CIENCIA › XIMENA ABREVAYA, DOCTORA EN CIENCIAS BIOLóGICAS ESPECIALIZADA EN ASTROBIOLOGíA

Una ciencia para detectar vida extraterrestre

Sensores que podrían viajar a otros planetas para verificar la existencia de microorganismos. Mitos de origen que se tejen para responder a interrogantes tan antiguos como esquivos. Teorías y principios para explicar lo inexplicable.

 Por Pablo Esteban

Sorprende la circularidad de las ideas. En sentido general, se podría pensar que las incertidumbres de los seres humanos no se relajan con el tiempo y que las preocupaciones nunca varían demasiado. Aunque las personas se agruparon en comunidades, formaron sociedades, constituyeron culturas, crearon religiones y moldearon la ciencia, los interrogantes por el origen y por el final de la vida se mantienen inmutables. Siempre fue y será necesario saber: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? y ¿hacia dónde nos vamos?

La pregunta por la vida extraterrestre, indiscutiblemente, compone el podio de los grandes secretos que alberga el universo. En la antigüedad, los griegos –que aparentemente pensaron en todo– ya vislumbraban la posibilidad de una pluralidad de mundos habitados. Dos milenios y un puñado de centenas más tarde, Ximena Abrevaya reflexiona al respecto y propone un enfoque astrobiológico que rebalsa de argumentos consistentes al reunir los aportes de diversas disciplinas como la química, la geología, la biología y la astronomía.

Es doctora en Ciencias Biológicas recibida en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA) y realiza sus investigaciones en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio, dependiente de la UBA y del Conicet y emplazado en Ciudad Universitaria. Aquí describe además cómo funcionan los sensores que desarrolló junto a su equipo de trabajo y explica en qué consisten la teoría de la panspermia y el principio de mediocridad.

–Usted es doctora en Ciencias Biológicas, pero se especializa en un área que se denomina astrobiología. Cuénteme al respecto.

–El interés por la biología y por la naturaleza proviene desde muy pequeña. Recuerdo que miraba una y otra vez los episodios de la serie Cosmos conducida por Carl Sagan. Supongo que eso me despertó el gusto por la astronomía y otros temas relacionados. Es más, durante mucho tiempo fui astrónoma aficionada.

–¿De qué se ocupa la astrobiología?

–Se refiere al estudio del origen, la evolución y la distribución de la vida en el universo. Es un área de la ciencia bastante reciente, aunque los interrogantes que intenta resolver son antiguos. Asuntos vinculados con los orígenes y otras temáticas filosóficas tales como evaluar si en la Tierra estamos los únicos seres vivos que habitan el universo. Desde la antigua Grecia se pueden observar algunos indicios que buscan responder esas preguntas. Como los problemas que aborda son tan complejos, se requieren herramientas provenientes de diversos campos.

–¿Qué opinaban los griegos sobre la vida extraterrestre?

–Existían diversas voces pero se comenzaba a esbozar lo que se conoce como “pluralidad de mundos habitados”. Mediante este conjunto de ideas se sostenía que la Tierra no era el único escenario en el que se podía encontrar vida, sino que podrían existir otros mundos posibles. Según esta tradición uno de los primeros cuerpos susceptibles de ser habitado era la luna.

–Dos mil años más tarde usted desarrolló sensores para la detección de vida extraterrestre. ¿En qué consisten?

–Son instrumentos y métodos bioelectroquímicos que fueron diseñados para detectar vida in situ, es decir, que los experimentos se deben realizar sobre los planetas en los que uno desea comprobar si existe vida. Por ejemplo, en Marte.

–En concreto, ¿cómo funcionan?

–En general, las formas de vida protagonizan un intercambio de materia y energía con el medioambiente que realizan a través de procesos de óxido-reducción (mecanismos químicos intracelulares en que se intercambian electrones) que podrían ser detectados a partir de los sensores. Un dispositivo que también cuenta con la capacidad de medirlos y cuantificarlos. De modo que lo que se detecta es una señal eléctrica que nos brinda un indicio respecto de las formas de vida.

