¿Cuál es el riesgo aceptable al que alude el título de este thriller irlandés? Desde los primeros minutos queda claro que hay uno mayor. Casarse con Sarah Manning (Elaine Cassidy), la protagonista de Acceptable Risk. Se trata de una dublinesa con dos hijos que acaba de enviudar por segunda vez. “Ya estuve aquí enterrando a alguien que amé”, dirá ella en el funeral. El primero había muerto ahogado en un canal aparentemente alcoholizado. El segundo apareció con un balazo en la cabeza en una calle perdida de Montreal. El punto es que ambos trabajaban para la misma empresa, una firma poderosa, global y muy celosa de su seguridad. Lo que podría tomarse como una partida con todas las cartas sobre la mesa es, por tono y narrativa, una apuesta calculada y flemática. ¿Quién mató al ejecutivo top? ¿Por qué? ¿Qué trapitos sucios quiere esconder la compañía Gumbiner-Fischer? Sundance TV estrenará mañana el primero de los seis episodios de esta producción que irá los martes a las 22. 

“Tengo que estar segura de que no obtendré más que la absoluta verdad, que no seré subestimada, ya no puedo soportar otra sarta de mentiras”, esgrime su protagonista, una de esas viudas que según la policía sabe más de lo que asegura. En su pasado, Sarah también había sido empleada de esa farmacéutica ahora en la mira. Un villano corporativo e ideal, con su manejo de millones y prácticas siempre vedadas para el gran público. Sarah intentó mantenerse al margen del trabajo y de los viajes por todo el mundo de su segundo marido. Cuando una detective empiece a indagar en el homicidio, la viuda se dará cuenta de que en realidad sabía muy poco del muerto. “Era el hombre invisible”, le confesará en algún momento a su hermana. No hay fotos de la vida pasada de Lee y nunca conoció a su familia. Prácticamente había convivido con un fantasma. El misterio a desentrañar, entonces, no es sólo el de su asesinato sino también el de la relación entre ambos y sobre la verdadera identidad de la víctima. 

Acceptable Risk  es una coproducción irlandesa y canadiense pero sus huellas hay que rastrearlas en los thrillers escandinavos, con su regusto por el distanciamiento estético, lo siniestro cocido a ritmo lento, su tono retraído y argumentos en los que un crimen destapa una olla de corrupción política y económica. Hay más elementos que la conectan con la vena del nordic noir. Quien encarna al CEO de la farmacéutica es Morten Suurballe (inspector de la versión danesa original de The Killing). Y también está el foco en los roles femeninos fuertes y agrietados. Empezando por Sarah, la esposa perturbada y de buena posición que no es precisamente un dejo de empatía. También está su hermana que cuenta con un pasado de estrella pop y conoce el universo de los nuevos ricos de Dublín. Y, finalmente, la inspectora que lleva el caso, Emer Byrne, no vestirá los icónicos sweaters de Sarah Lund pero carga con el mismo estado de ánimo opaco que la protagonista de The Killing. Otro punto destacable es su tratamiento de las localizaciones. El antropólogo Marc Augé se haría un festín al ver las panorámicas de esos no lugares donde se desarrolla la trama. La conspiración internacional sucede entre la capital irlandesa y Quebec. No hay retratos pintorescos sino torres gigantescas y desangeladas, callejones perdidos, aeropuertos frenéticos, laboratorios y oficinas pulcras donde se desarrollan actividades al margen de la ley. Entre ellas la que provocó el doble padecimiento de Sarah. Parafraseando a Oscar Wilde: “Perder a un marido en circunstancias misteriosas puede considerarse como una desgracia; perder dos parece un descuido”.