Esta cuarta ofensiva neoliberal, luego de las instrumentadas por Martínez de Hoz, Menem-Cavallo y Macri, tiene algunas singularidades. En principio, el libertario cree que sus reformas fueron plebiscitadas en la segunda vuelta presidencial y que, por lo tanto, no requiere de la construcción de acuerdos. El nivel de violencia política implícita en su reclamo de arrasar con las instituciones republicanas como condición para remodelar la sociedad sólo es comparable con la primera arremetida de Martínez de Hoz. Por eso demanda la delegación de facultades extraordinarias.

Son otros sectores políticos, antes cobijados en Juntos por el Cambio, los que procuran que Milei no se hunda, tejiendo una coalición virtual que le de sustento parlamentario. Asumen así el riesgo de ser también parte del seguro fracaso de las políticas instrumentadas por el equipo libertario, que sólo conducen a una fortísima depresión económica, con su inevitable consecuencia de desocupación creciente, empeoramiento de las condiciones de vida de las mayorías y reducción de los ingresos fiscales.

Estas reformas siempre terminaron por colapsar debido a que son incapaces de dar respuesta a los problemas del pueblo argentino. Es una dificultad que a muchos de los aventureros que ahora rodean a Milei no les inquieta, en la medida que sólo intentan llevarse rápido su tajada. Pero a las fuerzas políticas que procuran persistir más allá de la coyuntura, debería preocuparles.

Macri fracasó en su intento reeleccionista porque se le fue de las manos el endeudamiento, del mismo modo que la Convertibilidad produjo una híper desocupación que selló la suerte política de Menem. Martínez de Hoz tuvo que irse antes del elenco de la dictadura por el fracaso de su política antiinflacionaria y la severa crisis financiera provocada por la desregulación del sector, que causó un quebranto generalizado de bancos y grupos empresarios nacionales.

En segundo lugar, el fenómeno del panelista devenido primer magistrado en dos años de meteórica proyección política es un fuerte indicador de los severos desequilibrios que afronta la sociedad. La política no ha sido capaz de dar respuesta suficiente y acorde a las necesidades populares ni de brindarle densidad nacional al desarrollo cultural, político, social y económico de nuestro pueblo.

Error de diagnóstico

Confundir la causa del fenómeno inflacionario, ubicando al exceso de gasto estatal como su origen, en una economía fuertemente bimonetaria, es obviar el rol de la puja por los dólares escasos para satisfacer todas las demandas de la sociedad. Se trata de un error intencional, que encubre el objetivo de jibarizar el Estado para que los grandes grupos económicos puedan almorzarse todas las nuevas riquezas del país.

Siendo el precio del dólar una referencia para todos los demás, su incremento en el tiempo, causado por su escasez estructural, es inevitable y promueve la suba de los otros precios. A su vez, su obtención es controlada por un cartel de empresas extranjeras que maneja el comercio exterior de la producción agropecuaria. Unos y otros ejercen su poder para condicionar todas las políticas internas, al tiempo que eluden todos los tributos que pueden.

Lo dicho respecto del déficit no implica habilitar la consolidación de un gasto por encima de la capacidad de solventarlo, sino pensar de qué forma se incrementan y administran adecuadamente los recursos disponibles, que es la otra forma de reducir el déficit y de generar superávit. Ante todo, se trata de las divisas necesarias para el normal funcionamiento de nuestra sociedad. Ya no es posible sostener en el tiempo un desarrollo industrial que no genere un saldo a favor de divisas creciente, como sucedió con Corea del Sur y otras naciones de industrialización tardía.

Por eso ya no puede pensarse en el viejo modelo de sustitución de importaciones sino en generar las condiciones para exportar tecnología y producción industrial. Para lograrlo, es un paso indispensable acometer la automatización de todos los procesos productivos posibles y alcanzar una escala de producción suficiente como para abastecer el mercado regional.

La posibilidad de una industria competitiva a nivel regional requiere en forma ineludible de la adopción de tecnologías avanzadas. No será en todos los rubros en el corto plazo, claro. Definir aquellos en los que sí es posible y luego desarrollarlos, es una tarea que requiere de una concertación productiva que el Estado debe liderar y para la que tiene en el INTI, las universidades tecnológicas y otras entidades públicas, las herramientas requeridas para lograrlo. Es un camino posible, como lo demostró la reconversión finlandesa, luego del colapso soviético.

El cuento de desregular

Del mismo modo, ubicar a la desregulación de la economía como el único remedio para superar los desequilibrios existentes no sólo es una vieja receta reciclada de anteriores experimentos neoliberales sino también una garantía de nuevos fracasos. La encendida defensa de los monopolios que realizó Milei en el foro de Davos dejó a las claras que no es el bien común lo que promueve sino que quiere abrirle la puerta del gallinero a los zorros. Por eso lo felicita Elon Musk, que anda detrás del litio, como en Bolivia, y quiere apropiarse de ARSAT.

Las sociedades complejas como la argentina no funcionan sin un conjunto de regulaciones. En todo caso, hay que ver a favor de qué intereses se regula y habrá que verificar la pertinencia de las regulaciones existentes y promover su cambio por otras más adecuadas a las necesidades del presente y del futuro.

