Cuando Sid Vicious salió de Rikers Island, Nueva York, el 1º de febrero de 1979, lo primero que pensó fue en el olvido. Durante los 54 días que pasó en la tristemente célebre prisión del Bronx -por incumplir las condiciones de su fianza de 50.000 dólares por el asesinato de su novia Nancy Spungen tres meses antes- se sometió a un tratamiento de desintoxicación forzosa para librarse de la adicción a la heroína que había arruinado sus días como segundo bajista de Sex Pistols y salvaje definitivo del punk. Sin embargo, mantenerse limpio nunca formó parte del guión de Vicious.

Tras llegar a Manhattan, Vicious se encontró con un amigo fotógrafo y compañero de drogas, Peter Gravelle. Vicious, nacido como Simon John Ritchie, pidió a Gravelle que le llevara heroína por valor de 200 dólares a una reunión que tendría lugar esa noche para celebrar su puesta en libertad. La dirección era Bank Street, en el apartamento de la aspirante a actriz Michelle Robinson, una de las varias mujeres con las que Vicious había estado saliendo desde la muerte de Spungen, por la que nunca sería juzgado, ya que ese mismo 1º de febrero terminaría muerto, con sólo 21 años.

En los meses que siguieron a su muerte, se presentaron muchas pruebas que sugerían que aquella noche Vicious estaba determinado a la autodestrucción. Su madre, Anne Beverley, heroinómana de larga duración, presentó una carta manuscrita que afirmó haber encontrado en su chaqueta de cuero, en la que se refería a Spungen. Decía: "Teníamos un pacto de muerte y tengo que cumplir mi parte del trato. Por favor, enterrame junto a mi bebé. Entiérrenme con mi chaqueta de cuero, mis vaqueros y mis botas de motoquero. Adiós".

La madre de Spungen, Deborah, afirmó haber recibido una carta similar de él, en la que se lamentaba por no haber muerto con Nancy aquella mañana del 12 de octubre de 1978 en el Hotel Chelsea, donde Spungen fue encontrada muerta por una cuchillada. "Le prometí a mi nena que me suicidaría si alguna vez le pasaba algo y ella me prometió lo mismo", escribió Vicious. "Este es mi último compromiso con mi amor". En las semanas siguientes a la muerte de Spungen, de vuelta en el hotel Chelsea bajo fianza, había sido ingresado en el hospital por haberse acuchillado los brazos con una bombilla de luz rota. Durante una de sus últimas entrevistas, cuando le preguntaron dónde quería estar, Vicious respondió: "Bajo tierra".

Sin embargo, cuando Gravelle llegó al 63 de Bank Street aquella noche, uniéndose a Vicious, Robinson, Beverley y otros cinco amigos íntimos, encontró a Vicious con un ánimo desafiante y de cara al futuro. "La última sensación que tuve de ellos fue más o menos positiva", dice ahora Gravelle. "Básicamente hablaba de cómo iba a librarse de la acusación de asesinato e ir al norte del estado de Nueva York a grabar un álbum, que iba a pagar todos sus honorarios legales y todo eso. En la lista de canciones estaba 'I Fought the Law', que The Clash hizo más tarde, y recuerdo que también estaba 'YMCA'. Le gustaba eso".

Jerry Only, de Misfits, y Howie Pyro, de The Blessed, estaban entre los amigos que se fueron antes de que empezara el consumo de drogas, pero Gravelle se quedó y fue testigo de primera mano de cómo los estupefacientes causaban estragos en el organismo recién desintoxicado de Vicious. "Tomó un montón de heroína y empezó a ponerse azul", recuerda. "Me quedé con él unas tres o cuatro horas más, hasta las dos de la madrugada o incluso más tarde. Cuando me fui, estaba bien. Estaba despierto, bebiendo té, un poco débil y todo eso, pero estaba bien. No había muerto por ese golpe de heroína". Al día siguiente, Gravelle recibió la llamada de un amigo dándole la noticia: "Salí y ya estaba en los diarios de la tarde: 'Murió Sid Vicious', no lo podía creer".

