CARTAS DE LECTORES

Las diez plagas

Primero fueron las corridas tras cada feriado bancario. Miles de víctimas diarias aplastadas por los que lograban comprar divisas en pleno frenesí alcista. Pero no me preocupé, mis ahorros estaban afuera.

Luego siguieron los piqueteros, cuyo canibalismo produjo cientos de víctimas. Aunque “se” comieron a la tía Chela y su perrito cuando cruzaban el Puente Pueyrredón, no me interesó demasiado, total yo nunca cruzo el puente y con la tía no nos veíamos mucho.

Siguieron los secuestros seguidos de muerte. Una de las miles de víctimas fue mi patrón, pero como la empresa era una sociedad anónima, quedaban otros.

Más tarde la falta de gas en los inviernos cobró la vida de millones, pero no me afectó porque tuve leña guardada en casa.

Siguieron los veranos sin electricidad que segaron la vida de otros tantos de millones de compatriotas pero no le di importancia porque en el trabajo no dependíamos de ella y además tenía una piletita en el patio para refrescarme.

Llegó entonces la comitiva de los chinos comunistas con su presidente a la cabeza y compraron media Patagonia. Varios amigos de Chubut entre otros cientos de miles fueron deportados al país amarillo y están trabajando como esclavos en las canteras. Como yo vivía en Buenos Aires no me importó.

Cientos de miles de occisos fueron causados por los choques de aviones en Ezeiza por los radares deficientes. Como les tengo miedo a los viajes aéreos no fue un motivo que me desvelara, aunque a Marita, Carlos y Pelusa ya no los veré más.

Más tarde fueron los mosquitos. No me molesté ni siquiera en “descacharrar” mi patio trasero aunque los muertos por dengue se contaron por decenas de miles en cada distrito.

Siguieron los chanchos con su gripe. Cuarenta y siete mil doscientos treinta y ocho muertos hasta hoy solo en mi barrio y según los grandes diarios argentinos, pero no me preocupé ya que es raro que me resfríe.

Por último decidí que algo debía hacer ante la inminente calamidad postrera pregonada por los pocos sobrevivientes de este gobierno montonero. Pero ahora ya es tarde. Estoy escribiendo estas líneas bajo los escombros de aquel próspero país.

Ojalá algún arqueólogo encuentre estas líneas para ilustración y escarmiento de los seres que algún día habitarán estas latitudes.

Luis Osojnik

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