No es casual que en el corazón de las reformas pretendidas en esta nueva ofensiva neoliberal se encuentren las relaciones laborales. Es en ellas donde se condensan las relaciones políticas de las clases articuladas en la reproducción económica de la sociedad. Retroceder en su relativa democratización, alcanzada con los derechos sociales y laborales, implica abrir las puertas al dominio autocrático de las oligarquías en el conjunto de las relaciones sociales

Además, sin regulaciones no se hubiese desarrollado el potencial de Vaca Muerta y, a la vez, ese desarrollo sólo fue posible por la capacidad de reinversión de nuestra petrolera con mayoría estatal. Acrecentar la musculatura de YPF para convertirla en una empresa de clase mundial, en condiciones de procesar e industrializar los derivados del petróleo y el gas, al tiempo que se forja una fuerte capacidad exportadora, es uno de los caminos a recorrer para generar los recursos que el país necesita para su desarrollo integral con justicia social. Privatizarla no sólo sería un pésimo negocio para el país, sino que resulta criminal para las posibilidades del desarrollo nacional.

YPF es sólo un buen ejemplo de lo que se puede hacer. Pero hay muchos más. El de más rápido desarrollo potencial en este momento es el sector de la economía del conocimiento, uno de los más potentes exportadores del país; la producción minera, que no se reduce a la extracción e industrialización del litio o el turismo receptivo.

Detrás de ellos hay otros, como los vinculados a la economía de la salud humana y animal, que tienen un enorme potencial en la medida que se alineen las capacidades públicas y privadas existentes, potenciando el vínculo virtuoso de la investigación y el desarrollo tecnológico aplicado. Lo mismo que la generación de energías alternativas, desde la nuclear a la producción de hidrógeno verde, pasando por los biocombustibles y la energía eólica.

Junto a estos, la recuperación integral del sistema ferroviario, incluyendo la fabricación de equipos y de la flota mercante nacional, optimizaría la eficacia sistémica de la economía, bajando los costos logísticos favoreciendo la integración nacional y evitaría la sangría actual de divisas por fletes y seguros, totalmente eludible.

Construir lo nuevo

Existe un camino nacional, democrático y popular para resolver los problemas argentinos. Lo que sucedió hasta aquí es que no se desarmaron muchas de la reformas neoliberales que se fueron acumulando desde la dictadura hasta ahora y tampoco se emprendió con decisión la construcción de un modelo alternativo de desarrollo, como si se dudara del rol rector que debe asumir el Estado democrático para superar las brechas de desarrollo.

Ese protagonismo del Estado en la planificación y ejecución de un programa de desarrollo social y económico resulta evidente en todo el mundo, incluyendo una China socialista, ejemplo de sociedad capaz de dar el gran salto adelante en apenas medio siglo hasta colocarse a la vanguardia mundial.

Argentina tiene todas las condiciones para alcanzar un nivel avanzado de progreso, siguiendo su propio camino, a condición de no someterse a la voluntad de los poderes económicos trasnacionales y de asociarse con otras naciones en igualdad de condiciones para promover el desarrollo conjunto.

Estamos ante la urgencia de explorar nuevos caminos de integración de las fuerzas populares, más allá de todo partidismo, en gran medida porque los partidos tradicionales han sido vaciados de su potencial de movilización y organización, cooptados por cúpulas que gozan de las prebendas de la representación en beneficio propio exclusivo. Un Morales en Jujuy puede avanzar contra las organizaciones populares demonizándolas, entre otros factores, por la complicidad del peronismo provincial, que se mece cómodamente en la espera de que el péndulo de la historia lo devuelva al ejercicio del poder político. También los dieciséis años de macrismo en la Ciudad de Buenos Aires fueron posibles por esa complicidad tácita de los que hacen negocios desde otras estructuras partidarias.

Volver a construir desde los barrios, las escuelas, las empresas, en cada lucha reivindicativa, los lazos solidarios que brinden sostén a todas las organizaciones populares, al tiempo que se debaten los caminos a seguir para recuperar la justicia social y establecer un sendero de desarrollo nacional inclusivo e integral, es el desafío de la hora. Los viejos o actuales liderazgos deberán probarse en ese proceso de movilización y organización que se habrá de recorrer hasta recuperar el rumbo nacional. La resonante movilización nacional del 24 de enero marcó una bisagra definitoria de la nueva etapa, de reagrupamiento de las fuerzas populares.

Un camino que ahora se ensaya son las asambleas multisectoriales realizadas en cada municipio bonaerense. Otro ya iniciado es el de la Multisectorial por la Defensa de la Soberanía Nacional o la inédita conjunción de todas las expresiones artístico culturales en el colectivo Unidxs por la Cultura, que ha dado un paso significativo al articular con el movimiento obrero organizado, además de la revitalización de las asambleas populares en muchos puntos del país. No son los únicos caminos posibles, pero siempre se trata de articular la reflexión, el accionar colectivo y la resistencia frente a las reformas regresivas para dar solución estructural a la crisis social, económica y política.

*Director de Sistemas de Salud del Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio de la UNTREF.