Otros estaban menos sorprendidos. "Una vez que se adquiere el hábito de la heroína, ¿adónde creés que se va?", se pregunta su viejo amigo John Wardle, alias Jah Wobble, autor del documental de 2009 In Search of Sid, y cuyos días en la escena punk de formación se recuerdan en su próxima autobiografía ampliada Dark Luminosity: Memoirs of a Geezer. "Cuando tomás drogas y bebés demasiado, entrás en un mundo infernal".

Rat Scabies, de The Damned, cuyo primer concierto fue como telonero de Sex Pistols, ve la muerte de Sid desde una perspectiva igualmente fatalista. "Si hubieras inventado la historia de Sid Vicious como un dibujo animado o una novela, cumpliría todos los requisitos", dice. "En cierto modo, era el único final que podía haber tenido".

El hecho de que Vicious sucumbiera a una sobredosis de drogas a una edad tan temprana consolidó su lugar en el panteón de figuras trágicas del rock'n'roll, a caballo entre el icono y la víctima. Pero si el destino de Sid era inevitable, se debía a su educación. "No creo que Sid tuviera una base adecuada en su vida", dice Jon Savage, autor de la biblia del punk de 1991 England's Dreaming. "Conocí a su madre Anne Beverley y me cayó bien, pero no creo que tuviera una crianza adecuada".

Wobble está de acuerdo. "Familia monoparental, mamá adicta, no va a terminar bien", dice. Conoció a Vicious en el Kingsway College of Further Education de Londres en 1974. Eran dos adolescentes con problemas cautivados por el carisma gruñón de su compañero de estudios John Lydon. Habiendo pasado su juventud moviéndose entre Tunbridge Wells, Bristol, los rascacielos de Stoke Newington y los enclaves hippies de la Ibiza de los 70 -donde Anne, abandonada por el padre guardián de Sid, supuestamente vendía drogas para sobrevivir-, Vicious aterrizó en la órbita de Lydon y Wobble sin guía y a la deriva de una madre drogadicta que ni siquiera sabía a qué colegio iba. Perfectamente preparado, pues, para personificar la escena punk que se formaba en torno al dúo.

De hecho, cuando Malcolm McLaren buscó a Lydon para una audición como cantante de Sex Pistols entre los personajes que rondaban la boutique Sex que tenía junto a Vivienne Westwood, salió en busca del John equivocado. No se trataba de Lydon, sino de Vicious, entonces conocido como John Beverley, a quien Westwood había recomendado por su perfecto estilo Blank Generation de pelo negro en punta, campera  de cuero, complexión flaquísima y permanente mueca de desprecio por la vida.

A pesar de no conseguir el trabajo en los Pistols, Vicious abrazó plenamente la estética de la banda: su nihilismo, ira y anarquía. "Él personificaba la era posmoderna", dice Wobble. "Era su mantra: todo es una mierda, todo está hecho. Era alguien que realmente vivía los ideales del punk, en el sentido de ser muy extremo, muy nihilista, muy autodestructivo, al que le importaban un carajo las convenciones sociales o los valores burgueses".

Para Vicious, inventor del pogo, esa energía rebelde se transformaba fácilmente en violencia. Bajo los efectos de las anfetaminas (Wobble fue testigo de cómo se drogaba desde el final de su adolescencia), Vicious arrojó un vaso de cerveza contra una columna durante un concierto de los Damned en el 100 Club, cegando a una mujer en un ojo. También golpeó con una cadena de bicicleta en la cabeza a Nick Kent, de NME, en un concierto de Sex Pistols en el mismo local. Vicious se quemaba con cigarrillos y se cortaba los brazos con tapas de latas para llamar la atención. Wobble recuerda que una vez apuñaló a un compañero de piso de Bethnal Green con un tenedor durante una pelea en una fiesta casera y que mató a un gato arrojándolo por la ventana de una casa ocupada de Hampstead.

