El discurso espontáneo de Lula, remitiendo a sus orígenes, es el de un líder sindical. Condiciones salariales, garantía de empleo, derechos sociales son sus temas usuales. "A un tipo que nació en Caetés (interior de Pernambuco), que comió pan por primera vez a los 7 años, criado por una madre con 8 hijos y llegó a la presidencia de la República, no es un gringo quien le va a dar ordenes a este presidente", dijo Lula el jueves en alusión al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Fue con esos orígenes que Lula articuló su discurso de prioridades de políticas sociales, en el marco de la lucha en contra del neoliberalismo. Así fue elegido y reelegido presidente de Brasil, a comienzos de este siglo, pasando de líder sindical a dirigente político y mandatario. En el marco de la lucha en contra del neoliberalismo, ese discurso se ha vuelto hegemónico en Brasil.

El mismo discurso permitió la elección de su sucesora Dilma Rousseff, que solo salió de la presidencia por la nueva modalidad de golpe de la derecha: el lawfare. El mundo ha cambiado desde entonces. Vino la crisis y el agotamiento del neoliberalismo, pero manteniéndose el capital financiero de carácter especulativo como eje de la economía mundial.

De repente, Trump dio este "regalo" para Lula, orientado por las sabias enseñanzas del hijo de Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro, que parece que se ha vuelto el orientador de la política de los EE.UU. hacia Brasil. Alcanzó a amenazar con un portaaviones que desembocaría en Brasil. Quedó claro que la tarifa del 50 por ciento era una amenaza en caso de que Brasil no terminara con el proceso contra Bolsonaro, por sus responsabilidades en el intento de golpe, para evitar que Lula asumiera un nuevo mandato.

Lula se aprovechó de la situacion para retomar el discurso de la soberanía, una categoría del vocabulario nacionalista que parecía postergada hace mucho tiempo. Un país soberano no admite, segun Lula, que alguien del exterior intente intervenir en las decisiones del poder judicial de Brasil, imponiendo una tarifa brutal sobre la economía del país.

El razonamiento era claro: tarifas del 50 por ciento hasta que terminara la supuesta persecución a Bolsonaro, considerado por Trump como un destacado líder, reconocido mundialmente. Una decisión política y no económica que, al día siguiente, vino acompañada de un proceso para apurar supuestas irregularidades, incluso de orden ecológico, que el gobierno brasileno habría cometido. Una nueva operación suicida del gobierno de Trump.

Después de declaraciones hechas en el Congreso de Brasil y en una conferencia de prensa de Bosonaro, amenazando a un miembro del Supremo Tribunal Electoral con sanciones de parte del gobierno de los EE.UU., la instancia máxima de la justicia brasileña decidió intervenir. Una acción a las 6 de la mañana en la casa de Bolsonaro le impuso el uso de una tobillera y varias restricciones, entre ellas el contacto con su hijo que está en EE.UU., con cualquier diplomático y otras limitaciones, con el claro objetivo de impedir que Bolsonaro se aislara en la embajada estadounidense.

En esse marco, el apoyo a las posiciones de Lula se ha extendido entre los empresarios brasileños, prejudicados por la tarifa del 50 por ciento a los productos locales, indignados por la postura de la familia Bolsonaro de perjudicar a la economía brasileña a cambio de anular la prohibición de Bolsonaro a ser candidato a la presidencia de Brasil. La búsqueda de una amnistía es el objetivo de los bolsonaristas.

El discurso de Lula, en ese marco, recuperó la capacidad de volverse hegemónico en Brasil, surgiendo como el defensor de los intereses del país. Quien logra surgir como representante de la soberanía surge como la gran expresión de los intereses del país. Lula, de nuevo, pasa de líder sindical a estadista, de luchador por los intereses económico-sociales a gobernante de todos los brasileños. Las encuestas reflejan eso, con el alza del apoyo que pasa a tener Lula. Su reelección surge como cada vez más probable, al igual que la prisión de Bolsonaro.