El testimonio más sentido, por su trasfondo vivencial, fue el de Gustavo Núñez, cantante y percusionista de la banda under El Bizcocho. El vio, se desesperó e intentó salvar a Gastón Silva, el guitarrista, cuando este se electrocutó durante un concierto de la banda hacia las tres de la mañana del 15 de diciembre de 2013. “Vi que la gente empezó a poner cara de miedo, algo los asustó. Al darme vuelta veo a Gastón en cuclillas. Pensé que se sentía mal, y cuando lo quise tocar una descarga me tiró del escenario. Así como caí me levanté y rápidamente desenchufé el equipo de guitarra. Gastón cayó inmediatamente, y más que llamar a la ambulancia nadie sabía qué hacer… lo llevamos a la guardia del hospital, pero a los cinco minutos los médicos nos dijeron que no había nada para hacer. El resultado de la autopsia fue que Gastón murió instantáneamente por electrocución. En el under, lamentablemente, es común ir a tocar y que te den una zapatilla y te digan: ‘enchufá todo ahí’, y listo. Habíamos empezado a grabar un disco con él (Brotes nuevos) y lo terminamos después que pasó eso, en su homenaje. Pero lo que más nos quedó, además de una hermosa amistad, fue aprender hasta qué punto vamos a tocar sin fijarnos dónde ni cómo”, evocó el músico sobre una de las silenciosas víctimas por electrocución en recitales, desdicha que también alcanzó al músico Adrián Rodríguez en el Café de la Flor de Rosario; a León Rústico en Ituzaingó y a Agustín Briolini en Córdoba, entre otros. “Hay que aprender a abrir los ojos, a tomar conciencia y cuidarnos”, completó Nuñez, con la madre de Silva entre el público.

A evitar que la lista de víctimas se extienda, entonces, es a lo que apunta el Manual de Formación Número 4 recientemente publicado por el Inamu (Instituto Nacional de la Música) y el SATE (Sindicato Argentino de Técnicos Escénicos), bajo el título de Prevención de riesgos escénicos. El libro fue presentado anteayer en el Club Atlético Fernández Fierro con las presencias de Enrique Avogadro (Secretario de Cultura y Creatividad del Ministerio de Cultura de la Nación), quien felicitó al Inamu y al SATE por la iniciativa, y dijo que era “el principio de un camino”, y Diego Boris, presidente del Inamu y parte imprescindible del proyecto. “Durante muchos años, los músicos nos hemos acostumbrado a tocar en condiciones bastante complicadas, porque estaba instalada esa situación de que ‘nos la bancamos’, de que ‘si llueve tocamos igual’, y sin querer corríamos riesgos innecesarios, porque a veces no se mide la dimensión de ellos”, historizó Boris, sobre una problemática que se tornó más visible tras la tragedia de Cromañón.

“A partir de ese hecho, comprendimos muchas cosas”, prosiguió Boris. “Entre ellas, que nadie se salva solo. Que había que juntarse y colectivizar todas las situaciones que sucedían para poder mejorar, y dejar en claro que lo peligroso no es la música en vivo, como sostenían ciertos sectores, sino las condiciones en las cuales se la ofrece”, señaló el también cantante y guitarrista de La Tolva, que tampoco soslayó el devenir de un post Cromañón complejo. “Cuando comprendimos que no habíamos aprendido lo suficiente luego de Cromañón, entendimos que había que redoblar los esfuerzos, porque había situaciones que evidentemente se nos escapaban. Había una multiplicidad de razones potencialmente peligrosas para tener en cuenta, y desde ahí empezamos a trabajar este manual, que brinda herramientas para manejar situaciones ante las cuales no se sabe qué hacer, como contaba recién Gustavo. Es muy importante esto, porque tiene que ver con la formación integral de los músicos. Arrancamos con los derechos intelectuales, seguimos con las herramientas de autogestión, y las letras, y ahora la cuestión de la prevención”, señaló Boris, en el borde de un panel que completaban los mencionados Nuñez y Avogadro; Nilda Gómez, madre de una víctima de Cromañón (Mariano Benítez) e integrante de la Asociación Familias por la Vida; Gerardo Bacalini, en representación del SATE; y Celsa Mel Gowland, vicepresidenta del Inamu.

“Creemos que va a haber un antes y un después con este manual, porque se va a tomar mucha conciencia. La idea no es asustar sino prevenir… con solo evitar una tragedia a futuro valdrá la pena el esfuerzo”, cerró Boris, desde su parte. Luego tomaron la palabra Gómez, quien instó a que no se pierdan más vidas en vano; Bacalini, que hizo hincapié en la labor que realiza el sindicato en materia de capacitación sobre seguridad y salud laboral; y Gowland, encargada de todos los agradecimientos pertinentes, y de una reflexión final que también nace de su experiencia como cantante. “Yo tuve el raro privilegio de poder cantar en muchas bandas que forman parte del ADN sonoro y sensible de nuestro país, pero eso lo pudimos hacer porque al lado estaban estos técnicos que nos están acompañando hoy. Ellos son los que empiezan a trabajar muchas horas antes de salir a la ruta, los que arman todo mientras los músicos repasamos en las habitaciones lo que vamos a tocar, los que se quedan desarmando hasta mucho tiempo después de terminar los conciertos, los que comen mucho más tarde y duermen menos horas que nosotros. Todo lo hacen para embellecer lo que los músicos creamos, y era por ellos que teníamos que hacer este manual preventivo. Había que hacerlo juntos”, fue cerrando Celsa, seguramente pensando en Julio Angulo, Luciano Nelly y Fernando Franco, tres técnicos fallecidos, al igual que los músicos nombrados, en diversos recitales. Fue cerrando, claro, porque el verdadero final fue a través del rabioso tango de los anfitriones: la Orquesta Típica Fernández Fierro.