Sin embargo, Wobble se muestra cauteloso ante la posibilidad de que se presente a Vicious como un ejemplo de actitud punk matona. Describe a su difunto amigo como una persona vulnerable, valiente e ingeniosa, aunque con un punto de maldad. "Podía ser bastante sarcástico", dice Wobble. "Tenía esa manía de buscar la debilidad en la gente que caracteriza a los adolescentes crueles y, en cierto modo, era el eterno adolescente. Creo que lo aterrorizaba la idea de crecer. Evidentemente, había mucha rabia en él. Cualquier psiquiatra podría ocuparse de él".

Uno lo intentó. A Wobble le pidieron que acompañara a un Vicious de 17 años a las sesiones con un psicoterapeuta después de que éste expresara intenciones suicidas. "Lo convertimos todo en una broma", dice. Inventaron una estratagema para sabotear la sesión; cuando el psiquiatra pidió a Wobble que ayudara a convencer a Vicious de que valía la pena vivir, Wobble informó a su amigo de que no tenía amigos, no tenía sentido y que era mejor que estuviera muerto. "Sid miró al psicoterapeuta con expresión de: 'Ves, te lo dije, no le gusto a nadie, la vida no vale nada, no interesa'. Estaba asombrado", dice Wobble. "Al final nos acompañó a la puerta, subimos por la calle, nos perdimos de vista y nos largamos a reír, pero me di cuenta de que muchas verdades se dicen en broma".

Tras breves periodos en Flowers of Romance y Siouxsie and the Banshees, Vicious fue contratado para sustituir a Glen Matlock como bajista de Sex Pistols en febrero de 1977. Era exactamente el chico del poster punk definitivo que McLaren quería en el corazón del grupo. "Cuando Sid se unió, no sabía tocar el bajo, pero su locura encajaba en la estructura de la banda", dijo McLaren más tarde. Embriagado por el estrellato del pop y la heroína, Vicious se metió de lleno en el papel.

Las contribuciones musicales de Sid fueron prácticamente inexistentes. Sus partes en el seminal debut de los Pistols, Never Mind the Bollocks, Here's the Sex Pistols, fueron interpretadas en gran parte por Steve Jones, y su impacto sobre el escenario fue principalmente ideológico. En la última gira de la banda por Estados Unidos en 1978, Vicious se burló de los vaqueros locales en los bares sureños ante una recepción a lo Blues Brothers. Golpeaba con el bajo a los que lo interrumpían y se clavaba las palabras "gimme a fix" ("Dame un pico") en el pecho, con la intención de asegurarse de que Estados Unidos no se sintiera engañado por el punk. Durante una comida en una parada de camiones de camino al último concierto en San Francisco, respondió a un grupo que se burlaba de su aspecto agresivo clavándose un cuchillo en la mano.

El problema era que el punk era una explosión cultural creativa que no sobreviviría reducida a un arquetipo rock. "Sid era una especie de caricatura y los Sex Pistols se convirtieron en una caricatura muy rápidamente", dice Savage. "Por eso no pudieron continuar". Al final de la gira, Lydon abandonó la banda, que se estaba desintegrando, y Vicious casi dejó de respirar. En un vuelo de San Francisco a Nueva York, entró en coma inducido por metadona, diazepam y alcohol. Al volver en sí, le dieron seis meses de vida si no dejaba de beber.

"Representaba para mí ese lado nihilista, autodestructivo, oscuro y completamente despreocupado del punk", dice Wobble. "Pero se embotó. Estaba con Nancy, le gustaba mucho la heroína, se cortaba, todo era bastante triste y poco interesante". La actitud antiburguesa del punk significaba que no había apoyo a mano para un adicto autodestructivo arrojado a los lobos del dinero y la infamia. "Era muy careta mostrar responsabilidad", dice Wobble. "Así que nadie iba a poner un brazo alrededor de Sid y guiarlo. Habría sido muy difícil de todos modos; probablemente se habría burlado".

