CONTRATAPA
El cumpleaños de Lula
Por Alfredo Leuco
–Lula, le quiero desear un feliz cumpleaños y un feliz gobierno.
Eran las 9.37 del domingo 27 de octubre, el día mas importante de su vida porque cumplía 57 años y estaba a horas de convertirse en el presidente electo de Brasil. Me dijo “muito obrigado”, me estrechó la mano y siguió de largo como si nada. Ergo: me vi obligado a apelar a mi arma secreta.
–Ah, Lula, el viernes estuve con Víctor De Gennaro y le manda un gran abrazo.
Logré detener su marcha sin mentir. Y le sacudí la primera pregunta.
–¿En quién pensó cuando apagó las velitas y se emocionó tanto?
–En mi madre. Era ella lavandera. Me acordé del día de su muerte. Yo estaba preso por la dictadura militar y ella se murió sin saberlo. Mi carcelero se conmovió y me sacó media hora a escondidas de sus superiores para que yo estuviese en el velorio. Pero no me permitieron estar en su entierro ni hablar con mis familiares.
–No pudo contener el llanto.
–¿Y qué le parece? Ella era analfabeta igual que mi padre. Me mandaban a comprar el diario sólo para ver las fotos y los dibujos. Me hubiese gustado tanto tenerla esta noche a mi lado.
–Es comprensible, recuerdo...
En ese momento un morochazo de dos metros me dijo claramente: “No más preguntas” y me apartó con firmeza. Le quería comentar lo que había leído sobre su niñez respecto de que un pan con mortadela y queso era para él un manjar superior a los camarones. Pero no pudo ser. Lula tenía su camisa blanca absolutamente empapada en sudor y un escudito con la estrella roja del PT firme a la altura de su corazón. Alguien quiso llevar a la práctica una orden de Duda Mendonça: el candidato nunca debe aparecer transpirado. Un día se cambió cinco veces de camisa. Pero ese día, el gran día, no pudo ser. “No hay tiempo”, dijo el jefe de la seguridad que era el morochazo tipo NBA y lo metieron en el auto junto a su esposa Marisa también vestida de punta en blanco y con la misma estrella en el mismo lugar. Así salió Lula de su casa rumbo al colegio Joao Firmino donde votó frente a más de 300 lentes de cámaras fotográficas y filmadoras que habían llegado hasta de los países mas recónditos de la Tierra para registrar la epopeya del lustrabotas que llegó a conducir el quinto país más importante del mundo por territorio y población.
Lula había soplado 57 velitas rojas sobre una torta blanca que le habían traído 57 chicos que agitaron sus 57 estrellas rojas de tergopol mientras le cantaron primero el “Parabienes” que es nuestro “que los cumplas feliz”, con otra letra, y después la canción-himno de campaña que pide “un Brasil decente para un pueblo pobre pero noble y trabajador”. Una de las “crianças” le regaló un muñequito de plástico que representaba a Lula, realmente muy parecido salvo por la gorra que ya no usa y que usaba en la época en que levantaba el puño izquierdo y era mucho más temido que ahora por los poderosos, pero estaba más lejos del poder.
Fue la sorpresa que le prepararon sus eternos compañeros del sindicato metalúrgico de San Bernardo do Campo, donde Lula nació por segunda vez, y de la CUT, la central de trabajadores más poderosa que América latina de la que Lula es fundador. El autor ideológico del regalo fue Carlos Grana, secretario general de la CUT. A las 8 de la mañana juntó a todos los chicos en un barcito que está a una cuadra del gremio y les sirvió proletarios café con leche y pan con manteca. Todos tenían la remera del partido con la inscripción “Agora é Lula” y la ansiedad apenas contenida. Grana andaba con su esposa y sus dos hijos, sin custodias, en un GOL WW sin vidrios polarizados y recibiendo muestras de afecto por todos lados.Lo vi con mis propios ojos. Y juro que pensé en Cavalieri y casi me muero de vergüenza ajena.
La fiestita de cumpleaños fue en el salón que tiene para esos efectos el “Condominio Residencial Hill House” donde vive Lula, un edificio del barrio de Villa Teresinha típico de clase media muy parecido a muchos que hay en Caballito, con seguridad privada en la puerta y todo. Los sindicalistas habían invitado a la mesa chica de los afectos de Lula. Estaba la alcaldesa Martha Suplicy y sus dos maridos. En realidad su ex marido, el senador y ex fundador del PT Eduardo Suplicy y su actual pareja el argentino Luis Favre que coordinó la campaña televisiva de Lula y que es hermano de Jorge Altamira el líder del Partido Obrero de Argentina. No faltaron el senador Jose Genoinio que hacía sonar un silbato como si fuese un mocoso divertido y el diputado Vicentinho. Genoinio no pudo evitar la reelección de Geraldo Alckimin en la gobernación de San Pablo. Sin embargo Lula a la noche en los festejos de la avenida Paulista tuvo palabras de mucho afecto y respaldo para él: “No perdiste porque no eras gobernador. Apenas no ganaste, pero ganaste experiencia para ganar la próxima vez” y le dio un abrazo de aquéllos. Vicentinho es uno de los mejores amigos personales de Lula. Es de la primera hora: ambos fundaron codo a codo el PT y la CUT y ambos compartieron la cárcel durante la dictadura.
Hubo un momento que hizo llorar hasta a los fotógrafos japoneses que parecían muy distantes y profesionales. Lula cortó la torta que decía “Lula” en chocolate y el primer bocado se lo dio en la boca a uno de los chiquitos cantores que no podía caminar sin apoyarse en muletas. Lula se puso en cuclillas para estar a su altura y con la cucharita le hizo avioncito como cualquier padre le haría a su hijo. Sólo que Lula no era su padre. Y que se había acordado de doña Lindu, como él le decía a Eurídice, su madre lavandera y analfabeta.