“Él es amante de la música, responsable, deportista y paternal. Muy pronto lo vas a conocer en #Simona”, anuncia la cuenta oficial de @simonaeltrece, una nueva novela destinada al público juvenil (ay!), que se va a dar por Canal 13. Ah, como si responsable y paternal no fuera poco para describir a un personaje protagonizado por un actor acusado de acoso los emoticones son un micrófono (es verdad que su voz tuvo eco en una gira por los programas más populares de la televisión desde la mesa de Mirtha Legrand hasta la pista de baile de Showmatch) y un brazo musculoso mostrando su fuerza. Los supermachos no se rinden. La protagonista, eso sí, se delinea como empoderada (no se detiene ante nada). Las chicas no agachan la cabeza. Pero la corporación televisiva elige pararse del lado de enfrente de la alfombra roja de Holywood y, en vez de condenar e investigar los abusos. les da voz, cámara, acción, camaradería y un rol, nada menos (y nada más peligroso) que “responsable y paternal” a quien en los sets norteamericanos le hubieran pedido un paso al costado de la cultura adolescente.

La actriz Calu Rivero protagonizó con el galán cuestionado la novela “Dulce amor” y denunció, entre camarines, compañeros/as, productores y actores de envergadura su incomodidad en las escenas. Ella escribió una carta y él dijo que le daba risa, que es un padre de familia y que era mejor no mediatizarlo, sino ir a la Justicia. A ella le corren los tiempos de prescripción y el bozal legal para no pagar más costos por las agallas de hablar. El habla, actúa y da ejemplo de paternal a las chicas que quieran disfrutar de una serie a la vuelta del colegio. Total normalidad. O conspiración de mu-cha-machos para que ninguna otra quiera dejar la carrera; ponerse un abogado; perder trabajo; ser lapidada por piedras de sospecha de conveniencia, frivolidad o provocación e irse a vivir al exterior y ser castigada con un exilio sexual. Pero así como al denunciado no se lo protege sólo por él, sino para disciplinar, al silenciar a Calu y mostrar al galán con sus músculos en alto también se ejemplifica a las chicas (justo el público a conquistar) que mejor dejar el micrófono y la fuerza a los que la tuvieron siempre.  

Nada de eso se disputaba el domingo 7 de enero en la 75º entrega de los premios Globos de Oro, en Estados Unidos. Pero la unidad de las actrices vestidas de negro, del brazo de activistas feministas latinas, deportistas, afro y la condena por unanimidad a los abusos sexuales destapados en la industria del entretenimiento no eclipsó solo por el autofoco. El feminismo pop corn (con dibujitos de protagonistas más valientes, poderosas e independientes) creció y se le paró a la violencia machista con la eficacia y el engranaje visual de la industria del entretenimiento norteamericana. No es todo. Pero no es poco. 

“Me siento inspirada y orgullosa por las mujeres que se han sentido fuertes como para compartir sus experiencias”, dijo con un premio en la mano Oprah Winfrey. Sí, la estrella de la noche, nominada, después, por las redes sociales, a la presidencia en 2020. Ella defendió la acción contra los abusos como un efecto que no intenta quedarse puertas adentro: “Afecta a razas, religiones, partidos. Gracias a todas las mujeres que han aguantado y soportado años de acoso. Como mi madre, tenían hijos que alimentar y facturas que pagar y sueños que hacer realidad. Son las mujeres cuyos nombres nunca escucharemos: limpiadoras, agricultoras, científicas, empresarias, deportistas, soldados. Quiero que todas las niñas que ven esto sepan que tenemos por delante un nuevo día.” 

El tiempo es ahora. La televisión tiene que sintonizar. Porque no es un juego que se les muestra a las chicas. Y entre callar y reventar ya no se acepta la posibilidad de callar.