Sin embargo, la música seguía ofreciéndole un salvavidas. Mientras McLaren intentaba salvar el impulso de los Pistols, Vicious fue llamado para hacerse cargo de la voz en varias canciones del falso documental The Great Rock'n'Roll Swindle, que se estrenó en 1980. Los Pistols consiguieron algunos de sus mayores éxitos en las listas británicas con las versiones de Vicious de "My Way" y "Somethin' Else" de Eddie Cochran, ácidas, polémicas y malhabladas. Mientras tanto, él y Matlock enterraron el hacha de guerra para formar el efímero supergrupo posterior a los Pistols Vicious White Kids.

"Estaba arruinado, así que no se encontraba en un buen momento", dice Scabies, que tocó la batería en el primer y último concierto de la banda, en el Electric Ballroom de Camden en agosto de 1978. "Pero al mismo tiempo, casi tenía el mundo a sus pies. No siempre llegaba a tiempo a los ensayos, pero aparecía y se sabía la canción". A falta de material original o de mucha habilidad musical, Vicious se las arreglaba sólo con su personalidad. "En lo que era realmente bueno era en saber lo que era", afirma Scabies. "Si nos remontamos a Robert Plant y gente así, no se les consideraba tradicionalmente grandes vocalistas, pero sabían lo que eran y lo que podían hacer con ello. El verdadero talento de Sid era que era muy consciente de quién era Sid Vicious". Y los incondicionales del punk de Camden se lo tragaron; con sólo 25 minutos de material ensayado, la banda tuvo que tocar el set dos veces.

Con Spungen como mánager, Vicious voló a Estados Unidos para reunir a su propia banda y dar una serie de conciertos de punk y garage rock al mes siguiente, muchos de ellos en el legendario local punk neoyorquino Max's Kansas City. "Me parecieron horribles", dice Gravelle de los conciertos inmortalizados en el disco póstumo de 1979 Sid Sings, con gritos entre canciones e insultos del público. "Llenaron el local de gente, hacía mucho calor y se sudaba mucho y el sonido era pésimo. Podría haber estado allí cualquiera". Pero el dinero era bueno. "Creo que probablemente se llevarían 14.000 o 15.000 dólares por noche, que no estaba nada mal", dice Gravelle. "Pero, por supuesto, todo se iba en drogas: entraba por una puerta y salía por la siguiente".

Vicious conoció a Spungen, nacida en Pensilvania, en marzo de 1977. Ella era una joven de 19 años rubia, descarada y esquizofrénica, dada a autolesionarse, a abusar de las drogas y al trabajo sexual ocasional. La relación de la pareja con la heroína fue tan intensa como su romance. Los visitantes de su refugio neoyorquino, en la habitación 100 del Hotel Chelsea, a menudo los encontraban en un nido de basura y sábanas, borrachos y absortos en dibujos animados.

Natural o narcótica, su relación fluctuaba salvajemente entre la adoración y el abuso. Vicious adoraba a Spungen, pero también la golpeaba. En una ocasión, afirmó haberla visto practicar sexo oral a un desconocido en un callejón por 15 libras. La notoriedad mediática no hizo más que alimentar su necesidad de estar a la altura de su propia leyenda. "La prensa retrató a Sid y Nancy como Romeo y Julieta en cuero negro, rugiendo hacia el infierno", dijo la madre de Spungen.

La pareja atravesó las puertas del Hades la noche del 11 de octubre de 1978. Tras una fiesta a puertas abiertas en su habitación del Hotel Chelsea, Spungen, de 20 años, fue encontrada muerta en el baño de una puñalada en el abdomen aparentemente infligida por un cuchillo Jaguar K-11 que había comprado para Vicious el día anterior.

