A apenas semanas de un nuevo 8 de mazo, nadie puede negar que estamos asistiendo a un tiempo nuevo, a un cambio cultural profundo, a una transformación irreversible. El feminismo sale de los closets y se convierte en un hecho de masas. Diversas denuncias salen a la luz porque no nos callamos más. En nuestro país y alrededor del planeta las mujeres nos aliamos para hacer temblar la tierra. El mundo del espectáculo, espacio de reproducción de los más conservadores estereotipos, comienza a sacar sus tabúes de abajo de las alfombras rojas. El debate irrumpe y demuestra una vez más que somos capaces de atacar lo más hondo del sentido común dominante.

Las respuestas a nuestra intromisión mediática no tardan en llegar y una frase se repite como salmo: “Ahora no se puede decir nada”. Aquellos que siempre convivieron con su única verdad, ahora se quejan porque tienen que ser cuidadosos y pensar dos veces antes de abrir la boca. Aquellos que nunca dejaron que otras voces (de mujeres, que son una minoría en los medios) ocupen su lugar, ahora sufren que estemos haciéndonos camino a los codazos. ¡Enhorabuena! Nosotras, por el contrario, queremos hablar de todo.

Nos acusan de moralistas, y pregonan el derecho a seguir imponiendo su deseo sobre el nuestro. Los privilegiados no soportan que AHORA tengan que pagar un costo por lo que dicen y hacen. Bánquense un tuit dice Julia Mengolini, clarísima. Nosotras, sin embargo, no compartimos la misma moral. Por el contrario queremos que la “seducción” no sea violencia, que el juego involucre los deseos y las elecciones de todxs. No hay sexualidad más normativizada que la que propone el patriarcado, donde decir lesbiana es considerado insulto, donde los cuerpos deben reproducir mandatos estéticos, donde las travas solo habitan la zona roja y el goce es exclusivamente masculino. También queremos hablar de estas cosas.

Nos acusan de amargas, por no ser cómplices de la violencia. Pero se olvidan de las desigualdades en las que vivimos. Es una cuestión política, como expresó Mengolini en Intrusos: están los que se ríen de quien se encuentra en una situación de desventaja, en desigualdad de condiciones frente al poder, y hay quienes entendemos el humor como la subversión del orden establecido. 

Nos acusan de pertenecer a la rama terrorista, porque pedimos que por favor dejen de matarnos cada 28 horas. Durante mucho tiempo tuvimos que bancarnos que la víctima se convierta en victimario. Que se juzgue a las pibas por lo que hacen o por cómo se visten. Que nos corran de lado, que se escuche sólo la campana del varón. Queremos decir lo que pensamos, y salir a gritarlo a los cuatro vientos.  

Entonces, sencillamente estamos comenzando a hablar de todo. Y tenemos muchas opiniones para compartir, porque somos diversas. No importa si contamos con un micrófono, un megáfono, o nuestras propias manos para hacernos oír. Estamos convencidas de lo que estamos construyendo entre todas porque nos mueve el deseo de una vida mejor. Somos la Generación Ni Una Menos y nuestro feminismo es para el 99 por ciento.

* Referente de Mala Junta y Coordinadora del Observatorio de Géneros de la Ciudad.