–Cuando usted señala “formas de vida”, ¿a qué se refiere?

–Nos referimos a formas de vida simple como los microorganismos. Nunca pensamos en formas de vida complejas como serían los humanos.

–¿Por qué?

–Porque nuestro punto de partida es que la vida en el planeta surgió a partir de formas simples. Los microorganismos poseen una amplía plasticidad para adaptarse a distintos tipos de ambientes. Lo que nos hace pensar que sería posible encontrar ejemplos como éstos en otros escenarios más allá de la Tierra.

–Si en un futuro el dispositivo se envía a un planeta cualquiera del sistema solar y encuentran, efectivamente, formas de vida, ¿cuál cree que sería el próximo paso?

–En principio, si enviamos nuestra tecnología a Marte y tenemos éxito nos serviría para responder a uno de los más grandes interrogantes de la historia de la humanidad que se vincula con la existencia de la vida extraterrestre. Básicamente, para extender los límites de la vida hacia otras latitudes. En esta línea, se ensancharía de un modo sorprendente el perímetro del campo científico y sus aspiraciones. Y con eso, todas las implicancias filosóficas.

–¿Por qué siempre el destino es Marte?

–Una de las ventajas con la que cuenta Marte es que se encuentra relativamente cerca de la Tierra. Sin embargo, su rasgo más importante es que en el pasado contó con condiciones aptas para la vida, por lo que resulta un cuerpo planetario de interés. En un momento de su evolución planetaria, perdió su campo magnético y su atmósfera. En la actualidad cuenta con características bastante inhóspitas en su superficie, aunque se cree que debajo podrían habitar formas de vida.

–Más allá del armado del artefacto, usted se especializa en una línea que investiga astrofísica estelar y planetaria, microbiología y geología…

–Exacto. Básicamente analizo las condiciones de los planetas de manera tal que pueda predecir cuáles podrían ser habitables y cuáles no. Lo estudiamos principalmente en exoplanetas (aquellos que no forman parte del sistema solar) que orbitan estrellas similares o no al sol. Uno de los factores principales que examino, en esta línea, es la radiación estelar y cómo influye en las posibilidades de emergencia de formas de vida. Además, consecuente con esto, abordo los modos en que se desarrollaron los primeros microorganismos en la Tierra y cómo era el sol en el pasado.

–¿Cómo era?

–Hace unos 3800 millones de años –cuando se cree que surgió la vida en la Tierra– el sol tenía una actividad magnética mucho mayor a la actual, producía más radiación en ciertas longitudes de onda. Además, el planeta no contaba con capa de ozono porque la atmósfera era distinta y carecía de oxígeno. Esto ocasionaba que la radiación ultravioleta C alcanzara la superficie. A partir de los 2 mil quinientos millones de años surgen los primeros organismos que realizan fotosíntesis oxigénica y allí se empiezan a incrementar los niveles de oxígeno, de manera tal que se produce el ozono con el que contamos hoy en día.

–Por otra parte, analiza lo que se denomina “teoría de la panspermia”. ¿A qué se refiere?

–Tiene que ver con pensar el origen de la vida en la Tierra a partir de formas extraterrestres. Formas de vida que vinieron desde otros planetas y viajaron a través de meteoritos (litopanspermia).

–Finalmente, si tuviera que persuadir a alguien de que existe la vida extraterrestre, ¿qué le diría para convencerlo?

–Desde un punto de vista físico y termodinámico, el principio de mediocridad postula que de existir un sitio en el que se producen las mismas condiciones que en la Tierra (agua líquida o equivalentes, superficie rocosa, etc.) no sería descabellado pensar en la presencia de formas de vida. En contraposición, hay otra hipótesis más pesimista que sostiene que, en verdad, la vida se constituye como un fenómeno improbable porque es una combinación muy única de factores geológicos y físicos. Sin embargo, más allá del pesimismo o del optimismo, lo que la ciencia trata de hacer es dilucidar con precisión qué probabilidades existen de que la vida emerja en otros contextos.

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Ximena Abrevaya, del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, dependiente de la UBA y del Conicet.
Imagen: Rafael Yohai
 
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