Las especulaciones se multiplicaron. McLaren insistió en la idea de que otro yonqui del Hotel Chelsea podría haberla matado por dinero, y él mismo sacó a la venta una camiseta en la que aparecía Vicious enmarcada por un ramo de flores rojas como la sangre y las palabras: "ELLA ESTÁ MUERTA. YO ESTOY VIVO. SOY TUYO". Las sospechas recayeron también sobre varios traficantes que se encontraban presentes, entre ellos el actor y cómico Rockets Redglare. Bajo arresto, Vicious negó y admitió el asesinato de Spungen: "La apuñalé, pero nunca quise matarla", dijo a la policía. Más tarde se retractaría de su confesión. Tras haber tomado 30 pastillas de Tuinal y una botella de Jack Daniels esa noche, estaba comprensiblemente confuso.

"Le pregunté cuando salió de Rikers: '¿Qué pasó? ¿Mataste a Nancy?' y no se acordaba", dice Gravelle. Tras publicar varios ensayos sobre la "torpeza" de la investigación policial y las posibles hipótesis de la muerte de Spungen, Gravelle ha llegado a creer que Vicious era probablemente culpable. Savage no está convencido. "Creo que hay muchas posibilidades de que Sid no matara a Nancy, pero estaba tan jodido que probablemente pensó que lo había hecho", afirma.

Signos de interrogación similares se ciernen sobre la propia muerte de Vicious cuatro meses después. Teniendo en cuenta que estaba vivo cuando Gravelle lo abandonó la noche de su puesta en libertad en Rikers, el fotógrafo se pregunta si él y Michelle Robinson podrían haber tomado una dosis extra, a la postre fatal. "Ella acababa de salir de un psiquiátrico y tomaba todo tipo de drogas", dice. "Nunca supe si ella le había dado algo o si habían tomado Valium u otra cosa después. Desapareció después de que pasara todo y nunca habló del caso".

Pocos refutan que la muerte de Vicious marcó el final de la primera era del punk, convirtiendo sus vivos colores en un monocromo conmemorativo. "Había ido mucho más allá de la rebelión inofensiva", dice Scabies. Wobble considera la muerte de Sid "un cierto marcador". Dice: "Hay acontecimientos, como la muerte de Sid y Nancy, que articulan y personifican el final de un capítulo". Savage lo ve de otro modo. "Llevado a una conclusión concreta, era autodestructivo", admite. "Pero no era la única cara del punk, en absoluto. Estaba el lado del 'hacelo vos mismo'. Estaba el lado creativo. Creó una explosión en la moda, en la escritura, en la música. A nivel artístico, fue increíblemente exitoso y estimulante. No era sólo un montón de mierda nihilista".

¿Qué significa Sid Vicious en 2024? "Una camiseta", dice Savage. "No creo que signifique mucho, salvo una imagen". Con cautela, Wobble sitúa a Vicious en "este mundo bastante unidimensional del icono... como una figura religiosa. Como Lady Di o Jimmy Dean o alguien". Pero ya se intuye que las generaciones actuales y futuras podrían empezar a reevaluar esta figura problemática: sacar a Sid Vicious del panteón de los antihéroes de culto y situarlo en el terreno de los relatos históricos con moraleja.

"Entra en la categoría romántica, sin duda", dice Wobble. "Vivir rápido, morir joven en un mundo que nunca podría aceptar ese talento mercurial, todo ese tipo de cosas. Nancy y él casi murieron juntos, él murió para estar con ella. Es muy romántico. Pero es algo peligroso, no podés verlo demasiado así". Para Wobble, Vicious es, al menos hasta cierto punto, la víctima definitiva del espíritu de la época, presa de las oscuras maquinaciones de una industria musical diseñada desde hace mucho tiempo para masticarlos y escupirlos. "No estaba preparado para enfrentarse a ese mundo, a esa gente", dice. "A veces la gente te asombra por su crueldad y su connivencia". En última instancia, Vicious podría ser recordado más justamente como una piraña arrojada a los tiburones. "Era muy difícil que un chico así sobreviviera".

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.