Entonces, cuando el que lo asalta lo tiene bajo su revólver, sacudiéndolo con urgentes: --Dame lo que tengas en tu bolsillo, ya, ¿cien pesos? ¿veinte? Lo que sea, dame, dámelo, no me obligues a hacer lo que no quiero, no quiero usarte de tiro al blanco, esto no es un juego, pibe, dame‑. Vaivén, y en el forcejeo el atacado percibe que el arma que lo apunta es de plástico, juguete infantil, inofensivo, ahí detona la alarma que ulula a gritos pelados: "ayuda, ayuda, me están robando", aunque ese "robando" quede grande para la miseria de los pocos pesos arrugados que lleva en su pantalón, no precisamente una caja fuerte.

Y responden a su desenfreno vecinos y vecinos que brotan de sus casuchas, acercándose, rodeándolos y con palos en la mano, garrotean al comediante "atémoslo a ese poste de la luz", quince pares de manos se preparan para amarrarlo, y para acallar tanto gemido, ruego e insulto: -‑Déjenme por favor, mi revólver es de mentira ¿qué podía hacer con un juguete? los van a meter presos, les suplico: no me lastimen.

Ah, ¿sí? le rompen la boca a palazos, dientes, lengua, manos que batean haciendo trizas las últimas súplicas de "por favor, piedad" que empecina a los garrotes que siguen destrozando sus palabras, ruegos que se arrastran por el suelo de a pedazos, y terminan pisoteados bajo los  saltos de la gente del barrio, "vas a aprender ladrón", "esto es lo que te merecés por atacar a gente honesta".

Y siguen, demuelen carne, huesos, diques que embalsaban sangre. Y le zapatean encima, "dale, Lalo", "metele un palo en el culo", "hachale el cogote para que se calle de una vez", y nada detiene el ritual de la paliza.

Linchamiento con final feliz.

El trofeo queda, colgado en el poste, convertido en colgajos sanguinolentos.

"Parece Jesús", se ríe Julián, "falta ponerle la cruz de espinas", y cuando ya el linchado desaparece del mundo, no habla, no se mueve, sólo sangra, los vecinos desencadenan una salva de aplausos, y giran alrededor del poste batiendo las palmas a los saltos, "si no educás a estos delincuentes te vienen a robar todos los días", "encima, los sueltan por falta de mérito, pruebas insuficientes, o se rajan y chau, si te he visto no me acuerdo".

El jovencito que gritó por ayuda lagrimea: -‑¿ahora, puedo irme?

-‑Todo bien, pibe, éste es el método de enseñanza a los chorros para que aprendan.

Y con el salvoconducto que le otorgan, el asustado aprieta los pesos que pueden contarse con los dedos de una mano, lo justo como para comprarse una birra, y escapa, no quiere terminar embutido declarando en una comisaría para que lo acusen de cómplice o lo que se les ocurra a los canas.

Y ya llegan las sirenas, llegan los de la ambulancia que recogen los despojos y arman el parte oficial, "JLD, 23 años, domiciliado en el barrio San Ignacio de Córdoba, pretendió asaltar a un adolescente que caminaba por el barrio Quebrada de las Rosas, el jueves 11 de junio de 2015, alrededor de las veinte horas. En el forcejeo, la supuesta pistola cayó al suelo y el adolescente se dio cuenta que era un arma de juguete y decidió enfrentar al asaltante. Entonces apareció un grupo de entre doce y quince vecinos que golpearon y patearon al presunto ladrón hasta dejarlo inconsciente. De inmediato, el grupo se retiró".

"La policía trasladó al joven linchado al Hospital de Urgencias, con graves lesiones neurológicas y en estado de coma. El parte médico del UTI fue: un fuerte traumatismo de cráneo, hipoxia cerebral, convulsiones y pérdida de conocimiento. Tras 13 días de internación, el joven falleció. En tanto, el Poder Judicial no logró identificar a los causantes de la muerte de JLD".

-‑El diario dice eso, que no lograron identificarnos, che-. Se empujan a caderazos Lautaro y Manuel, bailando con el periódico en las manos. "Imaginate si procedieran a realizar una razzia en el barrio, y nos levantaran a todos para obligarnos a hablar por la fuerza".

-‑Tranquilo, Manuel. La policía jamás hizo tal cosa. Y no creo que empiecen ahora.

-‑¿Y por qué no nos arrean como posibles testigos oculares? Si quisieran, podrían, para interrogarnos. Pero no. ¿Quién nos protege? ¿La Virgen María? ¿El Gauchito Gil?

-‑Será.

¿Será?

 

***

 

* Bibliografía: libro Injusticias, crueldades, tragedias humanas, del Dr Alberto Julio Bonetto, que aborda temas como: Siniestros laborales. Abortos clandestinos. Femicidios. Explotación sexual, laboral. Violencia Social. Torturas policiales.

En él releva el linchamiento narrado, más otros acaecidos durante el ciclo período 2010/2015 en Avellaneda (Bs As); en Ugarteche, Luján de Cuyo, (incendiaron un grupo de viviendas precarias para matar a un adolescente que quería ocultarse de la patota agresora, cosa que lograron, provincia de Mendoza); el de barrio Triángulo, (Rosario); el de David Moreira, también en la ciudad de Rosario que murió debido a una brutal golpiza colectiva, en 2014. En La Matanza, los habitantes del barrio mataron a un adolescente a patadas y trompeadas, por haber intentado robarle al hijo de un comerciante, (año 2010). En Palermo, Buenos Aires, una turba enardecida pateó y golpeó a un muchacho durante veinticinco minutos, chico que había intentado robarle la cartera a una mujer (2014). El joven DG, de 19 años, a quien se acusaba de un supuesto robo fue asesinado mediante linchamiento, en Villa Soldati, Buenos Aires, (2014), entre muchísimos otros casos. Salvo alguna aislada excepción en la totalidad de los episodios, los responsables no fueron identificados.

 
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