El proyecto de ley sobre Interrupción voluntaria del Embarazo (IVE) tendrá tratamiento en este año parlamentario. Concreta un logro, consecuencia de largas luchas, de la campaña por el aborto libre legal y gratito, de los pañuelos verdes.

 El beneplácito y la puerta que entorna el presidente Mauricio Macri son ulteriores. Responden al avance que abre una oportunidad, de todos modos.

 El proyecto transitará por las comisiones de Diputados, la Cámara iniciadora; insumirá meses. Es positivo que haya quedado sin efecto la idea de una sesión especial el 8 de marzo, día del paro internacional de mujeres.

El apuro minimizaba o abreviaba, queriéndolo o no, el debate intenso que debe producirse en el Ágora, en los medios y en el espacio público más allá del Congreso.

Además, la sesión prematura hubiera concentrado parte (excesiva) de la atención en el 8M, tal vez eclipsando la vastedad de las demandas, voces y afirmaciones de una jornada que ya es histórica.  El paro incluye la exigencia de ese derecho pero la trasciende o engloba dentro de una agenda más vasta.

La polémica servirá para avivar conciencias, esclarecer, convencer a las personas que dudan o se mantienen ajenas. Lo que vibre o sume en la sociedad civil algo incidirá en lo que, si llega el momento, se definirá en el recinto.

Difícil hacer prospectiva rigurosa sobre las perspectivas de aprobación. La Cámara Baja es la más propicia, por albergar mayor número de partidos y representaciones. El Senado, básicamente bipartidista y conservador (dos características que se realimentan) es más refractario.

A mano alzada y con un escenario que irá mutando, este cronista calcula que si se votara mañana no habría mayoría en Diputados. Legisladores de izquierda o de fuerzas progresistas en lo social vez acompañen unánimemente, pero cuentan con pocos escaños. Las bancadas más numerosas se dividirán porque en cuestiones de conciencia no se impone la disciplina de bloque

 Unidad Ciudadana contará, posiblemente, con 41 votos favorables entre 66, la Unión Cívica Radical (UCR) añadirá algunos y hasta los habrá del PRO, en minoría interna. Nada es inmutable, el activismo y la tarea de persuadir tal vez sume voluntades, es un desafío.

Cabe preguntarse si vale la pena arriesgarse a una discusión que puede terminar en derrota. Este cronista opina que sí, porque nada está sellado de antemano pero especialmente porque la alternativa concreta es dejar todo como está. Especulando mucho: un horizonte virtual de media sanción en Diputados con rechazo en el Senado constituiría un paso adelante en una larga marcha.

Cualquier revés dejaría al proyecto fuera del Congreso este año y siendo pragmáticos, signaría su suerte hasta que cambiara la composición del cuerpo, en diciembre de 2019. El quietismo, pensamos, no mejoraría el cuadro.

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Una ayudita de los adversarios: La hipocresía suele describirse como un homenaje del vicio a la virtud. El oportunismo político, de modo similar, se acomoda a lo que no desea.

Macri se monta en la ola, sus panegiristas lo describen como un pionero del feminismo. Sui generis, la adscripción de quien no se priva de piropear a las mujeres por su culo.

La intención, confesa a través de los portavoces oficialistas, es capitalizar diferencias con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y promover un entredicho (relativo) con el Papa Francisco. Relativo porque Macri se define como “partidario de la vida”: descalifica a la otra postura, caricaturizándola.

Cambiemos no facilitará quórum aunque, nobleza obliga, varios de sus cuadros avalan la iniciativa. El ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, lo hizo con argumentos contundentes.

Para quienes impulsan la movida, la actitud del macrismo abre una hendija, que debe ser capitalizada. Confiar en su palabra constituiría un error, las diputadas y senadoras lo saben. Los manejos tácticos del oficialismo son zigzagueantes a carta cabal.  compromiso de facilitar el debate puede flaquear, si el viento mueve la veleta. Y el presidente está en contra, dato nada menor.

Los precedentes enseñan:  La aprobación del divorcio vincular y el matrimonio igualitario valen como precedentes, asumiendo las diferencias de épocas y de contextos. Si bien se reconoció libertad de conciencia a las bancadas oficialistas, para llegar a la aprobación fue crucial el apoyo del presidente Raúl Alfonsín y el de Cristina, en sus respectivos momentos.

Por lo mismo, la conocida posición de Cristina contra el aborto libre, seguro y gratuito fue un serio obstáculo durante sus dos mandatos. Hay convicciones inconmovibles o inmutables pero el liderazgo político consigue mover otras entre sus propias filas.

En el caso del matrimonio igualitario se añadió el trabajo parlamentario del entonces diputado Néstor Kirchner. “Punteó” el padrón del Frente para la Victoria (FpV), conversó con todos y todas buscando voto positivo o, por lo menos, abstenciones. Tuvo eficacia: el sesenta por ciento de los senadores del FpV levantaron la mano. Una hazaña de la voluntad política: son, mayormente, homofóbicos o –como piso– carentes de interés en la materia.

