“La artesanía vale por lo que representa”, enseña desde una de sus paredes el recién estrenado Museo del Folklore del pueblo de Londres, Belén, Catamarca. Es que además de su bello paisaje, o mejor dicho enmarcado en él, Catamarca guarda el tesoro de un acervo material inconmensurable. Hilos que se tensan y entrecruzan desde tiempos prehispánicos revelando su historia, pero también el futuro que quieren para sí, ligado a oficios de enorme valor que se están perdiendo.

Así, la producción textil es la principal artesanía que se practica en la provincia, capital del Poncho, heredada de generación en generación en las que se mezclan las tradiciones indígenas con las españolas, siguiendo técnicas antiquísimas para elaborar todo tipo de tejidos en lana de oveja, llama, alpaca y vicuña. La materia prima utilizada por los artesanos por lo general tiene origen local, en ovinos y camélidos (llamas y vicuñas), no obstante por tradición se utilizan otras fibras como la de alpaca, que proviene de Bolivia o Perú.

Hoy son muchos los que con esfuerzo intentan que este saber hacer perdure y sobre todo sea fuente de ingresos. Los hay ancianos con el gen en sus venas y para variar sumidos en la pobreza y en la vergonzosa situación de explicar una y otra vez el valor de tu tarea (para tejer un poncho de la calidad que tienen pueden tardar varios meses). También los hay más nuevos que llegan al oficio con el fin de generarse un sustento. Pero todos, por la Ruta del telar. Un proyecto que integran una red de talleres familiares artesanales, locales de asociaciones, cooperativas y comunidades de pueblos originarios, con el fin de ofrecer al turista su trabajo de primera mano. Chales, chalinas, corbatines, los tradicionales ponchos, mantas bordadas, los pullos y vinchas para sombreros. Pero también, y aquí lo más interesante, el modo de vida que se traduce en ese hacer. Porque como no nos cansamos de explicar, es fundamental conocer para reconocer. Y estos artesanos invitan a pasar a sus casas/rancho/ taller y a su telar, generalmente bajo la sombra de un árbol, para compartir vida y obra.

Así, esta particular ruta, ubicada en el Departamento de Belén, a unos trescientos kilómetros de la capital, suma más de cincuenta “postas” que involucran a más de trescientos artesanos, que de manera independiente, familiar o asociacional se nuclean en la CAVALAF (Cadena de Valor de Lana/ Fibra). Las instituciones que acompañan este proyecto son los Municipios de Belén, Londres, Pozo de Piedra, La Puerta de San José, San Fernando, Hualfín, La Puerta de Corral Quemado, Corral Quemado, Villa Vil, la Secretaria de Estado de Turismo de la Provincia de Catamarca, la Universidad de Catamarca, el INTA y la Secretaría de Agricultura Familiar - Ministerio de Agroindustria de la Nación.

Un bello camino que se puede hacer durante todo el año, enamorándose del tejido fino de vicuña de Belén, la guarda atada de Londres o los pullos de Corral Quemado.

Londres

El Londres de Catamarca fue fundado en 1558 por el español Juan Peréz de Zurita. Es la primera localidad de la provincia y la segunda del país que lleva ese nombre en conmemoración de la boda real de María Tudor y Felipe II. Y acaba de estrenar museo, que además oficia de Posta 0 de la Ruta del Telar.

Emplazado en una casona antigua, el bello Museo Folklórico, que se concreta gracias a esfuerzos del municipio, la provincia, la Fundación Azara y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, tiene como misión la defensa, difusión y conservación de las costumbres, creencias, artes y saberes del campo. “Una aclaración es oportuna”, explica Claudio Bertonatti, director de Azara. “Lo más importante de este tipo de museos no son los objetos que se presentan, sino los conocimientos populares que los han creado y lo que estas piezas permiten contar sobre ellos”.

Es por eso que allí se dan cita en un espacio de exposición y venta los protagonistas de esta posta, todos maestros artesanos que llevan el saber en su sangre por generaciones -Angela Gutiérrez, Pascuala Quispe, Félix y Andrea Gutiérrez, Sara Yapura y Ramón Cabrera, María Díaz y Vicenta Rivas. Todos sencillos pero orgullosos de un saber que enaltecen desde hace años, con las manos ajadas del trabajo pero idéntica pasión y la generosidad del que sabe, hoy abriendo todos las puertas de sus casas a quien quiera visitarlos. En todo momento, como señalan, ya que su trabajo es de tiempo completo y muchas veces, en esos días de calor sórdido del norte, duermen de a ratitos en sus sillas de trabajo ya que a la noche el calor amaina y  así pueden responder a sus encargos.

Belén

Mientras que la ciudad de Belén, tiene sus propios exponentes, algunos referentes de larga data y otros que se suman al ruedo, pero con idéntica pasión. 

En clave cooperativa de inquietas mujeres con, por ahora, un sólo varón están las Arañitas Hilanderas (María Isabel y Angelina Abarza, Paola Arancibia, Inés y Rosalba Aguirre, Nora Arredondo, Teresa Cabrera,  Elizabeth Castro,  Mónica Karina Chaile, Angela Condori, Irene Esnariaga, Julio Figueroa, Nicol Garay, Clementina Palavecino, María Quintero, Romilda Quiroga, Adriana Sánchez Adriana Urquiza,  Patricia Gutiérrez, Alicia Villagra y María Rosa Usqueda ).

La misma fue conformada buscando una alternativa a la crisis del 2001 como parte de la contraprestación de los planes Jefas y Jefes de hogar. De la mano de Rosa Vega, artesana que al día de hoy lleva la batuta, sobre todo de la innovación en el grupo, y es presidenta de la cooperativa, muchas fueron convocadas para comenzar a aprender el oficio del telar. Así poco a poco, y con esfuerzo, como ellas mismas cuentan, fueron hilando sus sueños como el de la casa propia que hoy ostentan y donde tienen el taller y local de venta donde reciben a contingentes de turistas que por suerte cada vez son más. Allí entre mate y mate y la visita al taller, ofrecen algunos de sus prendas más solicitadas como los chales livianos de lana de oveja o llama en color natural o chocolate (las tonalidades más propias de la región) y otros con tintes naturales ideales para las más jóvenes que como cuentan, siempre apuestan al color. Además de sus alfombras, caminos e individuales llenos de color apodados recientemente Jigote, como un plato tradicional de Belén que se hacía en tiempo de cosecha con lo que cada vecino podía aportar, linda metáfora de su modo de ser y trabajar.

Por último, de forma independiente, pero todo un emblema de la región, en la ciudad de Belén también se encuentra el local y taller Rua Chaky  del artesano Ramón Baigorria, quien junto a su esposa Graciela Carrasco, despliega todo su arte en una paleta de los colores del arco iris y con un absoluto virtuosismo.  

Agradecemos especialmente la realización de esta nota a Natalia Dusso, directora técnica del Centro Inti de Catamarca.