El escritor mexicano Gonzalo Celorio, cada vez que le preguntan por esa suerte de reñida división internacional del trabajo literario entre realidad e imaginación, subraya que se puede conocer mejor la historia a través de la novela que de los historiadores. El paradigma es Pedro Páramo, “en la que Juan Rulfo amplía las escalas y las categorías de la realidad para incluir en ella, objetivamente, los atavismos, los mitos, las fantasías de la población rural mexicana, representada por esa entidad ubicua que recibe el nombre de Comala”. Celorio ofrecerá una conferencia “Los Contemporáneos frente al discurso nacionalista mexicano”, hoy a las 19 en el Museo de Arte Latinoamericano (Malba), en el marco de la exposición México moderno. Vanguardia y Revolución, en la que se exhibe un conjunto de más de 170 piezas emblemáticas de Frida Kahlo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Leonora Carrington, entre otros. El autor de novelas como Tres lindas cubanas y El metal y la escoria repasará las posiciones críticas de los escritores agrupados en la revista Contemporáneos: Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Jorge Cuesta.

“En la década del 20 surge un proceso de carácter cultural muy importante que trató de llevar a las instituciones mexicanas los logros presuntamente obtenidos por el proceso revolucionario de México –recuerda Celorio–. Quien encabeza este proceso de institucionalización en el ámbito de la cultura de los valores de la revolución fue José Vasconcelos, que por un lado abrió los espacios públicos de la ciudad de México a la expresión de los grandes muralistas, como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros; pero al mismo tiempo Vasconcelos fue el eje de una generación de grandes poetas llamados ‘Contemporáneos’ por la revista que publicaron, con ese título, en 1928. Estos grandes poetas, pensadores, escritores, como José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Gilberto Owen, tuvieron una posición crítica con respecto al proceso revolucionario en lo que hace a sus manifestaciones artísticas. Fueron particularmente críticos con la actitud de ideologizar en el ámbito del arte la Revolución mexicana, y presentaron una estética distinta, de carácter más cosmopolita, más moderno”. 

El escritor mexicano aclara que Los Contemporáneos no fueron precisamente vanguardistas, “en tanto que no firmaron un manifiesto que tuviera las condiciones propias de lo que podría ser un movimiento”. “Cada uno de ellos entre sí era un escritor muy diferente. Por eso se le llama ‘el grupo sin grupo’ o más poéticamente ‘un archipiélago de soledades’. Lo que es cierto es que cada uno de ellos, a su manera, encontró una modernidad que se opuso en términos muy generales a esta actitud un tanto impositiva del nacionalismo mexicano que se manifestó en la Escuela Mexicana de Pintura, pero también en la música de Carlos Chávez, de Silvestre Revueltas, y en la literatura, sobre todo con la novela de la Revolución mexicana. Creo que la posición más crítica fue la de Jorge Cuesta, que planteó una paradoja irreductible. Decía que el concepto de nacionalismo era un concepto importado de Europa de manera tal que al ser más nacionalistas éramos más europeos y por consiguiente menos mexicanos”, explica Celorio (México, 1948), miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.

Hay algunas famosas “rencillas” del período que abarca la conferencia de Celorio, como el enfrentamiento entre Diego Rivera y Salvador Novo (1904-1974), lengua afiladísima que laceró con una saña excepcional a varias figuras de la cultura mexicana, entre otros a Rivera, a quien le dedicó una serie de sonetos satíricos y décimas procaces y devastadoras en “La Diegada” (1926). Una selección arbitraria permite ilustrar la cuestión: “Y Diego, el comunista distinguido,/ que maneja el pincel ultramoderno/ y que es tan buen pintor como marido,/ por el largo desfile hacia el infierno,/ en homenaje al desaparecido,/ aporta una corona en cada cuerno”. El autor de La estatua de sal se burla del muralista porque Jorge Cuesta –uno de Los Contemporáneos– terminó en pareja con Guadalupe Marín, que entonces era esposa de Rivera. Pronto llegaría la revancha. Cuando pintaba los murales de la SEP (Secretaría de Educación Pública), plasmó un corrido del comunista Carlos Gutiérrez, apelando al siguiente verso: “El que quiera comer que trabaje”. En el mural aparecía una guerrillera que le extendía una escoba a Antonieta Rivas Mercado para que barriera la basura, donde estaban las revistas Ulises y Contemporáneos y a un costado aparecía Novo en cuatro patas y con orejas de burro.

* Entrada libre y gratuita hasta completar la capacidad de la sala.