La postura de Macri permeará los bloques de Cambiemos, con excepciones en particular entre las diputadas de la UCR. El vicepresidente primero del Senado, Federico Pinedo, especuló con un veto presidencial si se aprueba la ley. La maquinaria comunicacional oficialista es aceitada… raro que alguien hable como libre pensador.

En el archipiélago opositor se denuncia que Macri instala esta cuestión como cortina de humo para ocultar otras facetas de la realidad. Hay quien propugna “bajarse” de la iniciativa para no hacerle el juego. El razonamiento agrega que se divide el frente opositor, debilitándolo. Muy endeble sería la oposición si no soporta comprometerse en un reclamo de derechos y libertades de tamaña importancia. La metáfora de “la contradicción principal” es válida en política, a condición de dosificar su uso. Y no confundir “principal” con única.

La “cortina de humo” jamás obturará reclamos sociales o gremiales que ahora mismo se expresan con vitalidad cotidiana. La resistencia al programa de derecha no cesa. Bien mirada, la reivindicación que contiene el proyecto de ley es parte de esa pugna.  El apodado “campo popular” es muy otra cosa que un bloque uniforme, sin matices ni controversias.

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En el horno, con papas: Otras voces claman para eludir un enfrentamiento con el papa Francisco. Aunque no se diga así, funcionaría como una retribución por sus posiciones sociales, económicas y políticas.

La táctica convalidaría una de las tantas intromisiones reaccionarias de la jerarquía de la Iglesia Católica en “lo que es del César”. Una exorbitancia clásica lo que no la torna más aceptable o tolerable.

El Estado laico argentino está colonizado por canonjías de la Iglesia: sueldos y jubilaciones de obispos, salarios para ciertos párrocos, capellanes y seminaristas, ayuda económica a sus institutos de educación privada.

Menos mensurable y más grave es el ascendiente que se le concede como lobby político. El sociólogo Fortunato Mallimaci explicó versadamente en PáginaI12 la gravitación excesiva del clero en aspectos que le son ajenos. Escribió que “es razonable que sean respetadas las normas religiosas por los propios creyentes. Lo que no se puede aceptar es que las normas de tal o cual institución sean las leyes de una sociedad democrática. Y esta decisión la deben tomar los legisladores que el conjunto de la ciudadanía ha votado”. Con nuestras palabras: es interesante discutir si las bancas son de los partidos políticos o de quien las ocupa. Vulnera la lógica republicana que el mandato popular se supedite al poder eclesiástico. Si se retrocediera tanto, estaríamos en el horno.

Solo los argentinos, comenta Mallimaci, conocieron de cerca a Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires antes de que fuera Francisco. Los profetas afrontan dificultades para serlo del todo en su tierra. Los antecedentes se recuerdan y pesan.

Bergoglio encabezó varias cruzadas contra derechos ciudadanos básicos. Comandó la vindicta contra una exposición de León Ferrari en un museo porteño, al que solo accedían quienes lo querían. No se trataba de una regla general, de una ley con influjo masivo. Era un caso de libertad de expresión, de pluralismo. El antagonismo se desplegó con ferocidad.

Ante el matrimonio igualitario desplegó poder y simbolismo. Chicas y chicos de escuelas religiosas fueron movilizados para oponer queribles presencias queribles a una ampliación de derechos que tampoco forzaba a nadie a casarse o adoptar.

La prédica “populista” o progresista o avanzada de Francisco puede ser bienvenida por quienes comparten buena parte de sus ideas fuerza respecto de lo social.

Pactar por eso una tregua consintiendo la injerencia de la jerarquía en terrenos reservados a las instituciones políticas sería una abdicación.

Habrá que ver el tono que adopta la voz de la jerarquía. El arzobispo Héctor Aguer, intratable por antonomasia y adversarios interno de Bergoglio, dio rienda suelta a su idiosincrasia de inquisidor. Más inquietante resulta el discurso alambicado y retrógrado de Víctor Fernández, supuestamente tolerante rector de la Universidad Católica, muy afín al Papa. En una columna publicada en el diario “La Nación” ninguneó el daño y el dolor causado a mujer violada. De sus derechos, ni hablar.

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La alegría de la lucha: El paro del 8M sumará nuevas adhesiones de los sectores más lúcidos del sindicalismo: La palabra “paro” designa un modo de obrar y es un emblema. Confluyen dos tradiciones militantes como en tantas movilizaciones de esta etapa.

El movimiento de mujeres crece y se arraiga, avanza. Desde afuera, pueden generar sorpresa la rabia, el tono hasta que se asuma que es consecuencia de la discriminación, la violencia, la injusticia de una sociedad patriarcal.

Quienes nos hemos criado cuando ni siquiera se cuestionaba o tematizaba el machismo fuimos comprendiendo que propagamos lo peor que se nos transmitió. Que, como aquel bruto de la literatura, escribimos esa prosa sin saberlo. Ahora, sabiéndolo y estando alerta contra los peores atavismos o reflejos, las movilizaciones conmueven, aleccionan, incitan a mirarse al espejo.

Combinan, como tantas, fervor, identidad, pertenencia y también la incomparable alegría de protagonizar un hecho colectivo. El 8 de marzo la resistencia se desplegará en todo el mundo, en muchas Plazas de la Argentina.

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