Cada vez que Carolina Saade se monta a un personaje, abre una puerta. Su arsenal de movimientos parece de ensueño, como si al tiempo que los articula estuviera descubriendo el efecto, frente a nosotros. El asombro que provoca ante quienes observan sus interpretaciones nos deja como criaturas que aún están aprendiendo la dimensión de los objetos, y no hace falta que grite para conseguir atención. Es más, su voz es tan prodigiosa que esperamos se la cuide. Cuando en sus actuaciones canta –por suerte, casi siempre– remite a esos momentos de clímax de comedia musical donde hasta una pelusa de alfombra puede humanizarse para entonar un solo. Esa sensación que todo musical persigue: la de contagiar las ganas de soñar.

¿Cómo hacer para que una urna de cenizas luzca como un objeto adorable? ¿Podemos reírnos por el brillo y el atractivo de un médico que acaba de darnos la peor noticia? ¿Quién establece cómo reaccionar frente al dolor? Cuando el imaginario atraviesa las fronteras de lo concreto, lo sugerente puede llevarnos por posibilidades absurdas. La especificidad de los datos que se brindan al contar un relato son los que determinan la solidez de una anécdota. El buen contador no escatima información, pero cuando lo que se escucha no es feliz, los adornos narrativos se rechazan como si al pronunciarlos se exhibiera la posibilidad de lo inevitable.

Esta es la historia de un duelo al que se le acorta la palabra y, en su lucha por completarse, encontrará como válvula de escape la canción, el trance en una disco o el chemsex (aquella práctica basada en el uso de drogas para intensificar la actividad sexual). Cada escena calibra el grado de encantamiento sin agotar los recursos o hacer que los espectadores se distraigan: Menos detalles nos mantiene imantados como los espirales de hipnosis. Así, mientras todo en el escenario reluce y se mueve, nuestra cabeza amalgama pensamientos de visitante.

Que Menos detalles, la nueva obra de Gustavo Tarrío (miércoles 20 y 27/8 en El Galpón de Guevara), hable de la muerte y sea culpable de ese efecto judygarlandezco es una hazaña probable por la forma en que el quinteto creador ha dispuesto las piezas. El trabajo previo de Tarrío también exprimentaba con ausencias, puntualmente la de Carlos Correas en Ha muerto un puto. Es claro que al director no le interesan la solemnidad ni el golpe en su dramaturgia; no lo hizo con el texto del que se adueñan David Gudiño y compañía, no lo hará ahora. Pero sí hay ciertas anclas estéticas que lo identifican: su humor, su tendencia por los números musicales y la pluralidad de materiales en escena.

Para este texto, la historia parte de una experiencia de duelo que Rocío Gómez Cantero le contó al director. La actriz perdió a su madre en medio de un viaje que había hecho para un festival de marionetas en Francia. Una aventura laboral-familiar que se volvió una experiencia de unidad donde el silencio fue más una imposición que una chance. Al equipo se sumaron Gerardo Porión, encargado de los objetos; Fernando Berreta, a cargo de la iluminación; y la diseñadora de arte Paola Delgado. Tarrío obvia lo explícito y lo ínfimo quedará a disposición de lo que se nos ocurra al mirar este "cuento de hadas para adultos". Su actriz principal, Carolina Saade, cuenta en este diálogo parte de la experiencia.

  • ¿Cómo llega a vos Menos detalles?
  • Habíamos trabajado con Gustavo en Érase. En diciembre de 2023 me llama para que forme parte de un nuevo proyecto. Es un director que me fascina y siempre quiero estar dentro de sus mundos y entender cómo los crea. La historia está basada en una anécdota triste pero él no quería transmitir eso, iba a haber muchas marionetas y miniaturas, algo que me encanta. Aunque no hice títeres, no era un mundo muy ajeno.

Ella, como unas cuantas actrices y actores de su generación, puede estar en dos, tres o cinco obras al mismo tiempo. Con su hermano Felipe en Un punto oscuro en el San Martín, dirigida por Agostina Luz López (que vuelve los domingos en Zelaya). También transita uno de los relatos más conmovedores sobre la fragilidad humana en Los bienes visibles (que continúa en Dumont 4040), y forma parte de la apertura de Cuaderno de trabajo I: Insomnes y humillados, con dirección de Luciano Suardi. En ese mismo ciclo del Arthaus llamado Reuniones, armó un concierto a tres voces (con Vero Gerez y Santiago Adano) recreando los temas de María Elena Walsh y Leda Valladares como Canciones del tiempo. Y 2025 le abre otro ojal narrativo: en septiembre hará una versión de La gaviota, de Chéjov, con el elenco de Rubén Szuchmacher.

