"Me matan si no trabajo y si trabajo me matan", escribió el gran poeta cubano Nicolás Guillen y cantaba el trovador revolucionario Daniel Viglietti. La andanada de medidas contra trabajadoras y trabajadores formalizados por el Estado y el capital se insinúa como brutal. Más brutal de lo que ya es. Con la lacayuna anuencia y el servilismo de los burócratas sindicales y los gobernadores llegan cambios con efectos letales a corto plazo. También en jubilaciones. Aumentan la edad a 70 años. Si algo ajustara serán los grillos y cadenas que nos hacen sufrir la explotación. Trabajo deriva de tripaliun; un instrumento de tortura que se usaba para los esclavos insumisos. Las próximas generaciones de trabajadoras y trabajadores tenemos el escarnio asegurado. También las y los seres excluidos tienen aseguradas nuevas y mayores calamidades. Cabe recordar que los arcos de los portales en los campos de exterminio del nazismo lucían la inscripción: "el trabajo libera". Stalin y Pol Pot, uno en la URSS, otro en Camboya utilizaron los trabajos forzosos y forzados como arma política y desarrollo del capital y el Estado.

Este sistema, es un gran vampiro que se alimenta de sangre humana.

Además, tiene una legión de tejedores de sogas para nuestros cuellos que concurren a las urnas y legitiman la explotación y la dominación.

Estamos también quienes resistimos y resistiremos sin claudicar.

 
Carlos A. Solero