaza que podemos tener es el miedo y la cobardía. Vamos a enfrentarnos al punto de que, pase lo que pase, que nos maten a algunos, que nos metan a la cárcel, esto no tiene reversa. Queremos educación, salud, vivienda, un modelo de desarrollo al servicio de la gente, no en beneficio de las multinacionales. Nosotros no nos vamos a dejar matar, ni nos vamos a dispersar. No vamos a perder el horizonte. No podemos distraernos en los cantos de sirena de la derecha del país y de América latina, donde enganchan a la gente para que se desdiga de lo que es. Para que se arrepienta de haber estado luchando con el pueblo, de haber sido comunista o socialista. Como dice Benedetti, es la industria de los arrepentidos. Si para nosotros es más importante la vanidad, dar saltos mortales en lo que sabemos, no ser capaces de poner a militar ese conocimiento al servicio de la gente, de estar donde están el campesino, el obrero, el estudiante, los indígenas, las mujeres, los negros, no vale la pena saber tanto”.

Partió Piedad, quien sabe para sembrarse en qué tierra, quien sabe para qué cielos. Duele su ausencia, se extraña su voz poderosa. En un almuerzo en su casa, compartido con otras mujeres colombianas, Piedad pudo decir cuánto le dolía la campaña de odio. No somos indiferentes a esos golpes, a ese desprecio, decía. Somos sensibles, pero no nos vamos a rendir.

A veces, el corazón se rompe. Piedad partió y duele. Nos queda su ejemplo y su coraje. Su capacidad de abrazar a las mujeres que luchan, como lo hizo durante el juicio contra Berta Cáceres en Honduras. Piedad estuvo ahí acompañando, con su inmensidad, con sus turbantes, con su sonrisa.

Se terminan las palabras, y asoman más recuerdos, más memoria rebelde. Hasta siempre Piedad. Seguí latiendo con nosotras.