SOCIEDAD › FRACASO EL PAGO EN EL CASO ARIENTE PORQUE ALGUIEN SE LLEVO EL DINERO

Un rescate demasiado difícil de pagar

Aunque el viernes la familia Ariente informó que habían pagado el rescate por su hijo, ayer dieron a conocer un extraño episodio: el bolso con el dinero, colocado en una camioneta, fue recogido por un chico y finalmente devuelto a la familia. Ahora intentan volver a pagar, en medio de muchos puntos oscuros.

 Por Horacio Cecchi

El azar sumó una nueva curiosidad al caso de Federico Ariente, secuestrado el 13 de octubre pasado en Córdoba. El viernes al mediodía, su familia había realizado el pago convenido de 400 mil pesos, en Claypole, tras un primer intento frustrado en Moreno el sábado 19. Desde entonces, los Ariente aguardaron con angustia su aparición, que no ocurrió. Ayer se enteraron de los motivos: en realidad, Federico jamás fue liberado porque el rescate jamás llegó a manos de sus captores. El dinero fue colocado por Lorena, hermana del joven, en una camioneta, tal cual las instrucciones que le daban por celular. Pero un chico, que aparentemente no tenía nada que ver con el caso, encontró el dinero y se lo llevó. Poco después, el rescate fue regresado íntegro a los Ariente, en Córdoba, sin que se haya explicado claramente cómo ocurrió esa devolución. “Quizás (lo devolvió) por arrepentimiento o comprensión por nuestra situación”, explicó el empresario Raúl Ariente, padre de Federico. Ayer, los secuestradores volvieron a contactar a la familia para reorganizar la entrega.
El viernes pasado, por la tarde, una esquela escrita por Olga, madre de Federico, y distribuida al periodismo en la puerta de su casa en Villa Belgrano, al noroeste de la capital cordobesa, decía textualmente: “Quiero que sepan que se pagó el rescate en Buenos Aires. El pago lo hizo Lorena, el monto fue de 400 mil pesos, a la hora 12.05”. Tanta precisión intentaba reproducir los pasos seguidos por Lorena. La hermana de Federico, guiada por una voz masculina a su celular, tomó varios trenes hasta desembocar en la estación de Claypole. Abordó luego un taxi y siguió un largo periplo hasta desembocar en una calle donde se encontraba una camioneta blanca. Tal cual las indicaciones, arrojó el bolso con el dinero dentro y se alejó inmediatamente del lugar. Luego llamó a sus padres y Olga escribió la esquela dando por hecho el pago.
Lo que no vio Lorena, y que más tarde Raúl Ariente definió como “una acción fortuita e inesperada”, bordea lo confuso. Según Ariente, “intervino un pequeño que tomó el bolso y lo entregó a su padre”, aparentemente el dueño de la camioneta. “El padre –continuó Ariente– retiró eso y luego de varias horas, quizás por arrepentimiento o comprensión a la situación que nosotros estábamos viviendo, el paquete se volvió a recuperar ayer.” No hubo una explicación clara de cómo fue regresado el dinero porque los Ariente prefirieron no hablar más del tema.
En una nueva carta a los medios, ayer el empresario mencionó que se había realizado un nuevo contacto durante el que se explicaron los motivos que frustraron el pago, señaló que había recibido “indicios de que Federico está sano y salvo” (lo que debe interpretarse como una nueva prueba de vida), y que se aguardaba una nueva comunicación para establecer el nuevo modo de pago. “Estamos como en el primer día –decía el texto–, decidido a llevar esto adelante y terminarlo cuanto antes.”
Ariente se mostró conforme con que “se haya cumplido el compromiso” de no intervención policial ni judicial, que les “da un poco de aire” para seguir las negociaciones. Luego agregó desesperado sus intenciones de pagar el rescate: “La palabra empeñada existe siempre, y existe de por vida”, dijo. “Estamos dispuestos a pagar en la forma que se nos indique y, seguramente, esta vez con mayor precisión. Espero que esto termine bien, tanto para ellos (los secuestradores) buscando su objetivo, como para nosotros, que es nuestro hijo. Que sea un episodio superado cuanto antes.”
No sólo resultó curiosa y sin explicación la aparición del pequeño fortuito y su padre dueño de la camioneta. El caso Ariente reúne curiosidades desde el inicio. Federico fue secuestrado el domingo 13 de octubre, por la madrugada, cuando salía de una fiesta rave en San Roque, a unos 25 kilómetros de Córdoba. Viajaba en su Honda Civic con una amiga circunstancial llamada Lucía. Una camioneta con cuatro hombres dentro embistió el auto, en el camino vecinal que une Mataco con la Ruta E55. Llevaron a los dos a una casa, para liberar a la joven horas más tarde, en una estación de servicio a 45 kilómetros del lugar. Lucía pidió un remisepor teléfono, se dirigió a su casa, durmió hasta el mediodía y recién entonces avisó al padre de Federico sobre su secuestro. Inmediatamente, el padre realizó la denuncia en la subcomisaría de Bialet Massé.
Entretanto, dos amigos de Federico descubrieron el Honda chocado, lo llevaron hasta una estación de servicio a 8 kilómetros de distancia y luego caminaron 800 metros para declarar en la misma seccional de Bialet Massé. Los investigadores aún se preguntan por qué secuestraron a la chica, por qué luego la liberaron, por qué avisó al padre recién al mediodía, y por qué los dos amigos caminaron casi un kilómetro en lugar de dejar el auto frente a la policía.
Lo que formalmente se considera como curioso, para los investigadores que quedaron al margen del caso se traduce como “atípico”.

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La casa de los Ariente, en Córdoba. Desde allí, el padre del secuestrado informó el extraño destino del rescate.
 
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