HOMO ARGENTUM 5 puntos

(Argentina, 2025)

Dirección: Mariano Cohn y Gastón Duprat.

Guion: Andrés Duprat, Mariano Cohn y Gastón Duprat.

Duración: 98 minutos.

Intérpretes: Guillermo Francella, Eva de Dominici, Milo J, Migue Granados, Clara Kovacic, Vanesa González.

Estreno en salas de cine

El estreno de Homo Argentum ha provocado una nueva circulación pública de nociones respecto del “cine que quiere ver la gente” y “las películas que sólo ven cuatro espectadores”, contraposición bestial que parte del prejuicio y el desconocimiento sobre la riqueza y variedad de la cinematografía local. Pero más allá de la discusión de fondo, está el nuevo largometraje de Mariano Cohn y Gastón Duprat, los responsables de películas como El hombre de al lado, Mi obra maestra y 4X4, amén de varias incursiones en el formato seriado para plataformas. Tal vez Homo Argentum hubiese funcionado mejor como serie, aunque, nobleza obliga, lo mismo podría afirmarse respecto de muchas películas ómnibus, ese compendio de relatos totalmente independientes o unidos por una idea, dirigidos por un mismo realizador o bajo varias firmas, que explotó hacia comienzos de los años 60 y que tuvo su último ejemplar nacional en la exitosa Relatos salvajes. Es casi imposible que todos los “cortos” reflejen un mismo nivel creativo, como lo confirman incluso algunos de sus mejores y/o más famosos exponentes (v.g.: Boccaccio 70, Loin du Vietnam, Historias de Nueva York, El Decamerón).

Cohn y Duprat llevan al extremo la idea al construir el film no a partir de tres o cuatro relatos sino con dieciséis mini historias, todas ellas autónomas pero unidas por un delgado hilo que, de manera jocosa, pretende moldear un arquetipo del “ser nacional”, en particular sus zonas más grises o directamente oscuras. Por caso, el cuento que descorre el cortinado, uno de los más certeros y punzantes, describe en escasos minutos varias hipocresías y vicios privados y públicos de alcance absolutamente universal, un “lavarse las manos” que bien podría trasladarse a cualquier otra región del planeta. Es también uno de los capítulos que mejor funciona en términos narrativos, evitando en cierta medida el costumbrismo. Lo que sigue es una catarata de relatos cuya duración varía –hay un par de apenas un minuto, pero la mayoría se extiende entre los ocho y los doce–, todos protagonizados por Guillermo Francella, con maquillaje y prótesis a tono con la edad y características particulares de cada personaje, pero un mismo tinte y tono, mohines familiares para los seguidores del actor incluidos.

Así, el desfile de criaturas –que por momentos trae el recuerdo de un verdadero experto en la materia: Peter Sellers y sus mil caras y voces, aunque toda comparación resultaría odiosa– incluye a un vigilante de garita suertudo, un criptobro regalón, un padre de familia rodeado de hienas, un cura villero, un director de cine veleidoso, un arbolito de la calle Florida y un abuelo tilingo. El relato protagonizado por este último personaje ilustra muy bien los deméritos de Homo Argentum: falto de ritmo y tensión narrativa, el corto concluye con un remate previsible, de esos que se ven venir a quilómetros de distancia, anulando cualquier posibilidad cómica. Hay en líneas generales una falta de gracia que las historias más breves, como la del relator de fútbol o la protagonizada por el presidente de la nación, hacen aún más evidente, como si se tratara de sketches de algún viejo programa humorístico a los cuales les faltara un golpe de horno en la sala de guionistas.

Otros funcionan mejor, como el del vigilante que tiene una noche de suerte con una chica, segmento que trabaja de manera ingeniosa el fuera de campo y cuyo cierre escapa a la obviedad. Pero a cada balde de cal le sigue otro de arena, y relatos como el del padre que lleva a su hija a Ezeiza parecen haber sido diseñados para meter la mayor cantidad de marcas comerciales en pantalla, departamento en el cual Homo Argentum seguramente rompe un récord absoluto, imbatible, obsceno: más chivos que cameos, parece haber sido el concepto rector. El cuento de cierre transcurre en Italia, un guiño a verdaderos clásicos de la crítica ácida a usos y costumbres nacionales como I mostri, de Dino Risi, aunque habrá que ver si Homo Argentum es capaz de inaugurar una commedia all'argentina.