CONTRATAPA

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 Por J. M. Pasquini Durán

Desde este país, estragado por el escepticismo, la melancolía y la pobreza, hay que agradecer a los sesenta millones de brasileños que lograron vencer al miedo con la esperanza. Corrieron el riesgo de abrir un rumbo inédito y, con esa determinación pacífica pero firme, quebraron en las urnas la influencia hegemónica de las derechas agrupadas durante el último cuarto de siglo alrededor de las teorías neoliberales.
En su primer pronunciamiento formal como presidente electo, ayer Lula da Silva expuso las aspiraciones generales del gobierno que fundará el primer día del próximo año. Al repasar sus enunciados, es fácil reconocer un programa de demandas que podría ser bandera común de América latina. Habló en especial de los excluidos, los humillados y los ofendidos y aseguró que cumplirá el sueño de su vida si cada compatriota suyo toma café a la mañana, almuerza y cena cada día, sin excepción. También hay que agradecerle por recordar que la política es un instrumento apto para honrar la vida.
Ratificó en el mismo mensaje que el PT, su partido, es “un partido de izquierda”, definición que seguro sobresaltó a más de uno, después de tantos años de políticos vergonzantes disputando entre sí para ver cuál de ellos es más de centro. Quedó dicho, encima, a contrapelo de todos los que se corren a la derecha para ser invitados a los salones de Washington aunque tengan que renunciar a la dignidad de sus trayectorias partidarias. Aún más importante que lo diga Lula, el presidente, es que millones de brasileños latieron para el mismo lado a la hora de elegir y echaron a volar los sueños sobre un bosque de banderas rojas con la estrella de cinco puntas en el centro. Aunque a veces el mundo parezca decir lo contrario, todavía se puede llegar al gobierno sin renunciar a la izquierda.
Para aumentar sus chances de victoria, el PT hizo una política de alianzas que fue motivo de controversias entre sus partidarios y amigos. Para gobernar, debido a la composición del Congreso y de las gobernaciones, en adelante tendrá que negociar consensos con aliados y adversarios, ya que no tiene mayorías propias. Con esa facilidad para extrapolar experiencias incomparables, aquí en Buenos Aires algunos recordaron la frustración de la Alianza, como si pudieran equipararse, y otros hicieron sonar voces de escandalizada alarma por esas “impurezas”.
Resulta curioso que nadie, ni siquiera los más críticos, se atreva a negar que para cambiar el rumbo en América latina ninguna fuerza tiene la potencia suficiente y necesita el concurso de aliados, pero a la hora de elegirlos quieren encontrarlos mirándose en el espejo para que sean idénticos y, si son diferentes en algo, ya no serán socios sino subordinados. Ojalá el intento en Brasil, incluso en esto, pueda abrir otro sendero en los matorrales de tanta impotencia o frustración acumuladas.
La euforia de algunos personajes de la política local por el triunfo del PT suena, primero, a pura hipocresía, ya que no existe identificación de ningún tipo. Puede agregarse una dosis de oportunismo con el vencedor y, además, no faltan quienes creen que la Casa Blanca, ante un franco adversario ideológico, apreciará mejor a los que se esfuerzan tanto por ser amigos para lo que guste mandar. Más allá de estas mezquinas especulaciones, con seguridad habrá políticos que entenderán que este suceso en Brasil cambiará la calidad de la situación en el Mercosur, fundamental para Argentina, y en la región. Hasta podría ser un acicate para los que necesitan romper los moldes de la vieja política, con menos consignas simplistas y más creatividad democrática y transformadora.
¿Es mucho esperar? Es posible, pero es el efecto alentador que producen los actos de esperanza. Mientras en Washington y Moscú, los jerarcas del mundo piensan en “soluciones” de muerte, en este extremo de Occidente un gigante moreno resolvió optar por el optimismo de la vida. El futuro dirá si el presidente electo podrá montar al tigre, pero mientras tanto corresponde decirlo otra vez: por la generosa y valiente apuesta al porvenir compartido, muito obrigado, Brasil.

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