En el teatro, a Carolina la rodea lo estrafalario de la imaginación, como una historia que sucede en una escenografía hecha de lana o en una carpa que va proyectando estrellas y nubes. Parece un dibujito, y no por lo caricaturesco. Su poder emocional supera el cronograma de la realidad. Aquí la vemos en escena por primera vez sentada y con la apariencia de una muñeca. El mundo diseñado en Menos detalles incluye desde un avión hasta un médico de goma espuma con el que Carolina se revolcará. Y hay un rato de gestos robóticos y muchísimas sombras que desparraman expresiones. Y ella salta en ese espiral encantado para narrar con tantos sentidos como tonos de negro alcanzan las luces. Con una interpretación en éxtasis sobre un marco estallado de recursos, se entiende rápido que la palabra estrictamente dicha esta vez no hará falta.


Su desempeño en lo lírico está tan a la par de lo que actúa que cuesta separarlas. ¿Qué fue primero? ¿Es una actriz que canta o una cantante que actúa? En su infancia insistía con ambas, pero cuando su madre quiso que tomara clases, ella respondió que era algo que sólo hacía en casa. A los ocho años aceptó los talleres. Hizo teatro, clown y tiempo después se sumó el canto. "Me formé en actuación en la UNA y siempre me consideré actriz, ése fue mi campo principal, la música era un lugar a desarrollar. En estos últimos años de trabajo siento que el canto sucedió un poco solo, no busqué obras donde tuviera que cantar, fue apareciendo. Tener el recurso y ponerlo en acción. Además, Tarrío incluye la música desde un lugar muy diferente."

  • ¿Identificás un momento donde hayas notado el espacio que le dabas al canto?
  • Está siendo fundante ahora que miro para atrás, en estos últimos años, pensar qué pasa con el sonido en escena. Ahora siento que está completamente unido, antes era actuar y a veces cantar. También pienso que en las obras de teatro contemporáneas la música tiene otro papel, eso lo estoy sintiendo en mí, las disciplinas cada vez más mezcladas. En Los bienes visibles, por ejemplo, hicimos un proceso de investigación de cuatro años con la voz, porque es una obra que se apoya en el sonido.

  • Lo fantástico es algo que parece acompañarte mucho en las obras que hacés. ¿Pensás en la fantasía?
  • Es necesario tener habilitada una zona de no saber qué va a pasar para poder pensar que tienen que pasar muchas cosas. En este oficio y en este país tengo un vínculo muy grande con la incertidumbre, me tengo que llevar bien con ella, o al menos saber que hay mucha. Me moviliza a hacer todo lo que hace a la fantasía; si no tuviera sueños, deseos o utopías, hay muchas cosas que no haría. Las hago por fantasía, a ver si el deseo me dice lo que quiero hacer. Soy bastante optimista, no sé si la palabra fantasía tiene una connotación positiva, a mí se me vienen todas las cosas buenas que sueño y que quiero que sucedan.

  • ¿Y en esta obra donde aparece?
  • Con las imágenes, los objetos, las sombras, los títeres y la música que arman imágenes fantasiosas y que como actriz en el escenario también me disparan un montón de sentidos. Sobre todo en los momentos donde no hay palabra, donde no tengo texto. La imagen se termina de formar con lo que está pasando en escena. Es muy loco, siento que se me vienen textos en esos momentos.

"Hay algo que me impresiona desde el día uno de empezar a hacer la obra", dice Saade. "Tiene que ver con cómo generar imágenes de fantasía desde una situación tan triste como puede ser la muerte inesperada de una madre y el duelo; cómo darles vida a cosas que no existen en este mundo, e inventar otra versión de las cosas. Eso me conmueve, como también el poder que tiene el teatro. Todos tenemos la capacidad de tener fantasías, pero el teatro lo vuelve muy real. Los objetos de Menos detalles no te indican tener un pensamiento particular, son bastante abstractos. Como la sombra del alien, invita a pensar ideas no tan comunes."


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