"Sí, teníamos miedo, obvio. El contexto no era una fiesta", confesó Miguel D'Agostino, exdetenido desaparecido y declarante en el Juicio a las Juntas militares, a 40 años del inicio del proceso penal que fue la piedra fundante del concenso democrático en Argentina.
D'Agostino estuvo preso clandestinamente en el ex Club Atlético -hoy espacio para la Memoria- y liberado en octubre de 1977. Prestó declaración siete años después, en mayo de 1985. "El poder militar estaba intacto todavía. Amenazas habíamos tenido, yo en los días previos tenía un Falcon apostado todas las mañanas, llegué hasta a saludarlos. 'Buenos días', les decía. Tenía claro que sobre nosotros había cierta acción psicológica, pero tenía un compromiso", recordó en la 750.
La experiencia previa al inicio del enjuiciamiento a las cúpulas militares fue la investigación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), creada el 15 de diciembre de 1983, que, según contó D'Agostino, fue donde comenzó a encontrarse con otros sobrevivientes a los que no había tenido oportunidad de conocer previamente. "Acompañamos mucho el proceso que se dio en la previa (al juicio) y a muchos nos había tocado ya dar testimonio en la Justicia militar", agregó.
Por esta razón, el llamado a declarar en el Juicio a las Juntas no se presentó como una sorpresa. Para el caso, era importante que los testimonios fueran de "fortaleza jurídica". En el de D'Agostino había dos testigos de su secuestro: sus padres, quienes también fueron citados. Y también era importante que se hubieran formalizado denuncias para respaldar lo expresado por el declarante, como hábeas corpus, reclamos al Ministerio del Interior, al gobierno de la Provincia de Buenos Aires o a la Iglesia. "Cumplía prácticamente todos los requisitos de la fiscalía, que buscaba casos que no fueran vulnerables jurídicamente", explicó D'Agostino en Escuchá Página|12.
Una vez en el estrado la situación no fue menos difícil. Las jornadas conllevaban largas horas de mucha tensión. En su caso, fue citado a declarar a las tres de la tarde y recién a las 23 prestó declaración. Además, D'Agostino recordó que las preguntas de la defensa estaban especialmente dirigidas a su pasado militante y al de otros compañeros, con intenciones de delatar nombres o crear una narrativa respecto de la militancia que, de algún modo, justificara la detención clandestina, o que incluso, deslegitimara la propia declaración por tratarse de enconos político-ideológicos.
"Orgeira, uno de los defensores de (Roberto Eduardo) Viola, me preguntó a mí si había visto o escuchado a algún subversivo en el centro. Yo era un tipo joven, más rápido que ahora, tenía 25 o 26 años, y se me ocurrió preguntar si me podían explicar qué era ser subversivo. Y Orgeira se empezó a enredar de tal manera...", evocó.
El Juicio a las Juntas se dio en medio de un clima complejo, en el que hubo incluso acusaciones cruzadas contra los sobrevivientes respecto de las razones de esa supervivencia, las sospechas de colaboración con los militares, una cobertura mediática limitada y el peligro permanente de que al período demorático le siguiera otro golpe. "Uno se sumergía sin saber que esto se iba a transformar en lo que es, y en alguna medida fue un escenario donde nuestras voces, las de los que hemos sobrevivido, vinieron a ponerle un poco de luz a esa larga noche oscura", concluyó D'Agostino.