La casi increíble imagen de Mauricio Macri saludando a una plaza completamente vacía es una foto impactante. Cabe preguntarse por qué se prestó a un papelón de esa naturaleza, que de inmediato pasó a ser comidilla en las redes. Pero hubo otro elemento imposible de fotografiar, también de enorme valor simbólico. El Parlamento no existió en el discurso presidencial.

La radiografía macrista de un país imaginario, donde los salarios le ganan a la inflación y el turismo muestra cifras récord, fue de una puerilidad rebatida, incluso, por colegas de simpatías oficialistas. Al fin y al cabo, el propio Macri habló de que los cimientos son “invisibles”. Sin embargo y como en todo discurso de este tipo, aunque el escenario pintado por el Presidente puede ser desmontado pieza por pieza, número por número, sector por sector, afloran las subjetividades interpretativas. Es decir: con las mismas cifras es posible trazar una mitad de la biblioteca exactamente inversa, que es lo común en el manejo de las estadísticas. Por el contrario, la carga de un discurso no se presta a manipuleos. Está lo que se prioriza y lo que no, lo que se refuerza y lo que se ignora. Y allí es donde apareció otra invisibilidad, que fue la del Congreso.

Era previsible. Tras la asonada que produjo la reforma previsional, el Gobierno tomó nota de que, cuanto menos pase sus iniciativas por vía parlamentaria, mucho mejor. Otras de las reformas, la laboral, quedó segmentada para presentaciones que no llamen la atención. De la tributaria, ni noticias. Apenas algunas menciones a cambios en el Código Penal. Y, desde ya, la insistencia con el debate sobre despenalización del aborto que, como Macri les señaló a los legisladores que reunió en Olivos, “hay que alargar todo lo que se pueda”. Fue virtualmente el único tema en que le otorgó relevancia a la discusión parlamentaria, a tono con lo que las mismas vocerías oficialistas indican como elemento distractivo. Debate que deberá darse y bienvenido sea. Pero lo cortés no quita lo valiente.

A lo largo del período kirchnerista, contra todas las evidencias de haberse discutido, promovido y sancionado numerosas leyes de carácter estructural (incluyendo la derrota de la 125), el Congreso fue acusado de funcionar como virtual “escribanía” del Poder Ejecutivo. Ahora resulta que ni siquiera eso, a estar por el ninguneo que le dispensó Macri.

Debiera despertar alguna reacción, en la masa de diputados y senadores, que, al margen de toda interpretación sobre el país dibujado por el Presidente, el Congreso no exista.

 Es una curiosa forma de ejercer el republicanismo.

                    TÍTULO-GUÍA:   ¿Y EL CONGRESO?